Tan solo días después de perder la elección a la Presidencia de los Estados Unidos, el Partido Demócrata empezó a hacer señalamientos con el dedo para encontrar culpables del fracaso. Al igual que pasó en Argentina, con la victoria de Milei, en donde rápidamente culparon al movimiento feminista. Esta vez, en EE. UU., el representante demócrata Tom Suozzi dijo al Times: “No quiero discriminar a nadie, pero no creo que niños biológicos deban estar jugando deportes para niñas”. Otro demócrata, Seth Moulton, se sumó a la queja: “Tengo dos niñas pequeñas y no quiero que las atropelle en la cancha un atleta varón o, mejor dicho, un atleta que previamente haya sido varón, pero como soy demócrata se supone que no debo decir esas cosas”.
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Tan solo días después de perder la elección a la Presidencia de los Estados Unidos, el Partido Demócrata empezó a hacer señalamientos con el dedo para encontrar culpables del fracaso. Al igual que pasó en Argentina, con la victoria de Milei, en donde rápidamente culparon al movimiento feminista. Esta vez, en EE. UU., el representante demócrata Tom Suozzi dijo al Times: “No quiero discriminar a nadie, pero no creo que niños biológicos deban estar jugando deportes para niñas”. Otro demócrata, Seth Moulton, se sumó a la queja: “Tengo dos niñas pequeñas y no quiero que las atropelle en la cancha un atleta varón o, mejor dicho, un atleta que previamente haya sido varón, pero como soy demócrata se supone que no debo decir esas cosas”.
Lo primero que esto muestra es que la defensa de los derechos de las personas trans nunca fue muy sincera que digamos. Claro que la campaña de Trump invirtió millones para desinformar y convencer a las personas de que se estaban haciendo intervenciones en los cuerpos de les niñes sin su consentimiento, y sí, puede ser que lograran que votaran por ellos por creer esas mentiras, pero ¿la solución es tirar los derechos de las personas trans a las ruedas del tren?
Para empezar, la derrota demócrata fue multicausal. Eligieron no hacer primarias para elegir candidato, se casaron con Biden y luego tuvieron que cambiarlo, quizás demasiado tarde. Centraron sus mensajes en la amenaza a la democracia que, aunque sigue siendo muy real, es una amenaza abstracta y difícil de explicar si para empezar la gente no tiene muy claro qué carajos es la democracia. Hay 75 millones de personas que eligieron a Trump, o porque no les importaba su uso de todos los discursos de odio posibles, o porque resuenan con esas ideas. Pero también hay 71 millones de personas que votaron por el proyecto demócrata, que de alguna manera votaron por ideales progresistas y que quedarán sin partido si los demócratas giran —aún más— a la derecha.
Porque decir que el Partido Demócrata perdió por ser “demasiado de izquierda” es totalmente risible. De hecho, en muchos temas importantes como la migración se movieron más a la derecha que en las elecciones de 2020. Dicen hoy que perdieron por las llamadas identity politics, aunque Harris nunca quisiera enfatizar su propia identidad. ¿Cómo pueden siquiera creer que fueron una izquierda radical, si no pudieron desmarcarse de la centroderecha neoliberal de Biden? Es más fácil culpar a las personas trans que asumir el fracaso del centro. También es más fácil culpar a los latinos porque les sorprendió que un 45 % votara por Trump, que reclamarle al electorado blanco, que votó por Trump en un 55 % (la proporción más alta). Y ¿cómo es posible que, recibiendo un porcentaje de votación de un 86 % por parte de las personas negras, los demócratas estén pensando en dejar de hablar de temas tan espinosos como la raza?
En los últimos días, Alexandria Ocasio-Cortez hizo una pregunta en sus redes sociales que llevó a un descubrimiento interesante: muchas de las personas que votaron por ella también votaron por Trump. ¿Cómo es posible, si tienen agendas tan opuestas? Porque ambos fueron percibidos como “antisistema”, contestaron les seguidores de AOC (aunque es Trump es el poder hegemónico vendiéndose como antisistema). Estamos atorades en un ciclo perverso: la inflación, la precarización económica, hace a la gente cortoplacista, la llena de miedo y ansiedad, y esto hace que se radicalicen y voten por gobiernos autoritarios que prometen seguridad y prosperidad a cambio de perder derechos. Por supuesto, estas medidas aumentan la desigualdad, y con ella la precarización económica. Los outsiders llaman la atención porque queremos bajarnos de este loop, pero no sabemos cómo.