Empezó la vacunación, nos deben la transparencia
Colombia apuesta a ser referente en gobierno digital. Tenemos Ministerio TIC desde 2009 en una región donde todavía no existe en todos los países y ocupamos el tercer puesto en el índice de gobierno digital de la OCDE de 2019. Se trata de una política que sobrevive gobiernos y tendencias. Aún así, en la que es quizá una de las varas importantes con las que la historia medirá al gobierno Duque, decidieron que la forma de comunicar los datos de la vacunación para el Covid-19 es por Twitter y con imágenes. Evidenciando así que les falta conectar política con prácticas.
Con pocas vacunas tendremos un proceso a cuentagotas que hará que conseguir “la inmunidad de rebaño” en forma segura con ellas esté a muchos meses de distancia. Con esa escasez no podemos aplicar la exitosa estrategia chilena de habilitar múltiples sitios de vacunación y convocar a las personas con amplios criterios de edad o sector, tampoco podemos disponer de puntos de vacunación en centros comerciales como en Rusia o en las farmacias del barrio como en EE. UU. Acá, la estrategia es hacer fila por grupos priorizados con mucho detalle, que se vacunan en sitios concretos a horas determinadas.
Por eso importa la información sobre el orden de la fila y el sitio de la vacunación (ya hablé de Mi Vacuna), tanto como controlar que la gente no se cuele o las vacunas se refundan. Porque si se prueba esto y el Estado no actúa, se afectará la credibilidad y legitimidad del proceso, como ya pasa en el vecindario (Argentina, Ecuador o Perú).
Hoy en día quienes quieren hacer control o evaluar el proceso, desde el periodismo o la veeduría ciudadana, no la tienen fácil para encontrar los datos sobre la vacunación. A nivel nacional se distribuyen sobre todo fotos e historias personales, los datos hay que buscarlos diariamente en Twitter en la cuenta personal del ministro o en la cuenta del Ministerio de salud, y circulan en imágenes. No hay información en la página web del ministerio, ni se publican los “data sets” (conjuntos de datos abiertos) en el portal de datos abiertos. No hay datos abiertos, no hay reportes -ni en tiempo real ni en cortes periódicos-, tampoco hay archivo para consulta futura.
Localmente hay mejores prácticas. Bogotá, que ha hecho un esfuerzo por tener datos abiertos 24 horas sobre Covid-19, durante los dos días de vacunación publicó periódicamente comunicados de prensa dando datos en las redes sociales de la alcaldía, pero tampoco publicaron datos abiertos ni en el sitio web de la secretaría de salud, ni en la plataforma distrital de datos abiertos. Sí, fue más transparente pero no usando datos abiertos.
Un gobierno digital apostaría por entregar datos abiertos, porque los datos entregados de manera estructurada y libre para que cualquiera los acceda, use y vuelva a publicarlos sirven para cumplir los objetivos de este modelo, facilitar la transparencia, eficacia e innovación. Como mínimo ofrecería el mejor recurso de transparencia para las labores periodísticas y de veeduría ciudadana.
Teniendo datos abiertos sobre la vacunación cualquiera aportaría en la vigilancia de la eficacia del proceso, en reclamar el cumplimiento de las metas y también en entender la proporción de desperdicios y reasignación de dosis en la vacunación para evitar incluso suspicacias -hasta de las propias autoridades de control-, por diferencias que pueden derivarse de “gajes del oficio” en la vacunación.
Si se aplicara la ley de transparencia sobraría el reclamo, pero ante la ausencia de datos abiertos, vale la pena indicar que la necesidad va en aumento. A medida que lleguen más vacunas el proceso se masifica y crece la dificultad para hacerle seguimiento. Sin datos abiertos habrá frustración y desinformación.
Habría que aclarar que para el proceso de vacunación los datos abiertos deberían ser datos agregados que no identifiquen personas. El tema es que los datos sobre la salud de las personas son datos sensibles protegidos por la ley, por tanto los “data sets” de este proceso deben proteger los datos de las personas vacunadas.
En el mundo se discute si la emergencia justifica la recolección centralizada de los datos personales de vacunación para uso en investigación y se plantea que mientras no hay evidencia de que sirvan para avanzar la ciencia, sí crean riesgos de seguridad digital importantes. En Colombia, debido a la grave escasez de vacunas que obliga a un proceso de estricta fila priorizada, el debate además será si flexibilizar esa protección se justifica para enfrentar la creciente preocupación porque las personas privilegiadas se salten la fila.
Si el gobierno y las autoridades crean y aplican controles y sanciones efectivas, actuando rápido ante las denuncias sobre personas que se cuelan, también protegen los datos de todas las personas vacunadas. Porque si no pasa nada, periodistas y ciudadanía presionaran por conseguir las listas de personas vacunadas, como ya lo hacen en Manizales, para identificar a las personas coladas, y las terminan recibiendo incluso filtradas por la indignación ante la inacción del estado. En suma, el gobierno debe actuar con vigilancia y sanciones efectivas o la corrupción cobrará un costo desproporcionado, el precio serán nuestros datos sensibles.
Finalmente, facilitar ejercicios de transparencia puede también ayudar a identificar los sitios en donde se presenten irregularidades para mejorar allí los esfuerzos de vigilancia. Además porque aportan a actividades esenciales para construir la confianza del proceso en un país en el que siete de cada diez personas no creen en sus instituciones.
¿Cómo más convencemos al gobierno de que los datos abiertos de la vacunación no solo son una obligación legal, también son una obviedad para cualquier gobierno digital que se precie de serlo y una ventaja en un proceso que necesita la confianza de la gente?
Nota. La protesta es un derecho fundamental, la reforma al ESMAD una necesidad. Total solidaridad con el estudiante que perdió su ojo esta semana, pero lo más importante: no debió pasar, no puede volver a pasar.
Colombia apuesta a ser referente en gobierno digital. Tenemos Ministerio TIC desde 2009 en una región donde todavía no existe en todos los países y ocupamos el tercer puesto en el índice de gobierno digital de la OCDE de 2019. Se trata de una política que sobrevive gobiernos y tendencias. Aún así, en la que es quizá una de las varas importantes con las que la historia medirá al gobierno Duque, decidieron que la forma de comunicar los datos de la vacunación para el Covid-19 es por Twitter y con imágenes. Evidenciando así que les falta conectar política con prácticas.
Con pocas vacunas tendremos un proceso a cuentagotas que hará que conseguir “la inmunidad de rebaño” en forma segura con ellas esté a muchos meses de distancia. Con esa escasez no podemos aplicar la exitosa estrategia chilena de habilitar múltiples sitios de vacunación y convocar a las personas con amplios criterios de edad o sector, tampoco podemos disponer de puntos de vacunación en centros comerciales como en Rusia o en las farmacias del barrio como en EE. UU. Acá, la estrategia es hacer fila por grupos priorizados con mucho detalle, que se vacunan en sitios concretos a horas determinadas.
Por eso importa la información sobre el orden de la fila y el sitio de la vacunación (ya hablé de Mi Vacuna), tanto como controlar que la gente no se cuele o las vacunas se refundan. Porque si se prueba esto y el Estado no actúa, se afectará la credibilidad y legitimidad del proceso, como ya pasa en el vecindario (Argentina, Ecuador o Perú).
Hoy en día quienes quieren hacer control o evaluar el proceso, desde el periodismo o la veeduría ciudadana, no la tienen fácil para encontrar los datos sobre la vacunación. A nivel nacional se distribuyen sobre todo fotos e historias personales, los datos hay que buscarlos diariamente en Twitter en la cuenta personal del ministro o en la cuenta del Ministerio de salud, y circulan en imágenes. No hay información en la página web del ministerio, ni se publican los “data sets” (conjuntos de datos abiertos) en el portal de datos abiertos. No hay datos abiertos, no hay reportes -ni en tiempo real ni en cortes periódicos-, tampoco hay archivo para consulta futura.
Localmente hay mejores prácticas. Bogotá, que ha hecho un esfuerzo por tener datos abiertos 24 horas sobre Covid-19, durante los dos días de vacunación publicó periódicamente comunicados de prensa dando datos en las redes sociales de la alcaldía, pero tampoco publicaron datos abiertos ni en el sitio web de la secretaría de salud, ni en la plataforma distrital de datos abiertos. Sí, fue más transparente pero no usando datos abiertos.
Un gobierno digital apostaría por entregar datos abiertos, porque los datos entregados de manera estructurada y libre para que cualquiera los acceda, use y vuelva a publicarlos sirven para cumplir los objetivos de este modelo, facilitar la transparencia, eficacia e innovación. Como mínimo ofrecería el mejor recurso de transparencia para las labores periodísticas y de veeduría ciudadana.
Teniendo datos abiertos sobre la vacunación cualquiera aportaría en la vigilancia de la eficacia del proceso, en reclamar el cumplimiento de las metas y también en entender la proporción de desperdicios y reasignación de dosis en la vacunación para evitar incluso suspicacias -hasta de las propias autoridades de control-, por diferencias que pueden derivarse de “gajes del oficio” en la vacunación.
Si se aplicara la ley de transparencia sobraría el reclamo, pero ante la ausencia de datos abiertos, vale la pena indicar que la necesidad va en aumento. A medida que lleguen más vacunas el proceso se masifica y crece la dificultad para hacerle seguimiento. Sin datos abiertos habrá frustración y desinformación.
Habría que aclarar que para el proceso de vacunación los datos abiertos deberían ser datos agregados que no identifiquen personas. El tema es que los datos sobre la salud de las personas son datos sensibles protegidos por la ley, por tanto los “data sets” de este proceso deben proteger los datos de las personas vacunadas.
En el mundo se discute si la emergencia justifica la recolección centralizada de los datos personales de vacunación para uso en investigación y se plantea que mientras no hay evidencia de que sirvan para avanzar la ciencia, sí crean riesgos de seguridad digital importantes. En Colombia, debido a la grave escasez de vacunas que obliga a un proceso de estricta fila priorizada, el debate además será si flexibilizar esa protección se justifica para enfrentar la creciente preocupación porque las personas privilegiadas se salten la fila.
Si el gobierno y las autoridades crean y aplican controles y sanciones efectivas, actuando rápido ante las denuncias sobre personas que se cuelan, también protegen los datos de todas las personas vacunadas. Porque si no pasa nada, periodistas y ciudadanía presionaran por conseguir las listas de personas vacunadas, como ya lo hacen en Manizales, para identificar a las personas coladas, y las terminan recibiendo incluso filtradas por la indignación ante la inacción del estado. En suma, el gobierno debe actuar con vigilancia y sanciones efectivas o la corrupción cobrará un costo desproporcionado, el precio serán nuestros datos sensibles.
Finalmente, facilitar ejercicios de transparencia puede también ayudar a identificar los sitios en donde se presenten irregularidades para mejorar allí los esfuerzos de vigilancia. Además porque aportan a actividades esenciales para construir la confianza del proceso en un país en el que siete de cada diez personas no creen en sus instituciones.
¿Cómo más convencemos al gobierno de que los datos abiertos de la vacunación no solo son una obligación legal, también son una obviedad para cualquier gobierno digital que se precie de serlo y una ventaja en un proceso que necesita la confianza de la gente?
Nota. La protesta es un derecho fundamental, la reforma al ESMAD una necesidad. Total solidaridad con el estudiante que perdió su ojo esta semana, pero lo más importante: no debió pasar, no puede volver a pasar.