En 1996, el político francés Jean Marie Le Pen, líder del Frente Nacional, cuestionó la pureza y la identidad de la selección de fútbol de su país, un equipo que en su mayoría estaba conformado por hijos de inmigrantes y jugadores nacionalizados. Dos años después, Francia logró su primer Mundial probando que el mestizaje, además de enriquecer la cultura, puede ser muy ganador.
Zinedine Zidane no olvidó las palabras xenófobas de Le Pen y en 2002, antes de las elecciones presidenciales, se fue contra él asegurando que desconocía los valores de la Francia moderna y que por eso no podía llegar al poder. “Mi padre es argelino y yo francés. Y estoy orgulloso de eso”. Zidane apoyó abiertamente a Jacques Chirac, quien derrotó de manera contundente a Le Pen en la segunda vuelta.
Hoy, Kylian Mbappe, capitán de Francia, es quien ha tomado la vocería que tuvo Zidane en su momento desafiando los pedidos de la Federación de su país para no intervenir en el debate político a poco más de un mes de las elecciones legislativas convocadas por el presidente Emmanuel Macron. La estrella de Real Madrid ha sido clara: no hay que dejar que la ultraderecha obtenga la mayoría en el Parlamento.
Y por ultraderecha entiéndase el partido Reagrupamiento Nacional y su cabeza, Marine Le Pen, hija de Jean Marie Le Pen. Quieren cerrar del todo las fronteras francesas —y las europeas— para evitar la llegada de más inmigrantes. Que ella y su movimiento logren más poder significa endurecer la política migratoria y otras tantas medidas arcaicas como promover la “familia tradicional”.
Marine Le Pen y su partido se han ido de frente contra Mbappé y contra una selección en la que la gran mayoría son hijos de inmigrantes:, los padres de Ferland Mendy son senegaleses, los de Dayot Upamecano de Guinea-Bisáu y Fofana, Konaté y Kanté son de origen maliense, al igual que el padre de Dembélé.
Camavinga ni siquiera nació en Francia (Angola), mientras que el portero Brice Samba es del Congo. Los abuelos paternos de Hugo Lloris eran catalanes (huyeron a Francia por la Guerra Civil española) y Antoine Griezman es de raíces portuguesas. Y Mbappé, claro, es de padre camerunés y madre argelina.
Le Pen y sus ultras avanzan con cada derrota del actual Gobierno francés, al punto de que sus opciones de llegar a la presidencia, en 2027, son muy altas. Y por eso es que Mbappé quiere, con tantas victorias como sea posible en esta Eurocopa, seguir enviando un mensaje al pueblo francés, y a los más jóvenes, para que vote a conciencia contra quienes “manipulan nuestros miedos para dividirnos”.
Al capitán francés se le han sumado más de 200 deportistas —entre ellos los extenistas Marion Bartoli, Yannick Noah y Jo-Wilfried Tsonga— que no son ajenos al terremoto político que vive el país, al futuro que se aproxima en caso de que la ultraderecha siga dominando escenarios de poder. Con todo esto es notorio que los principios de estas estrellas del deporte son más importantes que los títulos, incluso que el dinero. Y que estén ahora en un lugar de privilegio no los invalida para opinar sobre política. La derecha lo quiere hacer ver como una manipulación, ellos como una muestra de responsabilidad con sus orígenes y con una Francia más equitativa, una Francia construida por inmigrantes.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
En 1996, el político francés Jean Marie Le Pen, líder del Frente Nacional, cuestionó la pureza y la identidad de la selección de fútbol de su país, un equipo que en su mayoría estaba conformado por hijos de inmigrantes y jugadores nacionalizados. Dos años después, Francia logró su primer Mundial probando que el mestizaje, además de enriquecer la cultura, puede ser muy ganador.
Zinedine Zidane no olvidó las palabras xenófobas de Le Pen y en 2002, antes de las elecciones presidenciales, se fue contra él asegurando que desconocía los valores de la Francia moderna y que por eso no podía llegar al poder. “Mi padre es argelino y yo francés. Y estoy orgulloso de eso”. Zidane apoyó abiertamente a Jacques Chirac, quien derrotó de manera contundente a Le Pen en la segunda vuelta.
Hoy, Kylian Mbappe, capitán de Francia, es quien ha tomado la vocería que tuvo Zidane en su momento desafiando los pedidos de la Federación de su país para no intervenir en el debate político a poco más de un mes de las elecciones legislativas convocadas por el presidente Emmanuel Macron. La estrella de Real Madrid ha sido clara: no hay que dejar que la ultraderecha obtenga la mayoría en el Parlamento.
Y por ultraderecha entiéndase el partido Reagrupamiento Nacional y su cabeza, Marine Le Pen, hija de Jean Marie Le Pen. Quieren cerrar del todo las fronteras francesas —y las europeas— para evitar la llegada de más inmigrantes. Que ella y su movimiento logren más poder significa endurecer la política migratoria y otras tantas medidas arcaicas como promover la “familia tradicional”.
Marine Le Pen y su partido se han ido de frente contra Mbappé y contra una selección en la que la gran mayoría son hijos de inmigrantes:, los padres de Ferland Mendy son senegaleses, los de Dayot Upamecano de Guinea-Bisáu y Fofana, Konaté y Kanté son de origen maliense, al igual que el padre de Dembélé.
Camavinga ni siquiera nació en Francia (Angola), mientras que el portero Brice Samba es del Congo. Los abuelos paternos de Hugo Lloris eran catalanes (huyeron a Francia por la Guerra Civil española) y Antoine Griezman es de raíces portuguesas. Y Mbappé, claro, es de padre camerunés y madre argelina.
Le Pen y sus ultras avanzan con cada derrota del actual Gobierno francés, al punto de que sus opciones de llegar a la presidencia, en 2027, son muy altas. Y por eso es que Mbappé quiere, con tantas victorias como sea posible en esta Eurocopa, seguir enviando un mensaje al pueblo francés, y a los más jóvenes, para que vote a conciencia contra quienes “manipulan nuestros miedos para dividirnos”.
Al capitán francés se le han sumado más de 200 deportistas —entre ellos los extenistas Marion Bartoli, Yannick Noah y Jo-Wilfried Tsonga— que no son ajenos al terremoto político que vive el país, al futuro que se aproxima en caso de que la ultraderecha siga dominando escenarios de poder. Con todo esto es notorio que los principios de estas estrellas del deporte son más importantes que los títulos, incluso que el dinero. Y que estén ahora en un lugar de privilegio no los invalida para opinar sobre política. La derecha lo quiere hacer ver como una manipulación, ellos como una muestra de responsabilidad con sus orígenes y con una Francia más equitativa, una Francia construida por inmigrantes.
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