Han pasado 267 días desde el cierre de colegios en Colombia, el 13 de marzo. Desde esa fecha, la mayoría han permanecido cerrados, algunos manteniendo escolaridad virtual, pero muchos con una interacción muy limitada con los estudiantes. El resultado de este prolongado cierre se ve en datos alarmantes de deserción escolar, de pérdidas en el aprendizaje calculadas entre el 75% y el 100% del año, y de una afectación considerable en la salud mental de los millones de estudiantes en el país.
Desde donde lo mire uno, es una tragedia y el producto de esta situación se verá por muchos años. Por eso, en la planeación del año escolar 2021 hay que empezar a tomar decisiones inmediatas para ir remediando lo que hemos perdido.
Hay muchas acciones que podemos realizar, pero tal vez la más urgente es organizar las instituciones educativas para que los estudiantes regresen a partir de finales de enero. Esto requiere de unas directrices claras a nivel gubernamental, en las que no sea opcional para las instituciones abrir. Se requieren unas adecuaciones físicas y, sobre todo, un pensamiento que ayude a cambiar la cultura para que se incorporen los protocolos de bioseguridad.
Para abordar el tema de planeación del nuevo año escolar, podemos identificar un marco conceptual compuesto por cinco factores esenciales que forman un pentágono: currículo, infraestructura física y tecnológica, profesores, padres de familia y estudiantes.
En cuanto al currículo, en esta circunstancia debemos replantear el de cada institución. Primero, es fundamental tener claras las metas de aprendizaje de los estudiantes por curso. Debemos ser realistas en que los logros académicos en la mayoría de colegios durante el 2020 fueron muy limitados. Así que lo primero por hacer es un diagnóstico que permita ver dónde están los estudiantes y cotejar ese resultado con las metas propuestas. De esta manera, se puede diseñar una hoja de ruta que priorice las competencias básicas de los estudiantes, ayude a cerrar brechas y avance hacia unos objetivos viables.
Por el lado de los profesores, debemos trabajar para recuperar en ellos la confianza y la importancia del regreso al colegio presencial. Al compartir un plan de regreso a clases claro y coherente, transmitiendo seguridad de que esa es la directriz y es lo que hay que hacer por el bien de los estudiantes, para ellos va a tener sentido volver y va a aumentar el apoyo a esta iniciativa. De manera paralela, es indispensable que en los momentos virtuales haya mayor sincronía en las clases para fortalecer el vínculo entre estudiantes y profesores, y para dar cuenta del progreso del grupo, no solo en lo académico sino también en lo emocional. En la medida en que las instituciones educativas promuevan la sincronía en la alternancia, mientras se pueda regresar de manera presencial al 100%, los estudiantes van a estar mejor. La brecha en el aprendizaje se reducirá, pues los procesos pueden ser acompañados más de cerca y, lo más importante, se podrá contagiar de motivación y sentido por aprender a los estudiantes y de enseñar, a los profesores.
También se requieren adecuaciones en la planta física para regresar y estas no necesariamente tienen que ser sofisticadas. No nos debe dar miedo abrir por lo que implica en términos del cambio en la planta física, porque la mayor parte del éxito está en la incorporación de una nueva cultura que ya todos estamos implementando (tapabocas, lavado de manos, distanciamiento, desinfección y aislamiento si presentamos síntomas o si sospechamos estar contagiados). Lo que sí es clave es pensar en cómo la tecnología puede apoyar la alternancia, sobre todo para los que no tienen dispositivos ni conectividad.
Los padres de familia, por su parte, son claves en este proceso y debemos ayudarlos a recuperar la confianza en que el regreso a clases es lo mejor que les puede pasar a sus hijos. He visto el intento de muchos colegios de abrir, pero al final del día no lo hacen porque las encuestas de su comunidad revelan que la mayoría prefiere no mandar a sus hijos. Parte de este resultado es que los papás no siempre ven claro el plan del colegio, y ahí es clave, de nuevo, compartirlo para que tenga sentido para todos y dé confianza. Si los papás no le dan un espaldarazo a sus colegios, estos no van a abrir por lo pronto. Además, se puede arrancar en una apertura con un grupo pequeño de estudiantes y de esa manera ir generando confianza. Si no se abre, es un resultado muy triste para los estudiantes, quienes a lo lejos oyen cómo los adultos toman decisiones que no en todos los casos los están beneficiando.
A lo anterior se suma el número grande de estudiantes que se han retirado del sistema educativo formal mientras la situación se restablece. En parte por temas económicos, en parte por temas de conectividad y en parte porque no le ven sentido a una educación así a distancia. Y es ahí donde la labor de los profesores es fundamental para engancharlos y darle sentido al aprendizaje para que sea significativo y valorado.
Las experiencias de reapertura que se han llevado a cabo en el país han sido positivas. No han existido grandes brotes y no se ha aumentado el nivel de contagios en esas comunidades. Cada vez más las investigaciones muestran que los colegios no son los lugares donde se concentran los contagios, así que podemos ir avanzando para lograr mayor apertura de colegios.
Nos queda menos de un mes para planear lo que significará el próximo año escolar. Los colegios no pueden seguir dependiendo de las encuestas ni de las órdenes del Gobierno para abrir o no. Es responsabilidad de todas las instituciones educativas tener un plan, abrir y estar preparadas para ofrecerles a todos los estudiantes lo mejor que sabemos hacer: velar por su bienestar.
Han pasado 267 días desde el cierre de colegios en Colombia, el 13 de marzo. Desde esa fecha, la mayoría han permanecido cerrados, algunos manteniendo escolaridad virtual, pero muchos con una interacción muy limitada con los estudiantes. El resultado de este prolongado cierre se ve en datos alarmantes de deserción escolar, de pérdidas en el aprendizaje calculadas entre el 75% y el 100% del año, y de una afectación considerable en la salud mental de los millones de estudiantes en el país.
Desde donde lo mire uno, es una tragedia y el producto de esta situación se verá por muchos años. Por eso, en la planeación del año escolar 2021 hay que empezar a tomar decisiones inmediatas para ir remediando lo que hemos perdido.
Hay muchas acciones que podemos realizar, pero tal vez la más urgente es organizar las instituciones educativas para que los estudiantes regresen a partir de finales de enero. Esto requiere de unas directrices claras a nivel gubernamental, en las que no sea opcional para las instituciones abrir. Se requieren unas adecuaciones físicas y, sobre todo, un pensamiento que ayude a cambiar la cultura para que se incorporen los protocolos de bioseguridad.
Para abordar el tema de planeación del nuevo año escolar, podemos identificar un marco conceptual compuesto por cinco factores esenciales que forman un pentágono: currículo, infraestructura física y tecnológica, profesores, padres de familia y estudiantes.
En cuanto al currículo, en esta circunstancia debemos replantear el de cada institución. Primero, es fundamental tener claras las metas de aprendizaje de los estudiantes por curso. Debemos ser realistas en que los logros académicos en la mayoría de colegios durante el 2020 fueron muy limitados. Así que lo primero por hacer es un diagnóstico que permita ver dónde están los estudiantes y cotejar ese resultado con las metas propuestas. De esta manera, se puede diseñar una hoja de ruta que priorice las competencias básicas de los estudiantes, ayude a cerrar brechas y avance hacia unos objetivos viables.
Por el lado de los profesores, debemos trabajar para recuperar en ellos la confianza y la importancia del regreso al colegio presencial. Al compartir un plan de regreso a clases claro y coherente, transmitiendo seguridad de que esa es la directriz y es lo que hay que hacer por el bien de los estudiantes, para ellos va a tener sentido volver y va a aumentar el apoyo a esta iniciativa. De manera paralela, es indispensable que en los momentos virtuales haya mayor sincronía en las clases para fortalecer el vínculo entre estudiantes y profesores, y para dar cuenta del progreso del grupo, no solo en lo académico sino también en lo emocional. En la medida en que las instituciones educativas promuevan la sincronía en la alternancia, mientras se pueda regresar de manera presencial al 100%, los estudiantes van a estar mejor. La brecha en el aprendizaje se reducirá, pues los procesos pueden ser acompañados más de cerca y, lo más importante, se podrá contagiar de motivación y sentido por aprender a los estudiantes y de enseñar, a los profesores.
También se requieren adecuaciones en la planta física para regresar y estas no necesariamente tienen que ser sofisticadas. No nos debe dar miedo abrir por lo que implica en términos del cambio en la planta física, porque la mayor parte del éxito está en la incorporación de una nueva cultura que ya todos estamos implementando (tapabocas, lavado de manos, distanciamiento, desinfección y aislamiento si presentamos síntomas o si sospechamos estar contagiados). Lo que sí es clave es pensar en cómo la tecnología puede apoyar la alternancia, sobre todo para los que no tienen dispositivos ni conectividad.
Los padres de familia, por su parte, son claves en este proceso y debemos ayudarlos a recuperar la confianza en que el regreso a clases es lo mejor que les puede pasar a sus hijos. He visto el intento de muchos colegios de abrir, pero al final del día no lo hacen porque las encuestas de su comunidad revelan que la mayoría prefiere no mandar a sus hijos. Parte de este resultado es que los papás no siempre ven claro el plan del colegio, y ahí es clave, de nuevo, compartirlo para que tenga sentido para todos y dé confianza. Si los papás no le dan un espaldarazo a sus colegios, estos no van a abrir por lo pronto. Además, se puede arrancar en una apertura con un grupo pequeño de estudiantes y de esa manera ir generando confianza. Si no se abre, es un resultado muy triste para los estudiantes, quienes a lo lejos oyen cómo los adultos toman decisiones que no en todos los casos los están beneficiando.
A lo anterior se suma el número grande de estudiantes que se han retirado del sistema educativo formal mientras la situación se restablece. En parte por temas económicos, en parte por temas de conectividad y en parte porque no le ven sentido a una educación así a distancia. Y es ahí donde la labor de los profesores es fundamental para engancharlos y darle sentido al aprendizaje para que sea significativo y valorado.
Las experiencias de reapertura que se han llevado a cabo en el país han sido positivas. No han existido grandes brotes y no se ha aumentado el nivel de contagios en esas comunidades. Cada vez más las investigaciones muestran que los colegios no son los lugares donde se concentran los contagios, así que podemos ir avanzando para lograr mayor apertura de colegios.
Nos queda menos de un mes para planear lo que significará el próximo año escolar. Los colegios no pueden seguir dependiendo de las encuestas ni de las órdenes del Gobierno para abrir o no. Es responsabilidad de todas las instituciones educativas tener un plan, abrir y estar preparadas para ofrecerles a todos los estudiantes lo mejor que sabemos hacer: velar por su bienestar.