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Tragicomedia en el Transmilenio
La reciente tragicomedia de una mujer que quedó atrapada bajo una puerta del Transmilenio por tratar de evadir el pago de su pasaje hace parte del drama del transporte urbano en Bogotá y del país en general, donde pedimos a gritos y con urgencia, un metro funcional y trenes de cercanías decentes. Mucha gente no tiene otra opción sino movilizarse en un servicio excesivamente lleno, plagado de problemas, incluida una histórica corrupción, sobrecostos e inseguridad, que no da abasto para la ciudad, y que se ha convertido en un mercado de informales tratando de vender sus productos o mendigar en los puentes de acceso o dentro de los articulados. El uso de motos, de carros, de taxis y de servicios privados de transporte se ha incrementado creando mayor caos en la ciudad, que ningún pico y placa resuelve. Por diversas razones, muchas personas arriesgan sus vidas diariamente tratando de colarse cruzando avenidas y atravesándose a vehículos en movimiento. Una persona que apenas viaje dos veces al día, en un mes se gastaría $186.000 pesos. Esto es un gasto grande para quien gana un salario mínimo de $1,300.000 y tiene que sostener a varios integrantes. Existen pequeños subsidios del 15 % para personas con Sisbén y para adultos mayores. Se ha pensado que la solución a este problema es la instalación de puertas especiales, como la que intentó cruzar sin pagar la señora del video.
Pero veamos qué alternativas ofrecen otras ciudades para mejorar la calidad del transporte. Existen pases mensuales o semanales ilimitados que ofrecen buenos descuentos y en algunos casos se usa el mismo pase para salir del sistema, pues la tarifa es por distancia recorrida. Nueva York y Washington están experimentando con líneas de buses gratis, que ya existieron durante la pandemia. Boston, Baltimore, y Chapel Hill, por nombrar algunas en Estados Unidos que ya no requieren pago, son financiadas con impuestos y con apoyos comerciales. Nueva York también es famosa por la evasión del pago de pasajes, aunque ya no es un crimen hacerlo. Las ciudades que no cuentan con transporte público dejan aisladas a persona mayores, discapacitadas y otras que no pueden conducir. En la ciudad de México los adultos de más de sesenta años, debidamente acreditados, entran gratis en el metro, y para evitar el acoso sexual hay espacios reservados solo para mujeres. También, muchas universidades y empresas ofrecen servicio gratuito para empleados y estudiantes en el mundo. En el caso de Corea del Sur, los mayores de 65 viajan gratis, por lo que se han vuelto una presencia constante, saliendo de sus casas, viajando de un lado a otro, e incluso trabajando en el servicio plateado, como repartidores de flores y paquetes menores, ganado ingresos extras. Muchas ciudades europeas, australianas y algunas brasileñas ya ofrecen transporte gratis para mejorar la calidad del aire y la vida de la gente. Otras ciudades prestan servicio gratuito cuando hay tormentas, o en fechas especiales como en los días sin carro y para honrar el Día de la Tierra; y los trenes y buses tienen adecuaciones para sillas de ruedas, bicicletas, equipajes y mascotas. Estamos a años luz de esos avances.
Está comprobado que el servicio de transporte gratis desincentiva el uso del automóvil, reduce la polución, la congestión y el ruido que, en el caso de Bogotá, han aumentado con el tránsito de cada vez más numerosas motocicletas. También facilita un acceso más rápido sin registradoras, y una mayor movilidad a personas de bajos recursos, e incluso disminuye la deserción escolar causada por falta de transporte. Las desventajas van principalmente para los accionistas privados que se lucran con el sistema y quieren invertir lo mínimo en su funcionamiento. Esto ya se ha visto en Colombia con la destrucción de los tranvías, los trolleys, y la red de trenes que favoreció a compañías privadas de transporte local e intermunicipal, que nunca estuvieron interesadas en la modernización de la red vial ni del transporte férreo. Y acá me detengo, pues si no pasamos al escabroso tema de la red vial del país. Espero que la pobre señora que quedó atrapada no se haya lastimado mucho y que algún día podamos disfrutar de un transporte público adecuado y digno.
Patricia Tovar, antropóloga
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