La participación política de las mujeres pasa por evitar la violencia digital
La discriminación y la violencia contra las mujeres se exacerbó en la pandemia. Y con la aceleración digital, los efectos y riesgos de estas conductas en la vida de las mujeres han aumentado. Dado que esta violencia tiene el propósito de disminuir la participación y visibilidad de las mujeres en el espacio público digital y, sobre todo, de impedir su participación en el debate público, es necesario poner atención al 2022.
“La violencia digital es aquella facilitada por las tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) y que, como cualquier otra forma de violencia de género, busca mantener a las mujeres en los roles tradicionalmente asignados a ellas: a cargo de las tareas domésticas y de cuidado; sin participación en la esfera pública ni en el manejo de sus finanzas; sin control sobre su sexualidad, obedientes y pudorosas.”
Si el propósito es sacar a las mujeres del debate público, la violencia digital tiene especial impacto en quienes se dedican a la política. Las mujeres que deciden participar en esta parecen estar condenadas a someterse a más agresiones que los hombres. Además, como ya ha sucedido con otras violencias, las agresiones políticas también se han trasladado al entorno digital. Mientras los hombres son insultados o reciben acusaciones vergonzosas en línea, a las mujeres, además, se les acosa, se les agrede en un contexto altamente sexualizado y se les trata con amenazas violentas -no sólo contra ellas, también contra su familia más cercana-.
Las consecuencias son devastadoras. Además de generar angustia y temor porque se concreten las amenazas, frecuentemente el mecanismo de protección es la autocensura de las víctimas, como en cualquier caso de violencia digital.
En el marco de una contienda electoral, las consecuencias que genera la violencia digital no solo afectan la libertad de expresión individual de la mujer -incluso de su familia- que la sufre, también impactan la dimensión colectiva, pues cuando las silencian se nos priva como sociedad de su voz. El impacto en la democracia es, por tanto, mayúsculo.
Los estudios sobre la violencia política contra las mujeres son varios, y muchos tienen su foco en América Latina, pero es solo recientemente que se ha empezado a mirar la dimensión del problema en línea.
Atender la violencia digital política contra las mujeres durante las elecciones es especialmente significativo: supone sensibilizar a la sociedad sobre el tema y buscar entender el problema para que las mujeres también aprendan a enfrentarlo. En México y en Ecuador investigaron lo sucedido durante las últimas elecciones en esos países.
El informe de México identifica hasta 13 tipos de violencias que sufren las mujeres en las elecciones, mostrando su sistematicidad e impactos. En el caso de Ecuador me parecen especialmente interesantes las recomendaciones: hablan de la necesidad de actuar sobre la cultura para deconstruir las expresiones violentas; de la importancia de apoyar a las mujeres para prevenir y responder a estas acciones; y de la urgencia por evitar la impunidad buscando mecanismos que permitan condenar estas acciones.
Me interesa resaltar además que el informe de Ecuador indica cómo los partidos políticos tienen un rol especial en este campo, y también una mayor responsabilidad. Los partidos deben implementar mecanismos de respuesta a las denuncias, acompañar los procesos y no abandonar a la mujer una vez elegida para un cargo público. Al contrario, recalcan la importancia de ese acompañamiento, que es lo que dará sostenibilidad a las carreras políticas de las mujeres.
No hace mucho, les conté cómo las deep fakes son una amenaza latente para las mujeres que se atreven a ocupar el espacio público (mujeres actrices y políticas son víctimas frecuentes de este tipo de violencia digital, por ejemplo) y eso me hace pensar en la impredictibilidad de lo que les espera a las candidatas en 2022 en Colombia, a todos los niveles, incluida la presidencia.
No sabemos lo que sucederá en las próximas elecciones: solo sabemos que a las muchas dificultades que enfrentan las mujeres para tener una carrera en política se suma la necesidad de aprender a desarrollar resistencia a múltiples formas de violencia, y eso no debería ser así. La pregunta entonces es: ¿qué más podemos hacer para garantizar la participación femenina en la política colombiana?
Nota: Con el paso del tiempo se van caracterizando las diferentes formas de la violencia digital contra las mujeres. En el marco de los 16 días de activismo contra la violencia de género, que empezaron el pasado 25 de noviembre, Karisma -donde trabajo- lanzó un Glosario sonoro de violencias digitales, que, con ejemplos, busca ayudar a las mujeres a identificar y enfrentar estas nuevas amenazas en el entorno digital.
La discriminación y la violencia contra las mujeres se exacerbó en la pandemia. Y con la aceleración digital, los efectos y riesgos de estas conductas en la vida de las mujeres han aumentado. Dado que esta violencia tiene el propósito de disminuir la participación y visibilidad de las mujeres en el espacio público digital y, sobre todo, de impedir su participación en el debate público, es necesario poner atención al 2022.
“La violencia digital es aquella facilitada por las tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) y que, como cualquier otra forma de violencia de género, busca mantener a las mujeres en los roles tradicionalmente asignados a ellas: a cargo de las tareas domésticas y de cuidado; sin participación en la esfera pública ni en el manejo de sus finanzas; sin control sobre su sexualidad, obedientes y pudorosas.”
Si el propósito es sacar a las mujeres del debate público, la violencia digital tiene especial impacto en quienes se dedican a la política. Las mujeres que deciden participar en esta parecen estar condenadas a someterse a más agresiones que los hombres. Además, como ya ha sucedido con otras violencias, las agresiones políticas también se han trasladado al entorno digital. Mientras los hombres son insultados o reciben acusaciones vergonzosas en línea, a las mujeres, además, se les acosa, se les agrede en un contexto altamente sexualizado y se les trata con amenazas violentas -no sólo contra ellas, también contra su familia más cercana-.
Las consecuencias son devastadoras. Además de generar angustia y temor porque se concreten las amenazas, frecuentemente el mecanismo de protección es la autocensura de las víctimas, como en cualquier caso de violencia digital.
En el marco de una contienda electoral, las consecuencias que genera la violencia digital no solo afectan la libertad de expresión individual de la mujer -incluso de su familia- que la sufre, también impactan la dimensión colectiva, pues cuando las silencian se nos priva como sociedad de su voz. El impacto en la democracia es, por tanto, mayúsculo.
Los estudios sobre la violencia política contra las mujeres son varios, y muchos tienen su foco en América Latina, pero es solo recientemente que se ha empezado a mirar la dimensión del problema en línea.
Atender la violencia digital política contra las mujeres durante las elecciones es especialmente significativo: supone sensibilizar a la sociedad sobre el tema y buscar entender el problema para que las mujeres también aprendan a enfrentarlo. En México y en Ecuador investigaron lo sucedido durante las últimas elecciones en esos países.
El informe de México identifica hasta 13 tipos de violencias que sufren las mujeres en las elecciones, mostrando su sistematicidad e impactos. En el caso de Ecuador me parecen especialmente interesantes las recomendaciones: hablan de la necesidad de actuar sobre la cultura para deconstruir las expresiones violentas; de la importancia de apoyar a las mujeres para prevenir y responder a estas acciones; y de la urgencia por evitar la impunidad buscando mecanismos que permitan condenar estas acciones.
Me interesa resaltar además que el informe de Ecuador indica cómo los partidos políticos tienen un rol especial en este campo, y también una mayor responsabilidad. Los partidos deben implementar mecanismos de respuesta a las denuncias, acompañar los procesos y no abandonar a la mujer una vez elegida para un cargo público. Al contrario, recalcan la importancia de ese acompañamiento, que es lo que dará sostenibilidad a las carreras políticas de las mujeres.
No hace mucho, les conté cómo las deep fakes son una amenaza latente para las mujeres que se atreven a ocupar el espacio público (mujeres actrices y políticas son víctimas frecuentes de este tipo de violencia digital, por ejemplo) y eso me hace pensar en la impredictibilidad de lo que les espera a las candidatas en 2022 en Colombia, a todos los niveles, incluida la presidencia.
No sabemos lo que sucederá en las próximas elecciones: solo sabemos que a las muchas dificultades que enfrentan las mujeres para tener una carrera en política se suma la necesidad de aprender a desarrollar resistencia a múltiples formas de violencia, y eso no debería ser así. La pregunta entonces es: ¿qué más podemos hacer para garantizar la participación femenina en la política colombiana?
Nota: Con el paso del tiempo se van caracterizando las diferentes formas de la violencia digital contra las mujeres. En el marco de los 16 días de activismo contra la violencia de género, que empezaron el pasado 25 de noviembre, Karisma -donde trabajo- lanzó un Glosario sonoro de violencias digitales, que, con ejemplos, busca ayudar a las mujeres a identificar y enfrentar estas nuevas amenazas en el entorno digital.