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En Colombia no se nace con miedo, se aprende. Lo enseñan rápido: caminar con la cabeza baja, ocultar el gesto, moderar la voz. Porque si eres una persona LGBTI, la calle no es un lugar seguro. Ni la noche. Ni el colegio. Ni siquiera tu propia casa.
Aquí no se muere de viejo. Aquí nos matan por amar. Nos matan por cómo hablamos, por cómo bailamos, por a quién besamos. Nos matan a diario, sin juicio ni defensa, y con una hazaña que da miedo: la del silencio. Porque a las personas de los sectores sociales LGBTI las están asesinando en serie, y el país apenas si parpadea.
Las cifras no alcanzan a contar lo que duele. No alcanzan a mostrar cómo una madre recoge los restos de su hija trans que apareció golpeada en una quebrada. Cómo una familia busca justicia sabiendo que nadie va a investigar. Cómo un cuerpo joven, lleno de vida, termina convertido en estadística.
El Gobierno Nacional tiene conocimiento de esta violencia. No puede seguir actuando como si no supiera. No puede seguir lanzando comunicados huecos ni llenando discursos con palabras que se deshacen en el aire. La responsabilidad es clara: si el Estado no protege, es cómplice.
Esto no es una petición, es una realidad. No hay democracia posible donde el prejuicio vale más que la vida. No hay paz completa mientras ser LGBTI sea motivo suficiente para que te maten.
Nos están exterminando a fuego lento. Y lo están haciendo en un país que prefiere cerrar los ojos antes que enfrentar su odio. En este exterminio participan no solo quienes jalan el gatillo, sino también quienes callan, quienes se burlan, quienes trivializan, quienes minimizan el horror. Porque no hace falta disparar para ser parte del crimen: basta con mirar hacia otro lado.
A este país lo vamos a seguir incomodando con nuestra existencia. Porque no nacimos para escondernos ni para pedir permiso. Y si el Estado sigue sin garantizarnos la vida, al menos que escuche cada palabra que escribimos con rabia, con memoria y con amor por quienes ya no están. Colombia no puede seguir permitiéndose otro cuerpo LGBTIQ+ más en el suelo.
Queremos seguir vivos. Queremos justicia. Queremos garantías reales, no conmemoraciones. Queremos que Colombia deje de enterrar a quienes simplemente se atrevieron a ser.
Porque el arcoíris no puede seguir saliendo solo en los funerales.
Cristian David Valero Calvo, psicólogo y activista LGBTI.
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