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Soy de Benidorm, pero como soy estudiante universitario vivo en Valencia capital y, por suerte, aquí no ha ocurrido nada en comparación a lo que ha pasado en los pueblos de los alrededores. Me acaba de llamar un amigo después de 48 horas sin saber nada de él, me ha dicho que, “en resumen, todo es un desastre, nadie puede entrar ni salir de Sedaví, pero bueno, al menos estamos bien”. En la ciudad de Valencia hay una sensación de tristeza y preocupación, pero solo se siente en los ciudadanos, por parte de los partidos políticos no se percibe lo mismo.
Lo que más me cabrea de todo esto no es la impotencia de no poder hacer nada para ayudar, ya que el transporte hacia los pueblos es imposible. Desde Madrid, lo único que están haciendo es pasarse la patata caliente unos a otros, descargando culpas en el de enfrente, en vez de por una maldita vez en sus vidas unirse, con el único fin de ayudar a todos los afectados por la DANA. Por una parte, solo escucho reproches al Estado por no haber puesto todos los recursos posibles en manos de la Generalitat, pero es que, por la otra, solo se escuchan reproches por haber suprimido hace un año ciertos servicios públicos que probablemente habrían ayudado estos días.
El problema de todo esto realmente es que a los ciudadanos que no trabajamos sentados en una butaca con el trasero bien calentito en un parlamento, no nos importa saber qué opina el uno del otro como todos los días, lo que realmente nos importa es saber si van a decidir ayudar de alguna manera. Recomiendo a los políticos que se están echando en cara cosas entre ellos que vengan todos a Utiel, Riba-roja, Sedaví, Alfafar… que cojan un cubo o una pala, y se pongan a recoger agua y escombros hasta que caiga la noche y después, si les quedan fuerzas para hablar, que sigan reprochando todo lo que quieran.
Lo único que necesitan los afectados en este momento es ayuda, apoyo y, sobre todo, sentir que importan en este país. No quieren promesas para un futuro ni pagarés, lo que quieren es ayuda para arreglar este desastre. Demos al mundo la imagen de lo que hemos sido alguna vez: un país unido en común por una misma razón, y en vez de buscar quién tiene la culpa, busquemos dónde se puede echar una mano. Lo más decepcionante de todo viene a ser que no sorprende la actuación política, estamos ya acostumbrados a que tengamos que ser los ciudadanos quienes acudamos al rescate y dar la lección a los de arriba que jamás se aprenderán, porque evidentemente siempre será más cómodo hacer oídos sordos a las peticiones de ayuda y seguir intentando hacer ver a todo el mundo que la culpa de todo esto la tiene el de enfrente, aunque todos sepamos que realmente la tienen los 350 de siempre.
Alejandro Porcellar Pernías
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