Dice Viviane Morales en su columna de El Tiempo que Francia Márquez es un fenómeno político, “inteligente”, “formada”, “carismática”. Ni siquiera una reconocida antiderechos como Morales se ha podido resistir al torbellino que ha sido Márquez, en donde incluso como fórmula vicepresidencial se ha convertido en la absoluta protagonista de las presidenciales de 2022. Pero, dice Morales, el discurso de Márquez es un pastiche del progresismo neoyorkino y californiano, que su lucha antirracista es un derivado de Black Lives Matter, un movimiento instrumentalizado por académicos neomarxistas que no quieren superar una “guerra racial”. Morales toca los puntos de siempre del discurso antiderechos: que hablar de raza y género es contrario y hasta nocivo para la democracia y que señalar que hay opresores y oprimidos nos divide.
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Dice Viviane Morales en su columna de El Tiempo que Francia Márquez es un fenómeno político, “inteligente”, “formada”, “carismática”. Ni siquiera una reconocida antiderechos como Morales se ha podido resistir al torbellino que ha sido Márquez, en donde incluso como fórmula vicepresidencial se ha convertido en la absoluta protagonista de las presidenciales de 2022. Pero, dice Morales, el discurso de Márquez es un pastiche del progresismo neoyorkino y californiano, que su lucha antirracista es un derivado de Black Lives Matter, un movimiento instrumentalizado por académicos neomarxistas que no quieren superar una “guerra racial”. Morales toca los puntos de siempre del discurso antiderechos: que hablar de raza y género es contrario y hasta nocivo para la democracia y que señalar que hay opresores y oprimidos nos divide.
Para empezar, incluso si el discurso de Márquez fuera “importado”, esto no tendría que ser un problema mientras sea justo. Los “padres de la patria” no tuvieron empacho en traer a las nuevas naciones americanas las ideas de la Revolución Francesa. Pero Márquez no tuvo que importar su discurso de lucha por los derechos humanos porque su trabajo viene de los territorios y comunidades que solemos llamar con el eufemismo “Colombia profunda”, esa que no suele llegar a los cargos de poder y a la que le da la espalda el Estado. Su filosofía, como dijo en Volcánicas, no viene de los hipsters gringos, sino de una apuesta por la vida que la tradición y el conocimiento de los pueblos afrodescendientes: “Significa Ubuntu, la filosofía africana que hace que nos pensemos en colectivo, que nos veamos como familia extensa, que entiende que nosotros no existimos si la naturaleza no existe, que somos parte de ella. Yo creo que esa filosofía de vernos como parte de un todo, de la naturaleza, es lo que ha permitido que, como pueblos, podamos haber resistido a tantas situaciones históricas de opresión y de injusticia. No ha sido un pensamiento colectivo, ha sido la solidaridad entre los pueblos y la hermandad”. Soy porque somos es entonces mucho más que un eslogan de campaña, ha sido una estrategia espiritual, social e histórica de supervivencia, lo que mantuvo a muchos pueblos resistiendo a pesar de la infinita adversidad del conflicto interno colombiano, y como postura política tiene el potencial de hacer realidad el proceso de paz en Colombia.
Morales quiere hacer ver a Márquez como una figura cáustica y divisoria, pero basta verla para entender que es todo lo contrario. Ni Marbelle pudo engancharla para pelearse. Lo que pasa es que su sola existencia en esta contienda política es algo tremendamente disruptivo. Una mujer negra y campesina. Es el exacto opuesto del hombre, blanco, urbano y casi aristocrático que siempre ha gobernado este país. Márquez hace que el resto de los candidatos se vean desconectados y mezquinos, y peor, que se diluyan en el fondo. Ha iluminado, para que se vea muy claro, el racismo de los medios, de los políticos, de los intelectuales. Algunos de su partido, como Gustavo Bolívar, al tratar de defenderla tropiezan estruendosamente con su propio racismo.
Este año Francia Márquez no será presidenta, pero ya está cambiando este país. Nos está obligando a tener las conversaciones sobre desigualdad más duras y verdaderamente necesarias para construir el proceso de paz que sigue inacabado y está a punto de desmoronarse. Cada lustro en Colombia hay un político, y ahora política, que nos sacuda de nuestro cinismo. Qué raro se siente votar por alguien con orgullo y convicción y estoy segura que de que esa ilusión y esperanza inspirará la movilización ciudadana de muchas generaciones. Es además un testimonio de que otra Colombia es posible, ¡qué emocionante es darnos la oportunidad de soñar también ese país que Francia Márquez sueña! Que estas elecciones sean el primer paso para que podamos construirlo.