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Carta al Niño Dios

Carolina Botero Cabrera
24 de diciembre de 2021 - 05:00 a. m.

Con la ilusión de la infancia, esta es la época del año para hacer un balance y pensar un poco sobre el año que viene, el gobierno que se va, el que llega y los políticos que nos gobernarán. Al menos para hacerlo desde el deseo.

Para 2022 le pediría al Niño Dios que los procesos de participación del Estado fueran reales. Cómo sería de útil que consiguiera el compromiso del Estado de escuchar a la gente, dar plazos decentes, tomarse la molestia de revisar los comentarios e incluso indicar las razones para acogerlos o no. Que les enseñara metodologías inclusivas, ¡eso ya sería el colmo de la alegría!

Dirán que exagero, pero son muchos los ejemplos de malas prácticas de procesos participativos con este gobierno. Por eso les dejo unos ejemplos, aunque seguro me quedo corta, pero vale la pena registrarlos: la ley TIC, la política de economía naranja, la política nacional de Inteligencia Artificial, el Conpes de Propiedad Intelectual, la audiencia para evaluar excepciones y limitaciones al Derecho de Autor... y la lista sigue.

El 2022 será un año de elecciones y la tecnología será protagonista. Deseo que sirva para potenciar las voces de todas las personas y no para acallarlas. De una parte, estoy segura de que el Niño Dios me ayudaría a interceder porque las mujeres candidatas no sufran las violencias de la misoginia y el machismo que las lleva a la autocensura y a afectar su salud mental.

El hijo de Dios debe tener claro que esas acciones nos privan como sociedad de sus voces y por eso estoy confiada en que me ayudará a pedir y fortalecer espacios de veeduría y control a la tecnología. Es decir, creo que me apoya cuando pienso que no podemos quedarnos con la idea de que la tecnología garantiza por sí misma las elecciones.

En mi lista también está que impregne de espíritu navideño a nuestros gobernantes. Le pido que les ayude a aceptar que sus acciones están sometidas al escrutinio público. Deseo que se convenzan de que los proyectos de ley que regulan la libertad de expresión deben someterse a altos estándares de derechos humanos. Espero que el disgusto por ese aspecto a “baño público” que las redes pueden llegar a adquirir, no los aleje de posiciones democráticas.

En la rendición de cuentas del gobierno de Duque habrá fiesta porque Colombia logrará el 70% de conectividad. Espero que el Niño Dios le dé a este gobierno la humildad para reconocer que esa cifra tiene muchas lecturas y que el panorama en un mundo en transformación digital, en uno de los países más inequitativos del mundo, no es positivo, pues los grandes desafíos para que la tecnología sirva para todas las personas permanecen.

Si no queremos dejar a nadie atrás vale la pena que el gobierno piense en que los indicadores más importantes son los de la penetración de banda ancha, los datos sobre la ruralidad y una mirada profunda a la brecha digital en la diversidad de la población, no solo en términos del rango etario sino a la hora de profundizar en lo que sucede con las personas según su género, diversidad sexual, etnia, capacidades diversas y condiciones económica. Quizá solo el Niño Dios pueda hacer que los datos reflejen la complejidad de lo que es un problema más allá de la conectividad.

No sé si el Niño Dios sepa explicarles a los gobiernos los riesgos y el efecto en la confianza de las personas de la recolección masiva de datos personales. Pero mi deseo es que abra sus mentes a la necesidad de tener salvaguardias y controles, de no mirar exclusivamente con apetito las capacidades predictivas y en cambio usar filtros de derechos humanos para que efectivamente todos sus ejercicios contribuyan a la justicia social y al bienestar de sus poblaciones.

Quizá si los gobiernos hicieran verdaderos balances sobre sus situaciones de seguridad digital verían también las debilidades y riesgos de tener tantos datos. Los delincuentes del ransomware, un software que secuestra información y no la retorna hasta que se pague un rescate, están atacando muchos sistemas estatales y sé de buena fuente que el Niño Dios no puede hacer nada. Por eso me pregunto: ¿Qué tan conscientes son del riesgo?

No tengo muchas esperanzas en que la intervención divina haga que nuestros gobernantes entren en razón sobre la necesidad de actuar frente a los problemas sociales estructurales que provocan las protestas y que hacen que la represión y violencia aticen el fuego, pero quizá por eso está bien agregar el deseo a esta carta. La protesta será cada vez más digital y las garantías para su ejercicio serán un desafío en 2022.

Es en este punto es cuando me acuerdo de que el Niño Dios no existe y de que al final lo que tenemos que hacer es elegir dirigentes: son ellos y ellas en quienes debemos depositar la confianza. Son las personas de carne y hueso que toman las decisiones en nuestro país las que definen estos caminos. Lo que podemos hacer desde la sociedad civil es seguir investigando y participando en los espacios disponibles para visibilizar nuestras posiciones. Feliz Navidad y nos vemos en 2022 para seguir hablando de todos estos temas.

 

Humberto(10073)25 de diciembre de 2021 - 12:28 a. m.
Demasiado claro Masiao, las cosas técnicas no se dicen con cuatro palabras
hernando(26249)24 de diciembre de 2021 - 10:02 p. m.
Masiao largo pa lo q tenias q decir: se pierde el mensaje
PEDRO(90741)24 de diciembre de 2021 - 09:46 p. m.
Cuenta regresiva: faltan 226 días para que termine este gobierno derrochador de los recursos públicos. Colombia necesita unos dirigentes que sean honestos, transparentes y buenos administradores del erario.
Atenas(06773)24 de diciembre de 2021 - 12:03 p. m.
Cierto, estas son muy apropiadas épocas de navidad pa irnos en deseos, así a la postre resulten fallidos. Y como latinos somos muy dados a ello, a “pensar con el deseo”. Y cuántas frustraciones nos causan.
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