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¡Dios nos libre de la elección popular de alcaldes locales!

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Carlos Vicente De Roux
03 de septiembre de 2014 - 03:29 a. m.
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A los alcaldes locales los nombra el alcalde mayor a partir de una terna que elaboran los ediles, así que llegan amarrados al grupo mayoritario de la JAL.

Por otra parte, los instrumentos de gobierno en las localidades son escasos y débiles, me refiero a personal e implementos para hacer cumplir las normas. De hecho, sólo el 5% de los Fondos de Desarrollo Local se emplea para esto. El resto (casi $600.000 millones al año) se destina a proyectos repetitivos y de bajo impacto, en los que inciden la politiquería y la corrupción. Los alcaldes gastan su tiempo en manejar esos fondos, con descuido del gobierno local. Este modelo de descentralización necesita una cirugía radical. Habría que reducir los fondos de desarrollo y dedicarlos a financiar el gobierno local. Y habría que modificar la forma de seleccionar a los alcaldes locales.

Al respecto ha reflotado la propuesta de elegirlos por voto popular, algo que merece un examen de cerca. Las localidades están a medio camino de ser entes territoriales con margen de autonomía y ser sólo reparticiones del territorio para los fines de la administración de la ciudad. Pero ¿qué tan autónomas deben ser? La Corte Constitucional define la autonomía como la “capacidad de gestión independiente de los asuntos propios”. Pero ¿hasta qué punto tienen las localidades asuntos propios? Dada su aproximación con las demás localidades, la mayoría de problemas no son sólo de su territorio sino translocales, en consecuencia demandan soluciones translocales y no pueden ser con divorcio de lo que se hace en la ciudad.

De otro lado, quienes habitan las localidades sólo lo hacen a medias, pues allí tienen su residencia, pero seguro trabajan, hacen compras y se divierten en otras. El sentido de pertenencia es mínimo. Definitivamente, la gente sólo se siente ciudadana de su ciudad y vecina de su barrio. Por eso es grande la abstención en las elecciones de las JAL y casi nadie sabe cómo se llama su alcalde local. Podría decirse que también los problemas de los municipios son transmunicipales y que eso no es óbice para que se les reconozca autonomía. Cierto, pero estamos frente a una cuestión de grado, que se vuelve determinante. Geográfica y territorialmente los municipios son una cosa, y las localidades otra.

Hubo un breve período de transición, a comienzos de los 90, en que los alcaldes locales no podían ser destituidos —como ocurre hoy— por el alcalde mayor. Éste los citaba a reuniones y no iban. ¿Cómo puede manejarse bien la ciudad en esas condiciones? Los alcaldes locales deben ser agentes del alcalde mayor para aterrizar las funciones de gobierno. Si se los escoge por vías que les permitan declararse autónomos frente a él, se descuadernará la ejecución de las políticas públicas y la aplicación de la ley en los territorios.

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