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La educación superior está en mora de reinventarse. La creciente tasa de deserción de los estudiantes, debido no solamente a su impaciencia con respecto a los prolongados ciclos reglamentarios a fin de obtener un título profesional, sino igualmente a su anhelo de poder ingresar más pronto que tarde al mercado laboral, y así entrar en contacto con el mundo real que se halla fuera de sus claustros de acero y concreto, es parte de la explicación.
De otro lado, la inteligencia artificial, que llegó no sólo para quedarse, sino para continuar avanzando en proporciones geométricas, rompe con el protocolo de la enseñanza convencional in situ.
A pesar de la excelencia de los programas académicos que en la mayor parte de los centros de formación a niveles de pregrado y posgrado se adelantan con sumo rigor, el desconocimiento sobre la geografía y los territorios, sus carencias, sus reclamos, su cultura, sus potencialidades, su naturaleza, resulta ostensible entre la generalidad de los estudiantes.
He ahí el gran reto que representa la reinvención de nuestras universidades. Esto es, del método para cumplir cabalmente su misión en este nuevo tiempo, cual es forjar los mejores talentos humanos al servicio de la sociedad desde los territorios.
Por ende, hay que entender que sus campus no se pueden reducir al estrecho espacio físico que encierran sus muros, ni a las indispensables disciplinas académicas que hacen parte de la esencia de los pensum, sino que, adicionalmente, deben extenderse a la totalidad de las regiones que los circundan. O, incluso, a la misma extensión continental del país.
En suma, su área de influencia, o su ‘metro cuadrado’, debería ser el foco de referencia de cada centro de educación superior. Nuestra juventud, ávida de conocer y convivir con sus semejantes de la llamada Colombia profunda, recibiría con alborozo dicho derrotero.
Colombia cuenta con ejemplos pioneros que merecen destacarse. Sólo mencionaré tres.
- El programa Paz y Región de la Universidad de Ibagué, de iniciativa privada, inspirado en la experiencia de la Universidad Autónoma de Manizales. Consiste en la práctica, durante el último semestre, como requisito previo al grado, de prestar sus servicios a los municipios del departamento, ya sea a la alcaldía, a alguna dependencia suya, o a una organización comunitaria.
- Utopía, una maravillosa escuela de Agricultura localizada en Yopal, regentada por los hermanos lasallistas, que no abre sus puertas a quienes libremente deseen inscribirse, sino que busca y llega directamente a los lugares que han sido más afectados por la violencia, con el objetivo de seleccionar a quienes exhiban las más sobresalientes habilidades de liderazgo. El compromiso que los seleccionados asumen –cuarenta por ciento mujeres– es que al cabo de sus estudios deben regresar a sus lugares de origen para convertirse en agentes de cambio, desarrollo cultural y prosperidad material.
- El programa Agronegocios, Industria Alimentaria y Turismo de Naturaleza (ANeIA), de la facultad de Administración de la Universidad de los Andes, cuyo empeño es identificar y alentar a los jóvenes con comprobada pasión y vocación por el desarrollo rural, la agricultura y el cuidado y aprovechamiento responsable de la naturaleza.
La reinvención de las universidades de cara a los territorios y de espalada a los claustros con aire de confinamiento, es la clave de su futuro.
*Profesor de la Universidad de los Andes y ex codirector del Banco de la República.
