Mi primer trabajo formal fue como gerente de planeación de Zenú en 1978. Recuerdo con cariño y admiración a mi primer jefe, Jaime Calle, un hombre visionario que consolidó varios frigoríficos y quien, con su estilo desabrochado, mostraba fotos de uno de los centros de recepción de carne de un competidor, y airado protestaba porque recibían carnes de burro, caballo, cerdos levantados sin higiene, carnes en descomposición y cómo finalmente elaboraban los productos utilizando fuertes contenidos de nitritos para disfrazarlos. Esto contrastaba con las medidas fitosanitarias de Zenú y el control de origen de sus carnes.
Por otro lado, en 2017, en compañía de Carlos G. Cano y Gina Benedetti, fuimos garantes en el proceso de encuestas sucesivas que definieron a Iván Duque como candidato por el Centro Democrático (CD). Conscientes de que del diseño de las encuestas depende que estas sean “Zenú” o de “carne de burro”, elaboramos un fuerte mecanismo que garantizara pulcritud y exactitud. Los precandidatos aprobaron las preguntas para que el votante libremente escogiera uno u otro candidato, después de descartar los de otros partidos. El sistema era una secuencia de encuestas quincenales, realizadas por dos firmas de primer orden para contrastar diferencias. Las firmas fueron inicialmente auditadas a fin de verificar que no tuvieran sesgos históricos o grandes errores. El universo muestral era el de las últimas elecciones, en ese caso los resultados del Centro Democrático, lo que obligó a elaborarlas en cerca de 50 ciudades en toda Colombia.
La metodología y universo eran iguales en las dos firmas para que los resultados de ambas se pudieran sumar y bajar el margen de error. Una tercera firma auditó TODAS las encuestas realizadas. En total, contactamos más de 50.000 colombianos, lo que contrasta con los 1.200 relacionados en las actuales encuestas y cuyos resultados anunciados con bombos y platillos terminan, en mi opinión, manipulando electores. El sistema permitía aclarar si un precandidato venía ganando puntos o estaba estancado. Teníamos mecanismos de resolución de conflictos y dudas que se resolvían antes de continuar con la siguiente encuesta. Esto de forma ponderada se complementó con una encuesta interna de militantes del partido. En este proceso definimos que cuando la diferencia entre el último y penúltimo fuera del doble del margen de error, se sacaba al colero, resultando un proceso más para descolar y converger, que para definir un puntero.
Al final la diferencia entre primero, Iván Duque, y Carlos Holmes (q. e. p. d.), fue también el doble del margen de error, quedando Iván Duque como candidato del CD, quien después, al medirse en consulta interpartidista en las elecciones de marzo del 2018, ganó ampliamente.
Con esos antecedentes, veo con claridad y preocupación cómo algunas encuestas inflan, desinflan y queman precandidatos, y cómo otros sin escrúpulos contratan encuestas de “carne de burro” para mostrar que en un partido o persona son los punteros, o cómo sacan al ruedo anticipadamente excelentes precandidatos para poder lograr que todos los dardos incluyendo el lawfare apunten a quemarlos anticipadamente.
Por eso, cada vez que veo una encuesta de esas me pregunto si es “Zenú” o de “carne de burro” y, sin tener nada en contra de los burros, siempre prefiero Zenú.
Mi primer trabajo formal fue como gerente de planeación de Zenú en 1978. Recuerdo con cariño y admiración a mi primer jefe, Jaime Calle, un hombre visionario que consolidó varios frigoríficos y quien, con su estilo desabrochado, mostraba fotos de uno de los centros de recepción de carne de un competidor, y airado protestaba porque recibían carnes de burro, caballo, cerdos levantados sin higiene, carnes en descomposición y cómo finalmente elaboraban los productos utilizando fuertes contenidos de nitritos para disfrazarlos. Esto contrastaba con las medidas fitosanitarias de Zenú y el control de origen de sus carnes.
Por otro lado, en 2017, en compañía de Carlos G. Cano y Gina Benedetti, fuimos garantes en el proceso de encuestas sucesivas que definieron a Iván Duque como candidato por el Centro Democrático (CD). Conscientes de que del diseño de las encuestas depende que estas sean “Zenú” o de “carne de burro”, elaboramos un fuerte mecanismo que garantizara pulcritud y exactitud. Los precandidatos aprobaron las preguntas para que el votante libremente escogiera uno u otro candidato, después de descartar los de otros partidos. El sistema era una secuencia de encuestas quincenales, realizadas por dos firmas de primer orden para contrastar diferencias. Las firmas fueron inicialmente auditadas a fin de verificar que no tuvieran sesgos históricos o grandes errores. El universo muestral era el de las últimas elecciones, en ese caso los resultados del Centro Democrático, lo que obligó a elaborarlas en cerca de 50 ciudades en toda Colombia.
La metodología y universo eran iguales en las dos firmas para que los resultados de ambas se pudieran sumar y bajar el margen de error. Una tercera firma auditó TODAS las encuestas realizadas. En total, contactamos más de 50.000 colombianos, lo que contrasta con los 1.200 relacionados en las actuales encuestas y cuyos resultados anunciados con bombos y platillos terminan, en mi opinión, manipulando electores. El sistema permitía aclarar si un precandidato venía ganando puntos o estaba estancado. Teníamos mecanismos de resolución de conflictos y dudas que se resolvían antes de continuar con la siguiente encuesta. Esto de forma ponderada se complementó con una encuesta interna de militantes del partido. En este proceso definimos que cuando la diferencia entre el último y penúltimo fuera del doble del margen de error, se sacaba al colero, resultando un proceso más para descolar y converger, que para definir un puntero.
Al final la diferencia entre primero, Iván Duque, y Carlos Holmes (q. e. p. d.), fue también el doble del margen de error, quedando Iván Duque como candidato del CD, quien después, al medirse en consulta interpartidista en las elecciones de marzo del 2018, ganó ampliamente.
Con esos antecedentes, veo con claridad y preocupación cómo algunas encuestas inflan, desinflan y queman precandidatos, y cómo otros sin escrúpulos contratan encuestas de “carne de burro” para mostrar que en un partido o persona son los punteros, o cómo sacan al ruedo anticipadamente excelentes precandidatos para poder lograr que todos los dardos incluyendo el lawfare apunten a quemarlos anticipadamente.
Por eso, cada vez que veo una encuesta de esas me pregunto si es “Zenú” o de “carne de burro” y, sin tener nada en contra de los burros, siempre prefiero Zenú.