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La tecnología en la guerra, preguntas para enfrentar la indiferencia

Carolina Botero Cabrera
11 de mayo de 2024 - 05:00 a. m.
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En una investigación de The Guardian titulada “Guerras de drones: los jugadores reclutados para matar”, uno de los entrevistados recuerda que la psicología ya comprobó que “cuanto más alejados estemos de la víctima, más probable será que actuemos con dureza… la distancia crea indiferencia”. La tecnología es útil en las guerras para crear esa distancia de muchas maneras, pero no es lo único.

En el documental periodistas, militares, académicos y pilotos -estos últimos reclutados entre jugadores de video juegos-, muestran cómo los drones se usan como armas y explican cómo la distancia con la víctima y las narrativas de ataque al terrorismo deshumanizan al “enemigo”. Ahora bien, como los jugadores de videojuegos usan sobre todo los drones conocidos como FPV (first person view - vista de primera persona), ven en realidad virtual lo que está frente al aparato. Es decir, a pesar de la distancia física no se ahorran el trauma, pues se estrellan virtualmente de frente con el objetivo o ven con detalle la cara de terror de las personas que van a impactar. La distancia puede ser relativa.

En un artículo de Wired explican que el uso de los drones en Ucrania cambió la forma de hacer la guerra. No hay antecedentes de un conflicto donde se haya usado tal cantidad de pequeños drones comerciales, de los que cualquiera compra, para propósitos diferentes a los de su fabricación. Los usan los ejércitos como armas, pero también para revisar edificios destruidos, evaluar daños en la infraestructura eléctrica o hacer inteligencia -recabando información para sus estrategias-. Los usan los medios y el personal humanitario para explorar ciudades arrasadas y la sociedad civil para documentar crímenes de guerra. Hablemos de algunos aspectos del uso militar y civil de tecnología en los conflictos.

Wired cuenta que los pequeños drones comerciales más usados en Ucrania son los de la empresa china DJI que terminó como proveedora de los dos países aparentemente sin quererlo y sin poder evitarlo. Ucrania acusó a DJI de permitir a Rusia usar el sistema de detección de drones de la empresa para ubicar las tropas ucranianas. La empresa lo niega, afirma que su producto no es para uso militar. DJI ha dicho que “aborrece cualquier uso de nuestros drones para causar daño y (por eso) estamos suspendiendo temporalmente las ventas en estos países para ayudar a garantizar que nadie use nuestros drones en combate”, además se ha negado a hacerles ajustes útiles en lo militar. Pero, ¿Puede evitarlo realmente? ¿Cómo puede esta empresa -si lo quisiera- cumplir con sus deberes de promoción de los derechos humanos?

Como los drones usan el espectro electromagnético, allí hay otra guerra invisible. Los drones para funcionar dependen de señales satelitales y de radio que, por ejemplo, pueden ser interferidas por inhibidores (o jammers). Estos son equipos capaces de llenar de ruido o información errónea una frecuencia de transmisión impidiendo que la información útil sea recibida. El dron queda inútil al ser incapaz de diferenciar entre las señales trampa y la real. Según su potencia, pueden bloquear la señal satelital de GPS o entorpecer la de radio. Ahora bien, el inhibidor generalmente no distingue señales, la interferencia puede afectar no solo a los drones, también misiles o señales de internet. El reto de detener los drones en una guerra crece y sus consecuencias también: para neutralizarlos en zonas de guerra en el medio oriente usan interferencias más fuertes que la de los inhibidores, se trata de GPS spoofing. Esta es una técnica para engañar sistemas electrónicos de navegación que tiene capacidad para afectar aviones. Es un riesgo para la aviación comercial. ¿Cómo garantizar que la narrativa de uso y regulación del espectro electromagnético en un conflicto vaya más allá de los temas militares para abarcar los civiles también?

El artículo de Wired cierra con una pregunta para el derecho internacional humanitario. Sugiere que como con los pequeños drones comerciales quien pilotea está relativamente cerca del aparato, esto aumenta su exposición y el riesgo de ser descubierto. Considerando que en el aire todos los drones son iguales aunque algunos son usados por militares no parece importar que haya otros de uso civil piloteados por periodistas, personas que dan apoyo humanitario y defensores de derechos humanos. Estas personas no son objetivos legítimos en una guerra. Corresponde seguir hablando sobre cómo identificar la afiliación de un dron en el contexto de una guerra, pensar en algo equivalente a la placa y símbolos distintivos de los vehículos humanitarios y de prensa en conflictos por ejemplo, pero adaptado a las características de los drones.

Más allá de los drones, el uso de tecnología civil por los militares en una guerra está sobre el tapete debido al Proyecto Nimbus. Es un proyecto de Israel para proporcionar al Estado servicios de la nube de Google y de Amazon -desde videoconferencia con Google Meet hasta sofisticadas herramientas de aprendizaje automático- que los medios mostraron se usa también para fines militares. Por disposiciones del contrato, las empresas no pueden suspender los servicios por presiones o boicots, tampoco pueden negarlos a ciertas entidades gubernamentales. El uso militar ha detonado protestas civiles y revueltas de trabajadores de las empresas. Google dijo que el contrato es para temas financieros, de salud, transporte o educación no para información sensible o clasificada, para esa empresa son los clientes quienes deben cumplir con los términos de servicio que prohíben usarlos para violar los derechos humanos o participar en actos de violencia.

El escándalo aumentó cuando se conoció un documento en el que se establece que este servicio no solo es usado por entidades públicas, en la lista hay dos empresas fabricantes de armas de ese país (Israel Aerospace Industries y Rafael Advanced Defense Systems).

La tecnología es ante todo una herramienta, su uso en una guerra difícilmente se ajusta a las fronteras del uso civil y el militar. Aunque las empresas marquen distancia del uso militar -como cuando declaran que sus productos son solo para uso civil-, con o sin intención pueden terminar involucradas en una guerra en la que las víctimas están más lejos, más ignoradas, y se vuelven cada vez más tan solo datos indiferentes.

Quisiera que no fuera así, pero es difícil que DJI, Amazon o Google cambien la situación solo con declaraciones. En las guerras todas las partes necesitan tecnología y usarán la que esté disponible siendo el precio una característica determinante. No es nada nuevo, IBM proveyó tecnología a Hitler y a Franco que necesitaban procesar grandes cantidades de información. Entonces, ¿hay que cruzar los brazos? No, se pueden buscar respuestas para otra pregunta: ¿Cuáles son los mecanismos de rendición de cuentas, seguimiento y responsabilidad en el uso de tecnología que debe implementarse según el rol de cada actor? En relación con las empresas Amnistía Internacional hablando del proyecto Nimbus recordó que las “que se involucren en negocios que puedan impactar a la población palestina en Gaza o fuera de ella en situación de apartheid, deben cumplir con su responsabilidad teniendo una mayor diligencia en materia de derechos humanos a lo largo de todo el ciclo de vida de sus productos”. Hay que seguir hablando de esto.

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