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Ya lo dijo Donald Trump en uno de sus mítines de campaña: “El socialismo promete prosperidad, pero produce pobreza; el socialismo promete unidad, pero produce odio y división; el socialismo promete un mejor futuro, pero siempre regresa a capítulos oscuros del pasado; el socialismo es una ideología desacreditada sumida en la ignorancia de la historia y de la naturaleza humana, por lo que el socialismo dará, eventualmente, lugar a la tiranía, tal como lo hace”.
Con este argumento se demuestra que poco queda de aquel presidente aprendiz que llegó a la Casa Blanca por primera vez en enero de 2017. Ahora Trump se observa más seguro y con un ánimo exacerbado para gestar grandes cambios en su país y en el mundo.
Trump, en este momento, es una especie de hombre elegido. Y cómo no, si libró una lucha judicial para estar de vuelta en la política; sobrevivió a dos atentados contra su vida; se rodeó no sólo de su familia sino de destacados líderes religiosos que hacen parte del llamado Cinturón Bíblico, quienes llevaron a cabo la labor imperiosa de blindarlo contra todo tipo de ataque físico y espiritual. Estos líderes, entre ellos Jackson Lahmeyer y Paula White-Cain, elevaron innumerables plegarias sobre él para que llegara a ser el presidente número 47 de los Estados Unidos de América.
¿Qué le espera al socialismo con Donald Trump?
La recién investida presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tendrá que batallar contra un gran caballo de Troya que no se la dejará fácil en ningún frente de batalla, máxime por lo que ella misma encarna: la izquierda. A Sheinbaum, Donald Trump le propinará golpes contundentes, aunque ella asegura que “no hay motivo de preocupación”. ¡Gran falacia! Pues en la mitad de los dos está la migración, un tema espinoso del cual Trump extrae los grandes males que atacan hoy a su país: criminalidad, drogas y carteles.
Por su parte, Colombia, con Gustavo Petro llevando el timón del país, es poco probable que goce de condiciones favorables en las relaciones bilaterales. Trump tiene en la mira a Petro, sabe que es socialista, ex miembro de una organización guerrillera, y lo ve como un obstáculo en la lucha contra el narcotráfico. Con estos tres calificativos el presidente electo sabe cuál es el contexto de la gobernabilidad en Colombia.
Frente a Venezuela el panorama no está claro. No está definido el tratamiento que Trump le dé a la tensa situación que se vive en materia de legitimidad. Él sabe que el régimen de Nicolás Maduro es autoritario, confiscador de grandes ingresos que ha llevado por años al deterioro de los negocios del Estado, a la vulnerabilidad de la población, a la falta de oportunidades, a la destrucción de las instituciones y del Estado de derecho.
La victoria política de Trump supone no centrarse en los asuntos de los demás sino hacer énfasis en los propios. No invertirá tiempo en países como Brasil, Chile, Nicaragua, Bolivia o Perú, cuyos dirigentes tienen inclinaciones socialistas. Esta nueva administración debe, ante todo, cumplirle a sus bases políticas. Donald Trump se concentrará por ser el presidente que logró “Hacer Grande a América de Nuevo” y, por supuesto, ser el protagonista en el propósito irrestricto de consolidar “La Edad de Oro de Estados Unidos”.
Alexandra Mora Rodríguez, magíster en Estudios Políticos e Internacionales
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