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El Acuerdo de Paz dispuso que se conformaría un Fondo de Tierras con tres millones de hectáreas para ser distribuidas entre los campesinos.
Ese fondo se debe nutrir de las siguientes fuentes tierras de extinción de dominio provenientes de actividades ilegales (narcotráfico, corrupción, etc.); recuperación de baldíos en procesos agrarios; sustracción, delimitación y fortalecimiento de la reserva forestal; extinción de tierras inexplotadas que incumplen la función social o ecológica de la propiedad; tierras expropiadas por motivos de interés social y ambiental previa indemnización; tierras adquiridas con recursos públicos para reforma agraria en zonas priorizadas; tierras donadas al Estado como resultado de incentivos tributarios para programas de acceso a tierra.
El balance de la gestión para consolidar el Fondo de Tierras lo reporta la Procuraduría en el último informe de evaluación a la política de acceso a tierras (2021). Dice: “El área formalizada después de la firma del Acuerdo de Paz en adjudicación de predios baldíos es de 40.263 hectáreas para beneficiar a 7.003 familias y no las 1’088.303 ha que reporta la Agencia Nacional de Tierras (ANT). La diferencia de 1’048.039,8 hectáreas corresponde a procesos iniciados y culminados previo a la firma del Acuerdo de Paz”.
Un problema estructural de Colombia es la concentración de la tierra en pocas manos. El análisis de OXFAM (2018), a partir de los datos del Censo Nacional Agropecuario, indica que Colombia es el país de América Latina con mayor concentración: El 1 % de las fincas de mayor tamaño acaparan el 81 % de la tierra; el 19 % de la tierra restante se reparte entre el 99 % de las fincas. El 0,1 % de las fincas de más de 2.000 hectáreas ocupan el 60 % de toda la tierra. 30 millones de hectáreas se dedican a ganadería y solo 5 millones a la agricultura, un desbalance que contribuye además al deterioro ambiental y la importación de alimentos.
Recorrer en carro la doble calzada de la Ruta del Sol desde Santa Marta, pasando por Cesar y el Magdalena Medio hasta Puerto Boyacá, es evidenciar durante más de siete horas inmensos latifundios con unas cuantas vacas que pastan ineficientes y verdes potreros con muy pocos bosques. La desigualdad salta a la vista. Las tierras más fértiles de Colombia están entre los valles interandinos regados por las grandes arterias fluviales.
Pese a que la Constitución ordena que la prioridad en el gasto público sea social, las inversiones de estas dobles calzadas benefician principalmente a los grandes propietarios. El grueso de campesinos se ubican en las montañas, donde se deben hacer grandes inversiones para el mantenimiento de vías terciarias hoy afectadas por avalanchas y deslizamientos, donde los alimentos campesinos quedan bloqueados por el clima sin poder sacarlos al mercado. Se habla de poblaciones dispersas, alejadas, mientras las tierras más fértiles y planas están en manos de ganaderías ineficientes o extensos monocultivos que demandan mucha agua y producen una alta huella de carbono. ¿Con cuáles tierras consolidar ese Fondo de Tierras?
Sergio Roldán. Profesor de restitución de tierras, Universidad Externado de Colombia.
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