En mi calidad de suscriptor y lector del diario El Espectador, escribo estas cortas cuartillas para pronunciarme de manera vehemente en contra del editorial del sábado 29 de junio, titulado: “Estigmatizar a la prensa afecta la democracia”. Es una defensa a ultranza por parte del señor director, dadas las legítimas réplicas que viene haciendo el presidente Gustavo Petro, merced a la andanada de críticas e infundios venidos desafortunadamente de la prensa.
Es evidente que la prensa en una democracia juega un papel protagónico de control a las instituciones y los organismos del Estado. Lo contrario es utilizar su mal llamado “tercer poder” para defenestrar y difamar el buen nombre del mandatario de turno, atentando contra su dignidad y prestigio. Esa es una verdad de a puño que hemos percibido los lectores del diario El Espectador durante el tiempo que transita el Gobierno del cambio.
Sorprende sobremanera que el periodismo colombiano se arrogue el derecho de despotricar sin límite por todas las acciones del Gobierno, inspirado en las fuentes malquerientes que circulan por las redes sociales, cayendo cuando menos en la desinformación. Esa actitud inveterada e irresponsable viene haciendo carrera en la prensa tradicional, influenciada por “cantos de sirena” que solo le apuestan a la desestabilización del Gobierno y satanizar la política de reforma social y de la paz total.
Porque la democracia, señor director, no se predica solo de los gobernantes sino del periodismo. La libertad de expresión no puede erigirse en un fortín político de manipulación de los periodistas, quienes, precavidos del sigilo profesional, fustigan a diario contra la paz y la tranquilidad del pueblo colombiano. Sus mediáticas y falaces informaciones deslegitiman la credibilidad y poca decencia de la prensa.
Los constantes agravios e improperios contra el Gobierno Petro ponen de presente la inquina que los editoriales y periodistas de los medios tradicionales asumen contra las políticas reformistas y del cambio. Sin embargo, brilla por su ausencia la difusión de graves temas de corrupción que salpican a instituciones y personalidades de todo pelambre. Hay temas y personajes agazapados que deben ser revelados y puestos en la palestra.
En efecto, lo que se advierte sin hesitación alguna es que la vieja prensa goza por el momento de una absoluta inmunidad. Reclaman el respeto a la libertad de prensa, pero censuran a todo aquel que les ponga en la verdad sus constantes equivocaciones y atropellos. Se implora por una prensa libre, sí, pero respetuosa de los elementales derechos humanos.
En un Estado social y democrático de derecho, requerimos un periodismo que opine sin sesgos y no contribuya a la polarización del país. La objetividad e imparcialidad son fundamentos de la vocación y oficio de los periodistas. Es la hora de que la prensa muestre sin reservas las políticas que viene implementando el Gobierno Nacional, no solo los presuntos desaciertos. Es sano hacer un mea culpa y abrir un debate sobre la prensa en Colombia. Necesitamos una nueva prensa.
Orlando Morales
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com
En mi calidad de suscriptor y lector del diario El Espectador, escribo estas cortas cuartillas para pronunciarme de manera vehemente en contra del editorial del sábado 29 de junio, titulado: “Estigmatizar a la prensa afecta la democracia”. Es una defensa a ultranza por parte del señor director, dadas las legítimas réplicas que viene haciendo el presidente Gustavo Petro, merced a la andanada de críticas e infundios venidos desafortunadamente de la prensa.
Es evidente que la prensa en una democracia juega un papel protagónico de control a las instituciones y los organismos del Estado. Lo contrario es utilizar su mal llamado “tercer poder” para defenestrar y difamar el buen nombre del mandatario de turno, atentando contra su dignidad y prestigio. Esa es una verdad de a puño que hemos percibido los lectores del diario El Espectador durante el tiempo que transita el Gobierno del cambio.
Sorprende sobremanera que el periodismo colombiano se arrogue el derecho de despotricar sin límite por todas las acciones del Gobierno, inspirado en las fuentes malquerientes que circulan por las redes sociales, cayendo cuando menos en la desinformación. Esa actitud inveterada e irresponsable viene haciendo carrera en la prensa tradicional, influenciada por “cantos de sirena” que solo le apuestan a la desestabilización del Gobierno y satanizar la política de reforma social y de la paz total.
Porque la democracia, señor director, no se predica solo de los gobernantes sino del periodismo. La libertad de expresión no puede erigirse en un fortín político de manipulación de los periodistas, quienes, precavidos del sigilo profesional, fustigan a diario contra la paz y la tranquilidad del pueblo colombiano. Sus mediáticas y falaces informaciones deslegitiman la credibilidad y poca decencia de la prensa.
Los constantes agravios e improperios contra el Gobierno Petro ponen de presente la inquina que los editoriales y periodistas de los medios tradicionales asumen contra las políticas reformistas y del cambio. Sin embargo, brilla por su ausencia la difusión de graves temas de corrupción que salpican a instituciones y personalidades de todo pelambre. Hay temas y personajes agazapados que deben ser revelados y puestos en la palestra.
En efecto, lo que se advierte sin hesitación alguna es que la vieja prensa goza por el momento de una absoluta inmunidad. Reclaman el respeto a la libertad de prensa, pero censuran a todo aquel que les ponga en la verdad sus constantes equivocaciones y atropellos. Se implora por una prensa libre, sí, pero respetuosa de los elementales derechos humanos.
En un Estado social y democrático de derecho, requerimos un periodismo que opine sin sesgos y no contribuya a la polarización del país. La objetividad e imparcialidad son fundamentos de la vocación y oficio de los periodistas. Es la hora de que la prensa muestre sin reservas las políticas que viene implementando el Gobierno Nacional, no solo los presuntos desaciertos. Es sano hacer un mea culpa y abrir un debate sobre la prensa en Colombia. Necesitamos una nueva prensa.
Orlando Morales
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