Según un reportaje de Juana Salcedo para Unisabana Medios, se estima que cada reina del Carnaval de Barranquilla debe invertir alrededor de $552 millones sólo para el ajuar, peinados y accesorios. Salcedo llegó a esta cifra a partir de entrevistas a quienes han participado en la creación del ajuar en años previos a 2020, cuando se publicó el reportaje. Salcedo advierte que este promedio no incluye “los gastos de eventos, por ejemplo la Lectura del Bando y Coronación, los artistas que asisten a estos, la logística, bailarines (sus disfraces), transporte a los distintos municipios y barrios de la ciudad, camisetas para su comitiva, entre otros”. Históricamente esa plata debía ponerla la familia de la reina, pero en 2020 Isabella Chams tuvo el patrocinio de Cerveza Águila y Olímpica (la casa Char). Según la investigación de Salcedo, “el 45 % de las reinas electas en los últimos 10 años pertenecen a familias de tradición política tales como los Gerlein, los Char y los Segebre. Asimismo, el 36 % de las reinas han tenido parientes con algún tipo de injerencia cultural, mientras que el 18 % ha ocupado cargos públicos”. Los vínculos entre las reinas y la política se hacen particularmente evidentes en los años en que hay elecciones de Alcaldía y Gobernación, pues Carnavales es justo antes de los comicios. Salcedo también encuentra que el 45 % de las reinas salieron del Colegio Parrish y el 36 % del Marymount, y que “el 73 % de las reinas han tenido una familiar reina”. Las reinas del Carnaval, que paradójicamente nacieron como una parodia a la monarquía española, hoy son piedra angular de la construcción de las élites y aspiran a ser una “monarquía local”.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Según un reportaje de Juana Salcedo para Unisabana Medios, se estima que cada reina del Carnaval de Barranquilla debe invertir alrededor de $552 millones sólo para el ajuar, peinados y accesorios. Salcedo llegó a esta cifra a partir de entrevistas a quienes han participado en la creación del ajuar en años previos a 2020, cuando se publicó el reportaje. Salcedo advierte que este promedio no incluye “los gastos de eventos, por ejemplo la Lectura del Bando y Coronación, los artistas que asisten a estos, la logística, bailarines (sus disfraces), transporte a los distintos municipios y barrios de la ciudad, camisetas para su comitiva, entre otros”. Históricamente esa plata debía ponerla la familia de la reina, pero en 2020 Isabella Chams tuvo el patrocinio de Cerveza Águila y Olímpica (la casa Char). Según la investigación de Salcedo, “el 45 % de las reinas electas en los últimos 10 años pertenecen a familias de tradición política tales como los Gerlein, los Char y los Segebre. Asimismo, el 36 % de las reinas han tenido parientes con algún tipo de injerencia cultural, mientras que el 18 % ha ocupado cargos públicos”. Los vínculos entre las reinas y la política se hacen particularmente evidentes en los años en que hay elecciones de Alcaldía y Gobernación, pues Carnavales es justo antes de los comicios. Salcedo también encuentra que el 45 % de las reinas salieron del Colegio Parrish y el 36 % del Marymount, y que “el 73 % de las reinas han tenido una familiar reina”. Las reinas del Carnaval, que paradójicamente nacieron como una parodia a la monarquía española, hoy son piedra angular de la construcción de las élites y aspiran a ser una “monarquía local”.
Hace unas semanas fue elegida una nueva reina del Carnaval de Barranquilla, Natalia de Castro González, una joven ingeniera y bailarina profesional muy talentosa que seguro desempeñará de forma excelente su papel. Al margen de esto, la Alcaldía ha enmarcado esta elección como una muestra de apertura y cambio en la ciudad. Este discurso comenzó el año pasado con la elección de la reina Valeria Charris, quien, según El Heraldo, fue escogida “a través de un proceso de selección que marcó un precedente en la historia de las Carnestolendas y que ha prometido otorgar la corona a las mujeres procedentes de todos los estratos sociales”. El Heraldo exagera: Charris no es “de otro estrato social”, sino de la clase media-alta que sigue estando en el 5 % más privilegiado de la ciudad, pero no es parte de las élites “detodalavida”. En esta ocasión el alcalde Jaime Pumarejo redobla su discurso dando a conocer que 11 jóvenes se inscribieron en Carnaval S. A. para aspirar a ser reinas. Pumarejo dijo: “Barranquilla está de fiesta porque estamos nuevamente demostrando lo que somos. El año pasado hicimos algo distinto y elegimos una reina del Carnaval que poco se esperaba (que no pertenece a las élites) y eso les ha permitido soñar a muchas niñas (mujeres) que hoy se han postulado para ser reinas del Carnaval. (...) No importa cómo se llaman ni de dónde vienen. Eso nos da esperanza de que estamos haciendo las cosas bien y de que la próxima reina nos va a representar a todos”.
Hasta ahora el cambio es sólo discursivo, en la práctica la convocatoria no fue promocionada por toda la ciudad, duró apenas una semana abierta y los criterios para la selección solo se hicieron públicos cuando el medio Zona Cero los obtuvo vía derecho de petición. Sobre todo, es extraño que si la cosa ahora es tan democrática, no se escoja la reina por un mecanismo que ya existe: el reinado popular, en donde cada barrio de la ciudad postula una candidata y las ganadoras reciben alrededor de $3 millones y algunos electrodomésticos. Ambas reinas, la “de verdad” y la popular, son elegidas por la junta de socios de Carnaval S. A., que es una organización privada, y ahora que “cualquier” mujer (cis, menor de 29, soltera, sin hijes) puede participar en ambos concursos, ¿para qué mantener la división entre una reina y otra, como si fueran de primera y de segunda categoría? Estos dilemas que se ocultan bajo la alfombra pueden ser las primeras fisuras de la monarquía del Carnaval.