El próximo domingo, de no suceder algo impensado —por impensado hablo de una caída—, Daniel Felipe Martínez estará en el podio del Giro de Italia. Que lo haga en el segundo o en el tercer cajón dependerá de cómo se defienda el sábado en la penúltima etapa de 184 km, dos ascensos de primera categoría, 4.200 metros de desnivel. Y de cómo responda a lo que vaya a hacer Geraint Thomas, si es que el británico hace algo.
El próximo domingo será 26 de mayo. Hace tres años, por la misma fecha, Martínez, en el Ineos, le salvó el día a Egan Bernal en el ascenso a Sega di Ala, el premio de montaña más duro de la edición de 2021. Recuerdo —porque estuve allá— que Bernal le dio la orden a Jonathan Castroviejo de tirar y apretar apenas la carretera se empinó porque quería ganar para dedicarle la victoria a su mamá en el día del cumpleaños.
Bernal reconocería en la rueda de prensa posterior que se equivocó en la estrategia y agradeció a su equipo. Para su fortuna, tenía suficiente ventaja sobre el italiano Damiano Carusso, mantuvo la Maglia Rosa y fue campeón. Pero volvamos a Daniel Martínez y a lo que hizo ese día: el ciclista de Soacha vio languidecer a Bernal, le puso la rueda, le gritó “vamos que se puede” y con su mano derecha, en un vaivén constante, le fue marcando el paso. Martínez levantó la moral. Y en el ciclismo, cuando vuelve la moral, vuelve la fuerza.
En Milán, unos días después y con el trofeo Senza Fine, Bernal me dijo que sin Martínez, sin Castroviejo, sin Filippo Ganna y sin el resto de compañeros del Ineos, hubiera sido imposible controlar el pelotón, imponer su ritmo y su voluntad, y ganar. Este repaso por la memoria fue para una cosa: para que pensemos en cómo le hubiera servido a Daniel Martínez tener a un Daniel Martínez de gregario en esta edición del Giro.
El ciclista del Bora ha estado solo en los momentos importantes, aguantando, pegado a la rueda, lo más inteligente que se puede hacer cuando no hay nadie que ayude y que regale un gel, una caramañola. “Gracias a Nairo que me dio unos geles cuando me encontraba solo”, dijo al final de la etapa 17 y luego de un trayecto similar a la lectura de un electro: para arriba y para abajo.
Claro, hay que decir que el Bora alemán se quedó sin dos de sus hombres: Florian Lipowitz no finalizó la sexta etapa y Danny Van Poppel se retiró en la 16. Aunque, si ambos siguieran en competencia, sería poco lo que harían por Martínez en la montaña. Ahí la importancia de lo que ha hecho el colombiano para mantenerse en el podio. Thomas ha tenido varios vagones del Ineos a su disposición. El cundinamarqués, en cambio, ha sido propio tren.
Martínez será el sexto colombiano en estar en un podio de la primera de las tres grandes de la temporada. Y será en Roma, el próximo 26 de mayo. Un 26 de mayo salvó, en gran medida, el título de Bernal y ahora, otro 26 de mayo, tendrá la recompensa por un trabajo solitario. De seguro es consciente de eso. Por más que tenga buenas piernas y aguante, para ganar algo se necesita de ayuda.
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El próximo domingo, de no suceder algo impensado —por impensado hablo de una caída—, Daniel Felipe Martínez estará en el podio del Giro de Italia. Que lo haga en el segundo o en el tercer cajón dependerá de cómo se defienda el sábado en la penúltima etapa de 184 km, dos ascensos de primera categoría, 4.200 metros de desnivel. Y de cómo responda a lo que vaya a hacer Geraint Thomas, si es que el británico hace algo.
El próximo domingo será 26 de mayo. Hace tres años, por la misma fecha, Martínez, en el Ineos, le salvó el día a Egan Bernal en el ascenso a Sega di Ala, el premio de montaña más duro de la edición de 2021. Recuerdo —porque estuve allá— que Bernal le dio la orden a Jonathan Castroviejo de tirar y apretar apenas la carretera se empinó porque quería ganar para dedicarle la victoria a su mamá en el día del cumpleaños.
Bernal reconocería en la rueda de prensa posterior que se equivocó en la estrategia y agradeció a su equipo. Para su fortuna, tenía suficiente ventaja sobre el italiano Damiano Carusso, mantuvo la Maglia Rosa y fue campeón. Pero volvamos a Daniel Martínez y a lo que hizo ese día: el ciclista de Soacha vio languidecer a Bernal, le puso la rueda, le gritó “vamos que se puede” y con su mano derecha, en un vaivén constante, le fue marcando el paso. Martínez levantó la moral. Y en el ciclismo, cuando vuelve la moral, vuelve la fuerza.
En Milán, unos días después y con el trofeo Senza Fine, Bernal me dijo que sin Martínez, sin Castroviejo, sin Filippo Ganna y sin el resto de compañeros del Ineos, hubiera sido imposible controlar el pelotón, imponer su ritmo y su voluntad, y ganar. Este repaso por la memoria fue para una cosa: para que pensemos en cómo le hubiera servido a Daniel Martínez tener a un Daniel Martínez de gregario en esta edición del Giro.
El ciclista del Bora ha estado solo en los momentos importantes, aguantando, pegado a la rueda, lo más inteligente que se puede hacer cuando no hay nadie que ayude y que regale un gel, una caramañola. “Gracias a Nairo que me dio unos geles cuando me encontraba solo”, dijo al final de la etapa 17 y luego de un trayecto similar a la lectura de un electro: para arriba y para abajo.
Claro, hay que decir que el Bora alemán se quedó sin dos de sus hombres: Florian Lipowitz no finalizó la sexta etapa y Danny Van Poppel se retiró en la 16. Aunque, si ambos siguieran en competencia, sería poco lo que harían por Martínez en la montaña. Ahí la importancia de lo que ha hecho el colombiano para mantenerse en el podio. Thomas ha tenido varios vagones del Ineos a su disposición. El cundinamarqués, en cambio, ha sido propio tren.
Martínez será el sexto colombiano en estar en un podio de la primera de las tres grandes de la temporada. Y será en Roma, el próximo 26 de mayo. Un 26 de mayo salvó, en gran medida, el título de Bernal y ahora, otro 26 de mayo, tendrá la recompensa por un trabajo solitario. De seguro es consciente de eso. Por más que tenga buenas piernas y aguante, para ganar algo se necesita de ayuda.
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