La ciencia abierta se ha convertido en el objeto del deseo de la política. Así, por ejemplo, en Colombia saltó al estrellato porque la OCDE ha hecho de estas políticas uno de los puntos de su lista de chequeo. Sin embargo, es frecuente también que los gobiernos hablen de ciencia abierta cuando en realidad se refieren a políticas de acceso abierto, donde incluyen unos pocos elementos de datos abiertos y en alguna esquina mencionan la ciencia ciudadana y participativa.
No hay una sola definición de ciencia abierta, pero adopto esta de Cientópolis para quienes están entrando en el tema: “Producir conocimiento científico de manera abierta y colaborativa dejando en libre disponibilidad tanto los instrumentos de trabajo como los resultados intermedios y finales que se obtienen a lo largo de ese proceso”. La ciencia abierta no es exclusiva de expertos e incluye la promesa de revolucionar la producción de conocimiento científico porque se dice que es más eficiente, democrática y tiene el potencial de atender mejor a las demandas sociales. Si esta promesa se cumple es la apuesta que muchos quieren hacer.
Esta visión tan corta limita el desarrollo de la ciencia abierta y evita reconocer el rol que puede jugar para construir ciudadanía y desarrollar democracias. Lo que no es menor si consideramos que América Latina necesita cualquier ayuda en esto ahora mismo.
Con el fin de apoyar a los gobiernos de la región, una treintena de activistas, académicos y practicantes de ciencia abierta nos reunimos en Panamá y trabajamos en un documento que busca aterrizar la ciencia abierta para los tomadores de decisiones en América Latina y el Caribe. La Declaración de Panamá de Ciencia Abierta (2018) enumera los elementos que deben incorporar sus iniciativas regulatorias y las estrategias que podrían desarrollar. Su versión inicial se presentó a los asistentes al Foro Abierto de Ciencias de América Latina y el Caribe (Cilac 2018).
Con el fin de reconocer que el proceso y la participación son importantes en ciencia abierta, esta Declaración se presenta como un documento vivo hasta mediados de diciembre. Durante este plazo, otros podrán aportar comentarios y sugerencias para asegurarnos de recoger la mayor cantidad de visiones de ciencia abierta.
La Declaración se construye a partir del “Manifiesto de ciencia abierta y colaborativa: hacia una ciencia abierta e inclusiva para el bienestar social y ambiental” de la Red de Ciencia Abierta y Colaborativa para el Desarrollo. Reconoce que la ciencia abierta es un concepto polisémico y que en esa pluralidad reside su especial fortaleza. La particularidad del documento es que se concentra en pensar en lo que podemos contarles a los hacedores de política pública para mejorar y apoyar su muy importante labor.
Creo que si quienes trabajamos de cerca en la ciencia abierta y conocemos su contexto logramos un consenso sobre elementos y estrategias, estaremos entregando una base sólida para un debate productivo local. Estos elementos y estrategias tienen sentido en lo local y es cada sociedad la que deberá implementarlas según sus propios contextos.
Creo que podemos explicar que no basta con tomar conceptos de países desarrollados y trasplantarlos a nuestras realidades, hace falta trabajar para que tengan sentido en lo local.
Muchas gracias a las mujeres y hombres que se sumaron a esta iniciativa y a las muchas otras personas que lo harán durante las próximas semanas. Estoy convencida de que nos une la confianza en que la ciencia es motor de la democracia, la libertad y la justicia social, especialmente en el momento histórico actual de la región.
La ciencia abierta se ha convertido en el objeto del deseo de la política. Así, por ejemplo, en Colombia saltó al estrellato porque la OCDE ha hecho de estas políticas uno de los puntos de su lista de chequeo. Sin embargo, es frecuente también que los gobiernos hablen de ciencia abierta cuando en realidad se refieren a políticas de acceso abierto, donde incluyen unos pocos elementos de datos abiertos y en alguna esquina mencionan la ciencia ciudadana y participativa.
No hay una sola definición de ciencia abierta, pero adopto esta de Cientópolis para quienes están entrando en el tema: “Producir conocimiento científico de manera abierta y colaborativa dejando en libre disponibilidad tanto los instrumentos de trabajo como los resultados intermedios y finales que se obtienen a lo largo de ese proceso”. La ciencia abierta no es exclusiva de expertos e incluye la promesa de revolucionar la producción de conocimiento científico porque se dice que es más eficiente, democrática y tiene el potencial de atender mejor a las demandas sociales. Si esta promesa se cumple es la apuesta que muchos quieren hacer.
Esta visión tan corta limita el desarrollo de la ciencia abierta y evita reconocer el rol que puede jugar para construir ciudadanía y desarrollar democracias. Lo que no es menor si consideramos que América Latina necesita cualquier ayuda en esto ahora mismo.
Con el fin de apoyar a los gobiernos de la región, una treintena de activistas, académicos y practicantes de ciencia abierta nos reunimos en Panamá y trabajamos en un documento que busca aterrizar la ciencia abierta para los tomadores de decisiones en América Latina y el Caribe. La Declaración de Panamá de Ciencia Abierta (2018) enumera los elementos que deben incorporar sus iniciativas regulatorias y las estrategias que podrían desarrollar. Su versión inicial se presentó a los asistentes al Foro Abierto de Ciencias de América Latina y el Caribe (Cilac 2018).
Con el fin de reconocer que el proceso y la participación son importantes en ciencia abierta, esta Declaración se presenta como un documento vivo hasta mediados de diciembre. Durante este plazo, otros podrán aportar comentarios y sugerencias para asegurarnos de recoger la mayor cantidad de visiones de ciencia abierta.
La Declaración se construye a partir del “Manifiesto de ciencia abierta y colaborativa: hacia una ciencia abierta e inclusiva para el bienestar social y ambiental” de la Red de Ciencia Abierta y Colaborativa para el Desarrollo. Reconoce que la ciencia abierta es un concepto polisémico y que en esa pluralidad reside su especial fortaleza. La particularidad del documento es que se concentra en pensar en lo que podemos contarles a los hacedores de política pública para mejorar y apoyar su muy importante labor.
Creo que si quienes trabajamos de cerca en la ciencia abierta y conocemos su contexto logramos un consenso sobre elementos y estrategias, estaremos entregando una base sólida para un debate productivo local. Estos elementos y estrategias tienen sentido en lo local y es cada sociedad la que deberá implementarlas según sus propios contextos.
Creo que podemos explicar que no basta con tomar conceptos de países desarrollados y trasplantarlos a nuestras realidades, hace falta trabajar para que tengan sentido en lo local.
Muchas gracias a las mujeres y hombres que se sumaron a esta iniciativa y a las muchas otras personas que lo harán durante las próximas semanas. Estoy convencida de que nos une la confianza en que la ciencia es motor de la democracia, la libertad y la justicia social, especialmente en el momento histórico actual de la región.