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Hace unos días hablé con un amigo, abogado él, fanático de las estadísticas, a tal punto que junto a dos compañeros pagan un paquete -el más económico- de Opta, empresa británica que genera datos deportivos. Lo hace, como reconoce, para mirar tendencias y comportamientos que les permitan entender lo que sucede y lo que podría suceder. En su caso, busca cuanto número haya de Millonarios, el equipo de Alberto Gamero, actual líder del fútbol colombiano.
A manera de prosa me fue soltando uno a uno los datos que ha ido encontrando en lo que va de este semestre. Primero, que el club bogotano tiene una alta posesión de la pelota (56,3 %), cifra que va de la mano con la cantidad de goles que ha marcado (18), y que su efectividad de pases es del 85,6 %, número que, para él, comprueba el trabajo serio en los entrenamientos de la segunda nómina más joven del país (promedio de 25,6 años de edad).
Cuando iba a seguir con sus hallazgos, guardó silencio un instante para retomar la conversación con una frase contundente: “Si no sale campeón, todo esto no sirve de nada”. Lo corté antes de que continuara, de un tajo, y le dije que de eso se trataba el fútbol, de ilusionarse, a veces para decepcionarse, pero al fin y al cabo de conservar un anhelo. Puede sonar conformista, incluso mediocre, pero la ilusión casi siempre representa un camino.
Él, abogado de una empresa mercantil, pasa sus días resolviendo líos empresariales, asesorando sobre constitución de sociedades para el tipo indicado de negocios y no sé qué más cosas. Y hacer lo que hace en las noches -buscar números, ver videos de partidos y demás- es el bálsamo para el estrés de una vida que nos lleva a las carreras. Y si bien se estresa cuando ve los partidos de Millonarios, es otro tipo de ansiedad y angustia, una que, por fortuna -en muchos casos-, acaba al día siguiente de una derrota, incluso al apagar el televisor. Un suspiro de nada.
“Millonarios está jugando bien. ¡Y está ganando!”, me reitera cuando recobra las ganas de seguir hablando de cifras y comportamientos. Pero nuevamente se detiene. “En este sistema del fútbol colombiano, tan mediocre, eso no es garantía de nada”. Es un vaivén de estados. Como él, muchos, bastantes, son los que sueñan con el título azul, con que esta regularidad se mantenga en la fase más importante del torneo: las finales.
Al final le pedí que siguiera disfrutando y que me mantuviera al tanto de sus análisis estadísticos, por cierto muy interesantes. Y le recordé que puede que la decepción futura vuelva a ser enorme, como ya ha sucedido tantas veces -en caso de que Millonarios no sea campeón-, pero que no dejara de ilusionarse. La ilusión quizás es la esencia del buen hincha, del que nunca deja de creer. Ya dependerá de Gamero y sus jugadores hacerla realidad. Claro, para ellos un partido y un torneo sí representan la vida, su trabajo, para los demás no.