El cerebro de los niños no se puede poner en pausa por la pandemia y eso es precisamente lo que se está haciendo con la decisión de no abrir los colegios. Según el Consejo Científico Nacional sobre el Desarrollo del Niño, de la Universidad de Harvard, los diferentes tipos de experiencias son de vital importancia en las distintas edades para lograr un óptimo desarrollo cerebral. Esto quiere decir que el desarrollo del cerebro de un niño depende de que este tenga las experiencias, influencias ambientales y los estímulos adecuados en cada una de sus fases de crecimiento, pues la niñez es la etapa de mayor plasticidad cerebral y es cuando el cerebro recibe un mayor flujo de conexiones neuronales. Un niño no nace con todas las capacidades, son la interacción y la experiencia diaria las que hacen que su cerebro madure, de ahí la importancia de ser conscientes de que no podemos ponerlos en pausa mientras todo esto termina. El colegio es el sitio apropiado para generar estas interacciones de manera planeada y organizada, coherentes con el nivel de desarrollo de cada niño. Oigo con frecuencia: “Ya todo esto pasará y ya volverán, ¿por qué tanto afán?”. Y yo les respondo: “Porque el daño que les estamos haciendo a los niños al no recibir lo que necesitan para cada una de sus etapas de desarrollo es irreparable. No hay vuelta atrás y no se puede reemplazar el tiempo perdido, tanto en lo emocional como en lo académico”.
Dudo mucho que quienes siguen conteniendo en una olla a presión a punto de explotar la decisión de abrir o no los colegios sepan del desarrollo del cerebro de los niños. Los adultos sí nos podemos poner en pausa. Por supuesto, tal vez nos desesperemos, nos aburramos o hasta nos deprimamos, pero en últimas podemos esperar a que la situación pase. A los niños no los podemos hacer esperar. Hoy en día esto es lo que está ocurriendo, le pedimos a ellos que se sacrifiquen y que pierdan esta ventana irrecuperable mientras que los adultos continúan con su vida.
Ya llevamos casi un año de pandemia y la educación pública sigue sin abrir sus puertas. Con suerte, algunos estudiantes están recibiendo una hora semanal de contacto virtual, en contraste con los estudiantes de varias instituciones privadas que por lo menos están recibiendo alrededor de 20 a 40 contactos virtuales semanales reduciendo parcialmente los efectos colaterales. Una muestra de la desigualdad que siempre ha habido entre la educación pública y la privada y que ahora se ahonda a causa de la pandemia. A esto se suma que para un sano desarrollo cerebral los niños también necesitan de una buena alimentación, y en el caso de muchos que asisten a colegios públicos la comida que reciben allí es la única que ingieren en el día.
Según un informe de Naciones Unidas, en el mundo uno de cada tres niños no ha tenido acceso a educación virtual u otra forma de aprendizaje remoto durante este periodo de cierres. Estos niños interrumpieron totalmente su aprendizaje y los efectos económicos y sociales de este fenómeno se verán en las próximas décadas. En el caso de América Latina y el Caribe, dice el informe, por lo menos 13 millones de niños no están teniendo acceso a aprendizaje a distancia. Este periodo solo está haciendo que la brecha en educación, que ya era aterradora, siga creciendo.
Y esta situación no se va a solucionar pronto, por más tabletas que se repartan a algunos niños o con mayor conectividad, iniciativas que se hacen con la mejor voluntad. Naciones Unidas afirma que más del 70% de los niños que no tienen acceso a la educación viven en los hogares más pobres de sus países y no cuentan con los recursos para implementar el aprendizaje remoto. Además, se encuentran en zonas rurales, donde por la difícil topografía no es posible conectarse a internet, incluso ni siquiera radio o televisión. Por otro lado, no todos los colegios se han adaptado a la educación a distancia y siguen esperando a que se dé la luz verde de la reapertura para volver a enseñar o, lo que es peor, a que se erradique totalmente la pandemia, lo cual no va a suceder por lo menos en un año más cuando con suerte todos estemos vacunados.
Por supuesto que cerrar la brecha digital es importante, no solo pensando en la pandemia, sino en general en beneficio de una mejor educación a futuro. Sin embargo, esto no está siendo rápido, ni lo va a ser. La solución que tenemos en las manos ya es abrir de manera presencial y, por supuesto, en paralelo hacer todo para garantizar una mayor conectividad. #LaEducacionPresencialEsVital y no podemos esperar la vacuna, no podemos esperar a que bajen los contagios, no podemos esperar a que cada institución educativa tenga agua potable. Si está demostrado que los niños no son el foco del problema y que, además, la gran mayoría no se enferma, entonces, ¿qué estamos esperando para hacer valer sus derechos y permitir que su cerebro se desarrolle de manera adecuada y oportuna? Mi petición hoy a quienes toman la decisión de abrir los colegios es que los abran presencialmente de manera prioritaria, tomando como ejemplo a quienes hemos implementado buenas prácticas. Una vez todos los colegios estén abiertos, los padres de familia podrán decidir si envían a los niños o no, pero el sistema tiene que ofrecerle esa posibilidad a los que quieran.
Los colegios que abrimos presencialmente, y los profesores y niños que asistimos, hemos demostrado que sí se puede generar una nueva cultura escolar basada en el cuidado de uno mismo y de los demás. No se necesitan grandes inversiones ni una infraestructura majestuosa para lograrlo. El enfoque debe ser en generar esa cultura del cuidado, donde primen el distanciamiento, el lavado de manos, el uso del tapabocas y la responsabilidad que asume cada uno de aislarse cuando hay siquiera una mínima sospecha de contagio. Generar esa cultura es determinante y puesta en práctica demuestra la viabilidad de abrir los colegios. En el caso del colegio que dirijo, tuvimos más de 750 estudiantes yendo en alternancia de septiembre a diciembre y no presentamos el primer caso de contagio relacionado con la asistencia al Colegio.
Es hora de trabajar entre todos por generar en los niños, en esas futuras generaciones, el sentido de comunidad y la cultura del cuidado. Logrando esto, aportaremos a abrir los colegios, a cuidarnos entre todos y, ojalá, a que estas generaciones se desarrollen positivamente en entornos seguros basados en darle a cada estudiante lo que necesita en su desarrollo cerebral, emocional, como personas y como ciudadanos.
#LaEducacionPresencialEsVital
El cerebro de los niños no se puede poner en pausa por la pandemia y eso es precisamente lo que se está haciendo con la decisión de no abrir los colegios. Según el Consejo Científico Nacional sobre el Desarrollo del Niño, de la Universidad de Harvard, los diferentes tipos de experiencias son de vital importancia en las distintas edades para lograr un óptimo desarrollo cerebral. Esto quiere decir que el desarrollo del cerebro de un niño depende de que este tenga las experiencias, influencias ambientales y los estímulos adecuados en cada una de sus fases de crecimiento, pues la niñez es la etapa de mayor plasticidad cerebral y es cuando el cerebro recibe un mayor flujo de conexiones neuronales. Un niño no nace con todas las capacidades, son la interacción y la experiencia diaria las que hacen que su cerebro madure, de ahí la importancia de ser conscientes de que no podemos ponerlos en pausa mientras todo esto termina. El colegio es el sitio apropiado para generar estas interacciones de manera planeada y organizada, coherentes con el nivel de desarrollo de cada niño. Oigo con frecuencia: “Ya todo esto pasará y ya volverán, ¿por qué tanto afán?”. Y yo les respondo: “Porque el daño que les estamos haciendo a los niños al no recibir lo que necesitan para cada una de sus etapas de desarrollo es irreparable. No hay vuelta atrás y no se puede reemplazar el tiempo perdido, tanto en lo emocional como en lo académico”.
Dudo mucho que quienes siguen conteniendo en una olla a presión a punto de explotar la decisión de abrir o no los colegios sepan del desarrollo del cerebro de los niños. Los adultos sí nos podemos poner en pausa. Por supuesto, tal vez nos desesperemos, nos aburramos o hasta nos deprimamos, pero en últimas podemos esperar a que la situación pase. A los niños no los podemos hacer esperar. Hoy en día esto es lo que está ocurriendo, le pedimos a ellos que se sacrifiquen y que pierdan esta ventana irrecuperable mientras que los adultos continúan con su vida.
Ya llevamos casi un año de pandemia y la educación pública sigue sin abrir sus puertas. Con suerte, algunos estudiantes están recibiendo una hora semanal de contacto virtual, en contraste con los estudiantes de varias instituciones privadas que por lo menos están recibiendo alrededor de 20 a 40 contactos virtuales semanales reduciendo parcialmente los efectos colaterales. Una muestra de la desigualdad que siempre ha habido entre la educación pública y la privada y que ahora se ahonda a causa de la pandemia. A esto se suma que para un sano desarrollo cerebral los niños también necesitan de una buena alimentación, y en el caso de muchos que asisten a colegios públicos la comida que reciben allí es la única que ingieren en el día.
Según un informe de Naciones Unidas, en el mundo uno de cada tres niños no ha tenido acceso a educación virtual u otra forma de aprendizaje remoto durante este periodo de cierres. Estos niños interrumpieron totalmente su aprendizaje y los efectos económicos y sociales de este fenómeno se verán en las próximas décadas. En el caso de América Latina y el Caribe, dice el informe, por lo menos 13 millones de niños no están teniendo acceso a aprendizaje a distancia. Este periodo solo está haciendo que la brecha en educación, que ya era aterradora, siga creciendo.
Y esta situación no se va a solucionar pronto, por más tabletas que se repartan a algunos niños o con mayor conectividad, iniciativas que se hacen con la mejor voluntad. Naciones Unidas afirma que más del 70% de los niños que no tienen acceso a la educación viven en los hogares más pobres de sus países y no cuentan con los recursos para implementar el aprendizaje remoto. Además, se encuentran en zonas rurales, donde por la difícil topografía no es posible conectarse a internet, incluso ni siquiera radio o televisión. Por otro lado, no todos los colegios se han adaptado a la educación a distancia y siguen esperando a que se dé la luz verde de la reapertura para volver a enseñar o, lo que es peor, a que se erradique totalmente la pandemia, lo cual no va a suceder por lo menos en un año más cuando con suerte todos estemos vacunados.
Por supuesto que cerrar la brecha digital es importante, no solo pensando en la pandemia, sino en general en beneficio de una mejor educación a futuro. Sin embargo, esto no está siendo rápido, ni lo va a ser. La solución que tenemos en las manos ya es abrir de manera presencial y, por supuesto, en paralelo hacer todo para garantizar una mayor conectividad. #LaEducacionPresencialEsVital y no podemos esperar la vacuna, no podemos esperar a que bajen los contagios, no podemos esperar a que cada institución educativa tenga agua potable. Si está demostrado que los niños no son el foco del problema y que, además, la gran mayoría no se enferma, entonces, ¿qué estamos esperando para hacer valer sus derechos y permitir que su cerebro se desarrolle de manera adecuada y oportuna? Mi petición hoy a quienes toman la decisión de abrir los colegios es que los abran presencialmente de manera prioritaria, tomando como ejemplo a quienes hemos implementado buenas prácticas. Una vez todos los colegios estén abiertos, los padres de familia podrán decidir si envían a los niños o no, pero el sistema tiene que ofrecerle esa posibilidad a los que quieran.
Los colegios que abrimos presencialmente, y los profesores y niños que asistimos, hemos demostrado que sí se puede generar una nueva cultura escolar basada en el cuidado de uno mismo y de los demás. No se necesitan grandes inversiones ni una infraestructura majestuosa para lograrlo. El enfoque debe ser en generar esa cultura del cuidado, donde primen el distanciamiento, el lavado de manos, el uso del tapabocas y la responsabilidad que asume cada uno de aislarse cuando hay siquiera una mínima sospecha de contagio. Generar esa cultura es determinante y puesta en práctica demuestra la viabilidad de abrir los colegios. En el caso del colegio que dirijo, tuvimos más de 750 estudiantes yendo en alternancia de septiembre a diciembre y no presentamos el primer caso de contagio relacionado con la asistencia al Colegio.
Es hora de trabajar entre todos por generar en los niños, en esas futuras generaciones, el sentido de comunidad y la cultura del cuidado. Logrando esto, aportaremos a abrir los colegios, a cuidarnos entre todos y, ojalá, a que estas generaciones se desarrollen positivamente en entornos seguros basados en darle a cada estudiante lo que necesita en su desarrollo cerebral, emocional, como personas y como ciudadanos.
#LaEducacionPresencialEsVital