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El presidente Petro es conocido por sus largos discursos rimbombantes y filosóficos. Aunque parezca incoherente, detrás de toda esa grandilocuencia hay un mensaje claro: todos los problemas del país surgen de la lucha de clases. Este mensaje simple pero poderoso ya convenció a más de once millones de colombianos que votaron por él y está presente en cada palabra que pronuncia.
Desde el fenómeno de El Niño hasta el imperialismo petrolero, todo es una manifestación del capitalismo salvaje que oprime a muchos y beneficia a pocos. Esta claridad, este posicionamiento de marca como el Robin Hood que Colombia esperaba hace más de cien años, hace parte de su éxito. Los líderes políticos exitosos ya lo han demostrado. Sin ir muy lejos, Uribe también tuvo en su momento un mensaje claro, aunque hoy desgastado, reducía toda complejidad del país a un problema de seguridad. Figuras históricas también lo demuestran, todos tienen una idea central, desde Julio César hasta Donald Trump. Por ejemplo, Abraham Lincoln con “Una casa dividida no puede sostenerse”; Churchill con “Nunca nos rendiremos”; Martin Luther King Jr. con “Tengo un sueño”.
Mientras Petro mantiene esta claridad, sus opositores se pierden en críticas puntuales sobre decisiones burocráticas en oficinas ministeriales inconsecuentes. Se enfocan en hablar de soluciones específicas y eficiencia gubernamental, sin lograr comunicar qué representan. La falta de una alternativa clara a Petro es evidente.
Como un colombiano más que solo vota y no participa en política, un colombiano que madruga, trabaja, pierde el trabajo, busca trabajo, tiene una familia, quiere un futuro para su hijo, hace mercado y sufre el trancón de la ciudad, parece ser que si la oposición no logra fabricar un mensaje claro que nos cautive, que nos inspire y, sobre todo, que no se pierda en un discurso irrelevante, Petro, junto a sus herederos, continuará dominando la política por un buen rato.
Luis Enrique García
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