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En mi formación en el colegio, en la universidad y, en general en la vida, nunca tuve una oportunidad explícita para aprender sobre las emociones. Crecí aprendiendo muchas cosas: cómo subir árboles, cómo sumar y escribir, cómo establecer relaciones, pero no fui expuesto a una formación en el manejo de las emociones.
Todos los seres humanos tenemos una parte emocional que va definiendo quiénes somos, cómo reaccionamos y, en general, cómo estamos en la vida. Nuestro estado emocional determina nuestro aprendizaje, atención, memoria y concentración. También nuestras relaciones con otros, la salud física y mental, nuestras decisiones y la creatividad. Es decir, tiene un impacto gigantesco en nuestras vidas.
La pandemia tuvo muchos efectos en las personas y si de alguna manera a todos nos hubieran enseñado en la vida de manera explícita a manejar lo que sentimos la historia sería otra. Tal vez el efecto más marcado ha estado relacionado con salud mental. Si bien hoy en día es más aceptado que podamos hablar de las emociones y que las podamos trabajar, todavía estamos muy lejos de entenderlas y manejarlas y aún más lejos de poder enseñarles a los niños y jóvenes cómo hacerlo.
En las últimas semanas tuve la oportunidad de leer un libro llamado Permiso para sentir, escrito por el Dr. Marc Brackett, director del Centro de Yale para la inteligencia emocional. En este libro, el autor hace referencia precisamente a esto y presenta un marco general para empezar a trabajar en el tema para que así todos nos volvamos científicos de emociones. Es decir que, a través de nuestras experiencias y actividades diarias, vayamos observando nuestras emociones y las de los demás y, basados en esas emociones, logremos entenderlas y trabajarlas.
El marco del Dr. Brackett, denominado “RULER” en inglés, ayuda a ir procesando paso a paso nuestras emociones y está basado en 5 elementos principales:
1. Reconocer nuestras emociones y las de los demás;
2. Entender las causas y consecuencias de las emociones;
3. Nombrar las emociones con un vocabulario extendido;
4. Expresar las emociones de acuerdo con las normas culturales y el contexto social;
5. Regular las emociones con estrategias concretas.
Es así como lo primero que debe ocurrir es un reconocimiento de nuestras emociones y las de los demás. El Dr. Brackett presenta un esquema sencillo para hacer este reconocimiento, basado en identificar cómo estamos en dos escalas: la de agrado o de sentimiento y la energética. La escala de agrado o sentimiento se enfoca en identificar cómo nos sentimos en general, si estamos a gusto y tranquilos, por un lado, o si estamos inquietos y no a gusto. Si estamos tomando el sol y muy tranquilos sin muchas preocupaciones estaríamos altos en la escala de agrado. Por otro lado, si estamos en una calle oscura y preocupados por nuestra seguridad, estaríamos bajos en la escala placentera. Por otro lado, está la escala de energía, donde puedo tener muchísima energía o muy poca energía. Cuando juntamos las dos escalas se genera el medidor de estados de ánimo (mood-o-meter en inglés). Este medidor lleva a identificar 4 cuadrantes donde podemos ubicar el tipo de emociones que tenemos.
Después sigue el entender las emociones. La idea es tratar de identificar qué está causando las emociones, una situación, acción, preocupación, pensamiento o memoria. El ir identificando las causas ayuda mucho para ver qué podemos hacer para procesar las emociones.
Tercero, está el nombrarlas. Cuándo preguntamos: “¿Cómo te sientes?”, las respuestas frecuentes son bien o normal. Pero hay todo un vocabulario que podemos trabajar relacionado con nuestras emociones. Existen herramientas como la “rueda de las emociones” o el mismo medidor de estados de ánimo que dan ejemplos del vocabulario que podemos desarrollar para referirnos a nuestras emociones.
Cuarto, está el ver cómo podemos expresar las emociones. Hay maneras apropiadas según el contexto social y las normas culturales. Si estamos tristes, podemos llorar, si estamos con rabia, podemos buscar maneras de sacar esa rabia. Lo importante es ver cómo expresarlas de una manera adecuada. En este punto es donde hemos visto grandes dificultados por parte de algunos niños y jóvenes que expresan las emociones pegando, insultando o gritando. Lo importante también es entender que no hay emociones malas o buenas, todas las emociones son válidas, podemos sentir lo que queramos. Lo que no es válido es expresarlas con comportamientos inadecuados que atentan contra otros o contra nosotros mismos.
Quinto, está el regular las emociones. Hay emociones que podemos ajustar cambiando de ambiente o haciendo otras actividades. Hay otras que toman tiempo. Por ejemplo, un duelo por una muerte. El reconocer y entender las emociones ayuda mucho. También, el apropiarse de las emociones ayuda a regularlas. Prácticas como la respiración y la conciencia plena son valiosas en este proceso de regulación.
Este modelo de manejo de emociones que nos presenta el Dr. Brackett es una herramienta valiosa para empezar a trabajar en volvernos científicos de emociones. Empezando con nosotros mismos, podemos ir avanzando en identificar lo que sentimos y cómo lo manejamos y procesamos.
En esta época, en la que millones de niños están regresando a clases, es muy importante trabajar la remediación del aprendizaje de contenidos y habilidades académicas. Pero no podemos ignorar que es fundamental trabajar con los niños en sus procesos emocionales, y esta herramienta puede ayudar a que los adultos nos cuidemos y a guiar a los estudiantes en esta parte emocional que requiere de gran atención por parte de todos.
PD: En Coursera, el Centro de Yale para la inteligencia emocional ofrece un curso gratuito (en inglés) sobre manejo de emociones para profesores. Está muy interesante. Los invito a consultarlo en este vínculo.
* Fuente del gráfico: https://www.vocaeditorial.com/blog/ruler-programa-de-educacion-emocional-que-nace-del-bullying/