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A propósito de una columna

Cartas de los lectores
23 de septiembre de 2024 - 05:05 a. m.

No me opongo al progreso expresado en grandes obras de infraestructura ni me opongo sistemáticamente a la transformación de paisajes naturales en zonas industriales o de explotación de recursos naturales, pero sí creo que debemos ir dejando atrás el modelo de desarrollo del siglo XX, que nunca ha sumado al costo de un proyecto el valor del daño ecológico y de los perjuicios a las comunidades, conduciendo así a una rentabilidad falsificada para beneficio de los inversionistas.

Sin duda Puerto Antioquia traerá beneficios al país (Daniel Mera, “Oportunidad de Colombia con Puerto Antioquia y Turbo”, El Espectador, 16 de septiembre de 2024), pero creo que no es consecuente extrapolar los logros de este proyecto a la situación de la región del Pacífico, en particular a la construcción de una vía de Popayán a Guapi. El argumento más importante es el grave daño que causaría esta vía a una región escasamente poblada que es considerada reserva biológica sin par en el planeta. Además, la zona costera en la mitad meridional de la costa colombiana del Pacífico —desde Buenaventura hasta la frontera con el Ecuador— es notablemente pantanosa y está irrigada por caudalosos ríos que traen mucho sedimento de la cordillera occidental, situación que dificulta enormemente la construcción de un puerto de aguas profundas en el área. La misma densa red de ríos caudalosos y de esteros creados en sus desembocaduras presenta, a la vez que un obstáculo muy difícil de rendir en la construcción de una carretera, una oportunidad extraordinaria para convertir la región en una zona ideal para el desarrollo de una agricultura artesanal única como de turismo ecológico sin par en el continente. Además, si Colombia no ha logrado en doscientos años construir una red de caminos terciarios que acerquen a los campesinos a los centros industriales y de acopio, ¿cuántos siglos deberán pasar para que la región Pacífica, poco poblada, selvática, pantanosa, montañosa y entrecruzada de ríos, esteros y quebradas, esté cubierta por una red que beneficie a un porcentaje considerable de sus campesinos?

Sobre todo cuando la región ya tiene en su densa red fluvial las vías de comunicación que unen a todas sus comunidades. Lo que hace falta es desarrollar la troncal que ate esa red con la red nacional de carreteras, abruptamente interrumpida en Buenaventura y Tumaco. ¿Por qué en lugar de pensar en una carretera que solo beneficiaría a las comunidades a su paso, no pensamos en desarrollar un servicio de ferris que transiten regularmente a lo largo de la costa comunicando las comunidades costeras, todas construidas en las desembocaduras de los ríos, y un servicio de alimentadores fluviales que traigan y lleven pasajeros y carga desde las estaciones del ferri hasta las comunidades río arriba?

Las comunidades del Pacífico tienen siglos de tradición “rioceña” y “mareña” (nuestros términos), pretender cambiar esa cultura por una de caminos y camiones y estar dispuestos a sacrificar un valioso ecosistema para obtener una ganancia rápida es estar estancados en el siglo XX.

Ricardo Gómez Fontana, Guapi, Cauca

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