Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Los países están marcados por sus historias, por sus rasgos geográficos y climáticos, por sus habitantes que llevan consigo tradiciones ancestrales y abrazan costumbres traídas de tierras lejanas. Alemania y Colombia, dos naciones de un mismo planeta, cuyos límites han sido definidos por acuerdos de una sola especie. Más allá de sus nombres y fronteras, existen identidades sin límites, transportadas a través del tiempo, esculpiendo tradiciones que van moldeando sus esencias.
Hace más de 22 años, la esencia de Alemania se fortalecía con la inclusión del euro en su economía, la eliminación del control de ciertas fronteras abstractas y la apertura de programas de maestrías para extranjeros. La filosofía de la globalización se forjaba, susurrando que todos pertenecemos al mismo globo, al mismo planeta, a la misma naturaleza. Alemania, robusta con su filosofía de cuidado ambiental, despertaba mi interés.
Hace más de 200 años, la esencia de Colombia se ha definido por la ambivalencia, con miedos y complejos por no ser valorada por sus propios habitantes, marcada por cicatrices de maltrato y saqueo. Colombia, hermosa por su naturaleza, ha sido violentada una y otra vez por la codicia y el desamor.
Sin embargo, en los últimos cinco años, la Alemania globalizada ha comenzado a teñirse de miedos. Sus programas vanguardistas de cuidado ambiental, admirados a nivel mundial, parecen desvanecerse bajo el peso de la codicia y el desamor. La Alemania fuerte, líder mundial, se muestra ahora titubeante al enfrentar nuevos retos para proteger el planeta.
Por otro lado, en Colombia, una nueva esencia está emergiendo. La nación ya no quiere ser la niña tímida y maltratada por una guerra interminable. Quiere mostrar al mundo sus vestidos de colores que adornan las siluetas de montañas, valles, ríos y costas, tatuadas de flores y plantas. Quiere inspirar a sus habitantes a reconocerla, valorarla y cuidarla por la inmensa belleza que ofrece.
Alemania, no olvides tu esencia: has superado retos traumáticos y no permitas que se desvanezca tu papel de vanguardia en la lucha contra la crisis climática. Colombia, sigue fortaleciendo tu esencia y valorándote; sabes que eres bella y debes recordarles constantemente a tus habitantes tu inmensa bondad.
Las esencias de estos dos países cambian con el paso del tiempo, reflejando la complejidad de sus historias. Sin embargo, hay algo que permanece constante: el llamado del planeta, que nos invita a superar los límites impuestos, a encontrar unión en la diversidad, a practicar el respeto mutuo y a cuidar la casa común que compartimos.
Estas esencias han dejado una profunda huella en mi vida; he vivido exactamente la mitad en cada uno de estos países, y esa dualidad ha moldeado mi visión de un mundo que trasciende fronteras. Este texto es un homenaje personal, un reflejo de mi gratitud y alegría al recuperar mi pasaporte colombiano, después de haberlo renunciado para adquirir la nacionalidad alemana.
Ángela Blanco-Vogt
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com