Impacto de redes sociales durante las protestas
Empiezo por condenar la violencia en contra de cualquier persona, sin importar si son manifestantes o si forman parte de la fuerza pública. También reconozco que las relaciones entre distintos sectores sociales, el sector privado, medios de comunicación, fuerza pública y autoridades no suceden en condiciones de igualdad. Por eso, como simple espectadora me parece imposible imaginar un escenario donde debo entender lo que sucede en mi país sin las redes sociales, sin la capacidad que las voces allí me dan para hacer mi propia lectura del contexto. Solo por eso, ¡larga vida a las redes sociales!
Cuando nacieron las redes sociales esperábamos que fueran instrumentos democráticos donde la voz de los medios o de la gente tuviera cabida en igualdad de condiciones. Ya no se trataba de la voz de una persona llegando a muchas más, eran muchas voces que encontraban su camino hacia muchos oídos atentos. El romanticismo duró poco. A medida que más personas usaban las redes, se trasladaron a ellas los problemas de violencia, intolerancia, fraude, polarización y manipulación, que han existido en los espacios públicos. Con ello, su credibilidad se puso en entredicho. ¿Cómo asegurarnos que allí se dice “la verdad”?
Por un viaje de trabajo, esta semana me tocó vivir desde la distancia la protesta y puedo decir que el momento de crisis se vive y se cuenta sobre todo en las redes sociales. A pesar del descrédito por sus múltiples problemas, no les ha ido mal en Colombia. De hecho, no me puedo imaginar este momento sin ellas, sin las muchas verdades que nos cuentan.
La gente corre a las redes para enterarse de lo que sucede, porque allí se cuenta. Los políticos y figuras públicas transmiten sus mensajes directamente por esta vía. Quienes leemos vamos después a los medios para validar información, confirmar datos, pero también para confrontar lo que dicen. Los cuestionamientos sobre la forma como titulan o abordan una noticia y la revisión sobre los hechos y perspectivas que presentan los medios está bajo constante escrutinio en redes.
En una realidad tan compleja como la que está viviendo el país esta semana, las redes se polarizaron, ofrecieron verdades a medias y simplificaron o amplificaron miedos según el origen del mensaje, los bots también estuvieron. Sin embargo, las redes también son fuente de mucha información sobre lo que sucede en tiempo real, diversidad de opiniones que informan las varias lecturas de un mismo hecho, análisis informados de temas técnicos y contención social para procesos tóxicos. En las redes se cuenta lo que pasa y se opina, pero hay un interés por que esta información escale a los medios donde se valida como noticia. Los dos canales se retroalimentan y eso es evidente en esta crisis.
Sí, las iniciativas de desinformación han debido trabajar a marchas forzadas. Sin perder de vista que las redes son reflejo de lo que sucede en la calle, hay que reconocer que no han sido la gran cloaca que todas las personas abandonaron porque huele tan mal que no es posible estar allí. Al contrario, han sido referente necesario de la información y muestran que es posible tener audiencias preparadas que pueden lidiar con la complejidad. Así, por ejemplo, mientras los grandes medios se concentran en historias indignantes, en las redes podemos encontrar más diversidad y, con atención y cuidado, ver una imagen más completa del proceso.
En Colombia, las redes enfrentan problemas como los ya descritos, pero además está el hecho de que vivimos en un país donde poco sabemos de lo que pasa fuera de los grandes centros urbanos. Para más de 20 millones de personas, que son la gran preocupación del gobierno en términos de conectividad, lo que más cuenta son los esfuerzos analógicos porque no solo no tienen internet, sino que muchas veces donde viven no hay medios de comunicación tradicionales. Para estas personas el derecho a acceder a la información no está garantizado, ellas viven estos momentos de gran incertidumbre por su propia cuenta y riesgo.
Las redes sociales no son la panacea, pero habilitan y permiten el ejercicio de la libertad de expresión se equivocan quienes creen que estamos mejor sin ellas.
Si las redes son su voz, cuide esa voz. Esta semana aparecieron mensajes contra Duque en cuentas de Twitter que parecían ser del Consejo Superior de la Judicatura y del Aeropuerto de El Dorado. No sabemos si fueron hackeadas o suplantadas porque los mensajes problemáticos provienen de cuentas con nombres muy parecidos (solo difieren de los originales en un guion bajo al final del nombre), en todo caso que las respuestas se mantienen en las redes de las cuentas afectadas. Para evitar el hackeo adopte medidas de seguridad digital como una fuerte y única contraseña y active la verificación de dos pasos.
Empiezo por condenar la violencia en contra de cualquier persona, sin importar si son manifestantes o si forman parte de la fuerza pública. También reconozco que las relaciones entre distintos sectores sociales, el sector privado, medios de comunicación, fuerza pública y autoridades no suceden en condiciones de igualdad. Por eso, como simple espectadora me parece imposible imaginar un escenario donde debo entender lo que sucede en mi país sin las redes sociales, sin la capacidad que las voces allí me dan para hacer mi propia lectura del contexto. Solo por eso, ¡larga vida a las redes sociales!
Cuando nacieron las redes sociales esperábamos que fueran instrumentos democráticos donde la voz de los medios o de la gente tuviera cabida en igualdad de condiciones. Ya no se trataba de la voz de una persona llegando a muchas más, eran muchas voces que encontraban su camino hacia muchos oídos atentos. El romanticismo duró poco. A medida que más personas usaban las redes, se trasladaron a ellas los problemas de violencia, intolerancia, fraude, polarización y manipulación, que han existido en los espacios públicos. Con ello, su credibilidad se puso en entredicho. ¿Cómo asegurarnos que allí se dice “la verdad”?
Por un viaje de trabajo, esta semana me tocó vivir desde la distancia la protesta y puedo decir que el momento de crisis se vive y se cuenta sobre todo en las redes sociales. A pesar del descrédito por sus múltiples problemas, no les ha ido mal en Colombia. De hecho, no me puedo imaginar este momento sin ellas, sin las muchas verdades que nos cuentan.
La gente corre a las redes para enterarse de lo que sucede, porque allí se cuenta. Los políticos y figuras públicas transmiten sus mensajes directamente por esta vía. Quienes leemos vamos después a los medios para validar información, confirmar datos, pero también para confrontar lo que dicen. Los cuestionamientos sobre la forma como titulan o abordan una noticia y la revisión sobre los hechos y perspectivas que presentan los medios está bajo constante escrutinio en redes.
En una realidad tan compleja como la que está viviendo el país esta semana, las redes se polarizaron, ofrecieron verdades a medias y simplificaron o amplificaron miedos según el origen del mensaje, los bots también estuvieron. Sin embargo, las redes también son fuente de mucha información sobre lo que sucede en tiempo real, diversidad de opiniones que informan las varias lecturas de un mismo hecho, análisis informados de temas técnicos y contención social para procesos tóxicos. En las redes se cuenta lo que pasa y se opina, pero hay un interés por que esta información escale a los medios donde se valida como noticia. Los dos canales se retroalimentan y eso es evidente en esta crisis.
Sí, las iniciativas de desinformación han debido trabajar a marchas forzadas. Sin perder de vista que las redes son reflejo de lo que sucede en la calle, hay que reconocer que no han sido la gran cloaca que todas las personas abandonaron porque huele tan mal que no es posible estar allí. Al contrario, han sido referente necesario de la información y muestran que es posible tener audiencias preparadas que pueden lidiar con la complejidad. Así, por ejemplo, mientras los grandes medios se concentran en historias indignantes, en las redes podemos encontrar más diversidad y, con atención y cuidado, ver una imagen más completa del proceso.
En Colombia, las redes enfrentan problemas como los ya descritos, pero además está el hecho de que vivimos en un país donde poco sabemos de lo que pasa fuera de los grandes centros urbanos. Para más de 20 millones de personas, que son la gran preocupación del gobierno en términos de conectividad, lo que más cuenta son los esfuerzos analógicos porque no solo no tienen internet, sino que muchas veces donde viven no hay medios de comunicación tradicionales. Para estas personas el derecho a acceder a la información no está garantizado, ellas viven estos momentos de gran incertidumbre por su propia cuenta y riesgo.
Las redes sociales no son la panacea, pero habilitan y permiten el ejercicio de la libertad de expresión se equivocan quienes creen que estamos mejor sin ellas.
Si las redes son su voz, cuide esa voz. Esta semana aparecieron mensajes contra Duque en cuentas de Twitter que parecían ser del Consejo Superior de la Judicatura y del Aeropuerto de El Dorado. No sabemos si fueron hackeadas o suplantadas porque los mensajes problemáticos provienen de cuentas con nombres muy parecidos (solo difieren de los originales en un guion bajo al final del nombre), en todo caso que las respuestas se mantienen en las redes de las cuentas afectadas. Para evitar el hackeo adopte medidas de seguridad digital como una fuerte y única contraseña y active la verificación de dos pasos.