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Señor Alcalde:
¿A quién le importa la movilidad en Bogotá? Esa es la pregunta que surge al observar el estado actual de nuestra ciudad, donde los ciudadanos nos sentimos indefensos. Cada día es una odisea intentar desplazarse de un lugar a otro. Incluso lo más simple, como cruzar una calle o transitar de noche por la calle 100, se convierte en un riesgo. Esta vía, que cada noche parece cambiar de trayecto, induce a los conductores al error y a posibles accidentes debido a la falta de señalización, iluminación adecuada y cambios recurrentes en la circulación.
La movilidad, ese concepto fundamental para el desarrollo, la productividad y la calidad de vida, parece ser ignorado, relegado o, en el mejor de los casos, tratado con una superficialidad alarmante.
¿Cuánto más debemos soportar los ciudadanos la improvisación y el desorden que caracterizan su administración? Es evidente que cualquier obra, bloqueo o decisión negligente puede colapsar toda una ciudad mientras la Alcaldía observa impasible. ¿Es que no hay autoridad? ¿Es que nadie, empezando por usted, se preocupa por el impacto que esto tiene en la vida diaria de millones de personas?
Usted prometió gerencia, pero lo que hemos recibido es desidia. La falta de planeación y criterio es evidente en cada esquina:
¿Dónde están los cronogramas claros y coordinados para las obras?
¿Dónde está la supervisión efectiva para evitar que cualquier obrero, sin sentido común, coloque una barrera donde le parezca?
¿Quién controla a las concesiones que se toman las vías a su antojo, generando caos?
La movilidad no es solo infraestructura; es planeación, empatía y liderazgo.
Planeación: ¿Por qué las obras se ejecutan simultáneamente en las principales vías, colapsando arterias esenciales?
Supervisión: ¿Quién garantiza que las intervenciones en las vías respeten criterios mínimos de lógica y sentido común?
Empatía: ¿Ha recorrido usted, señor alcalde, Bogotá como un ciudadano de a pie, sin escoltas ni privilegios? Tal vez así comprendería la frustración que genera su inacción.
La desidia tiene un costo. Cada hora perdida en trancones representa millones en pérdidas económicas, conflictos intrafamiliares y una profunda erosión de la confianza en su gestión. ¿De verdad no le preocupa? ¿No le inquieta que su legado sea recordado como uno de inacción y caos?
Señor Alcalde, si a usted, como primera autoridad de Bogotá, no le importa la movilidad, ¿entonces a quién debería importarle? Su falta de liderazgo y capacidad para enfrentar esta crisis no solo afecta a la ciudad, sino que también destruye la esperanza de quienes confiaron en usted para cambiar las cosas.
Hoy volvemos a preguntar: ¿A quién le importa la movilidad de Bogotá? Si a usted no le interesa, ¿quién podrá defendernos del caos y la irracionalidad que gobiernan nuestras calles?
Atentamente,
Ángel del Campo, un ciudadano que aún espera respuestas
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