En marzo de este año se hicieron públicas cifras del Dane que anunciaban un descenso sin precedentes en la tasa de natalidad en Colombia: un 11,03 %, un descenso que ya completa seis años consecutivos. Colombia, que pasó de un promedio de 1,8 hijes en 2014 a 1,2 en 2023, no es el único país en donde esto está sucediendo: desde hace un tiempo es una tendencia global que comenzó en países “del primer mundo”, aunque el crecimiento poblacional se mantiene en algunas regiones como África Subsahariana. Es un fenómeno sin precedente en la historia pues antes, cuando pasaba algo así, era por una catástrofe colectiva como las hambrunas o una pandemia, y ahora se debe en gran medida a decisiones individuales que responden a nuevas dinámicas sociales y económicas.
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En marzo de este año se hicieron públicas cifras del Dane que anunciaban un descenso sin precedentes en la tasa de natalidad en Colombia: un 11,03 %, un descenso que ya completa seis años consecutivos. Colombia, que pasó de un promedio de 1,8 hijes en 2014 a 1,2 en 2023, no es el único país en donde esto está sucediendo: desde hace un tiempo es una tendencia global que comenzó en países “del primer mundo”, aunque el crecimiento poblacional se mantiene en algunas regiones como África Subsahariana. Es un fenómeno sin precedente en la historia pues antes, cuando pasaba algo así, era por una catástrofe colectiva como las hambrunas o una pandemia, y ahora se debe en gran medida a decisiones individuales que responden a nuevas dinámicas sociales y económicas.
Esto tiene contra el techo a neoliberales antiderechos y pronatalistas como Elon Musk, quien dijo que “si la gente no tiene más hijos, la civilización se va a desmoronar, recuerden mis palabras”, y el candidato a vicepresidente de los Estados Unidos, J. D. Vance, que la ha emprendido con las mujeres que no tienen hijes pero sí mascotas, como Taylor Swift. Vance ha llegado a decir cosas tan absurdas como que la gente no quiere reproducirse debido a las estrictas normas que exigen que se usen sillas especiales para transportar niñes en los carros de forma segura. Vance prefiere estas explicaciones implausibles, o acusar a las mujeres de egoístas, en vez de entender que las razones, en gran medida, son económicas. Los precios astronómicos de las guarderías y otras formas de cuidado en Estados Unidos, el difícil acceso a la vivienda propia, los altísimos costos de la educación privada, hacen que tener hijes sea un lujo en ese país y, cada vez más, en todo el mundo. Hay varias causas del descenso poblacional, pero los antiderechos quieren enfocarse en la autonomía reproductiva de las mujeres porque eso es precisamente con lo que quieren acabar. Sí, cada vez hay más mujeres y disidencias que deciden no tener hijes y priorizan logros profesionales, y se quiere compensar eso con la maternidad forzada para las más vulnerables.
Japón, que enfrenta este problema desde 2011, ha ensayado estrategias más originales, como medidas que ayuden a conciliar el trabajo asalariado con la maternidad o flexibilizar sus políticas migratorias. Como Japón también es un país muy machista y con muchas personas que quieren conservar la “homogeneidad social”, estas medidas han generado muchas controversias en la ciudadanía. También están ensayando suplir la mano de obra joven con tecnología, y para eso están desarrollando robots industriales.
En todo caso, como dijo a la revista Wired el filósofo de la Universidad de Oxford, Hilary Greaves, “si realmente nos importa maximizar el número de seres humanos en el planeta, nuestra primera prioridad debería ser evitar cualquier riesgo que pueda acabar con la humanidad por completo. Mil años es mucho, mucho tiempo. Suponer que las tendencias demográficas actuales se mantendrán durante ese periodo sería un gran error”. Y como dijo a la misma revista Vegard Skirbekk, del Centro Noruego de Fertilidad y Salud, el decrecimiento poblacional no necesariamente implica una catástrofe económica: “El porcentaje de la población activa de Estados Unidos que trabaja en la agricultura ha disminuido constantemente durante el último siglo, pero la productividad por trabajador nunca ha sido mayor. En pocas palabras, podemos producir más con menos personas en edad de trabajar que en cualquier otro momento de la historia”, y añade que con las políticas adecuadas esta podría ser una oportunidad para redistribuir la riqueza.