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Cada dos años, como ya es tradición hace más de tres décadas, durante Semana Santa se celebra el Festival Iberoamericano de Teatro (FITB). Con el tiempo fue acompañado por el Festival Alternativo, el Off y algunos más: en Bogotá surgió una oferta de gran cantidad de espectáculos teatrales, obras de pequeño formato, teatro de calle, títeres, performance, talleres, encuentros, debates y todo un latir del teatro en la ciudad.
Este torrente teatral no se ha podido realizar desde el año 2018 debido a la pandemia y al confinamiento necesario para enfrentarla. De allí surgieron otros caminos virtuales que muchas artes acogieron entusiastas, pero no así el teatro, que requiere la presencialidad como condición sine qua non para que se produzca el hecho mágico del actor con su historia y el espectador asumiendo la ficción desde su subjetividad: ahí, la simbiosis se produce en un fabuloso encuentro llamado teatro.
Es sabido que las instituciones son las personas, así quieran decir que deben estar por encima de ellas y que todo se puede reemplazar con nuevos liderazgos. No es tan fácil asumir esta condición y la prueba más fehaciente está en que la desaparición de Fanny Mikey al frente del FITB dio al traste con muchos desarrollos teatrales y de circulacióndel teatro.
Una de las bajas más sensibles ocurrió este año por falta de liderazgo del FITB, que se dejó enredar en la maraña burocrática de funcionarios de las alcaldías locales, que aportaron dinero hasta lograr paralizar la muestra de teatro de calle en la ciudad. Sumado a unos colegas que, al entrar en la competencia por la administración de los recursos, acapararon aún más el panorama.
No hay nada mejor que inaugurar un festival del arte y dar bienvenida a su creatividad con el tradicional desfile de comparsas. Con su color, temáticas, músicas y personajes, logra contagiar de alegría a quienes se agolpan a lo largo de la carrera séptima como parte del programa familiar que le dice a Bogotá que se inició la fiesta.
Este año la burocracia terminó de un solo tajo y sin sonrojarse la realización de 140 funciones de teatro de calle en las 20 localidades de la ciudad. Dejó sin trabajo a un poco más de 50 agrupaciones que estaban listas para presentarse en El Tablado de los Juglares, La Carpa de las Maravillas y Las Ferias de la Vida. Lo mismo para más de 1.000 artistas de teatro de calle y circo que tenían la esperanza de resarcir sus endebles finanzas con varias funciones por toda la ciudad.
¿Y el público? Esa inmensa mayoría que son los asiduos visitantes a los parques —no a las salas de teatro— se quedaron esperando la programación. Incluso los visitantes de diversas regiones del país, que asisten cada dos años a esta inmensa feria del teatro de calle. Señores de la Secretaría de Cultura, de Idartes —que también sacó este año Teatro al Parque de su programación— y de la Alcaldía Mayor de Bogotá: eso no se hace con una ciudad que ama el teatro en el espacio público y que se quedó con los crespos hechos, esperando una programación que nunca llegó.
Enrique Espitia León. Corporación Escénica DC Arte.
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