Innovación o repetición

Brigitte LG Baptiste
03 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.
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En un encuentro muy grato propiciado por la Universidad Jorge Tadeo Lozano en la Filbo, con motivo del lanzamiento de su plataforma de divulgación científica “Expeditio”, se discutió la relación entre comunicación y apropiación del conocimiento por parte de los tomadores de decisión y su efecto en políticas de innovación. La razón, las inversiones del país en Ciencia y Tecnología siguen estancadas pese a la intención de destinar recursos importantes de los fondos de regalías y promover esquemas de cooperación público-privados para impulsar la investigación aplicada que requiere la sostenibilidad en este país.

Quedó en el aire la sensación de que hay una profunda resistencia política a la innovación derivada de la captura del Estado y sus fuerzas de producción por una perspectiva más feudal que moderna, a la que claramente favorece la ineficiencia del statu quo, empezando por el sector agropecuario del país, pero sin que se queden atrás amplios sectores de la industria y, paradójicamente, de la sociedad civil. No se entiende, si no, cómo es que con décadas de revolución biotecnológica y una biodiversidad sin parangón Colombia aún mantenga un régimen de subsidios ambientales y monetarios gigantescos a muchos sistemas productivos insostenibles y que su estrategia para evitar el conflicto social sea repartir plata en los paros. Al respecto, hay que celebrar la reciente ley de innovación agropecuaria como logro para reducir la brecha entre financiación e innovación efectiva que debería hacerse extensiva a todos los sectores: la producción de conocimiento es uno de los bienes públicos más preciados en la actualidad y, de hecho, el único que puede atraer un modelo de desarrollo alternativo, minería limpia y responsable, transición energética pospetróleo, agroecología eficiente y suficiente, ciudades sostenibles, tecnologías amigables y democratizadoras. En síntesis, distribución justa y equitativa del bienestar que ha alcanzado la humanidad.

La perspectiva en torno a la educación fue mucho más pesimista: la innovación no está presente en un modelo que sigue ignorando las mínimas recomendaciones de la comisión de sabios que convocó hace ya dos décadas el mismo Estado y que no ofrece las mínimas posibilidades de proyectar las capacidades de los colombianos hacia la construcción de soluciones pese al gigantesco ingenio que nos caracteriza, como recordara el mismo Rodolfo Llinás en otro evento Filbo. La innovación es el mecanismo vital de cambio económico y social por excelencia, por lo cual debería ser una dimensión muy concreta de la vida política del país. Sin embargo, estamos más acostumbrados a apostarles a las normas y no a la construcción de evidencia empírica como fuente de desarrollo, razón por la cual muchos conflictos ambientales se reproducen y crecen a la luz de agendas abstractas que reclaman mundos ideales sin reconocer un mínimo contexto ni tener nociones del trabajo práctico que requieren. Por ello, pese a que hay recursos financieros y capacidad humana e institucional, no hay que dejarse embolatar con los discursos de miedo que provienen de ese pasado que aún vive entre nosotros; así que también invito a innovar con su voto en estas elecciones.

 

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