Elecciones en México: ¿por qué avanzó la derecha?
El domingo pasado se realizaron las elecciones más grandes en la historia de México hasta la fecha: se renovaron más de 20.000 cargos incluidos diputados, gobernadores, congresos locales y ayuntamientos. Los resultados fueron muy interesantes porque se empiezan a notar algunas tendencias que podrían volverse regionales y que hablan de huecos importantes en partidos de izquierda y un avance preocupante de la derecha.
Durante décadas en México el partido reinante fue el PRI, con una ubicuidad tal que la llamaron la dictadura perfecta. Pero el PRI en estas elecciones se vio disminuido, fue derrotado en ocho de las 12 entidades que todavía le quedaban y ahora solo gobernará en Edomex, Oaxaca, Coahuila e Hidalgo. Esta es la continuación de una tendencia que venía desde el 2018. El PRD, un partido de izquierda que precedió a Morena, el del presidente, quedó casi borrado del mapa electoral. Morena era el partido con mayor poder hasta este momento, sigue siendo muy fuerte y se quedó con la mayoría de los estados que se disputaban en la elección, pero cayó en preferencias del 42 % al 38 %, perdió la mayoría en el Congreso y poder en CDMX, que tradicionalmente tiene un voto más progresista.
A Morena el electorado le cobró varios desaciertos del presidente, cuyas declaraciones misóginas lo fueron separando de votantes que ya tenía ganadas y poco a poco se fue enemistando con el movimiento feminista hasta que apoyó la candidatura a gobernador de Guerrero de Félix Salgado Macedonio, quien fue públicamente acusado de abuso sexual. La pérdida de CDMX se debió a varios factores. Por un lado, estuvo el derrumbe de la línea 12 del metro, cuyo saldo fueron 26 muertos, 80 lesionados, mucho miedo y desconfianza de la ciudadanía que dejó de sentirse segura en el transporte público. También fue decisiva la reacción represiva de la jefe de Gobierno, Claudia Sheinbaum, a las marchas feministas, tanto que el pasado 8 de marzo el Palacio Nacional recibió a las marchantes con una muralla de latón y violencia policial.
El problema grave es que, inevitablemente, castigar a la izquierda es premiar a la derecha. Por eso, la nueva segunda fuerza política de México es el PAN, la derecha antiderechos y rezandera. Por ejemplo, como alcaldesa de la delegación Cuauhtémoc, que comprende el centro de la ciudad y grandes avenidas como Reforma en donde se hacen las marchas, quedó Sandra Cuevas Nieves en representación de la coalición Va por México (PAN-PRI-PRD), la misma que en campaña decía que iba a crear un circuito para que los grupos feministas protestaran sin “dañar el patrimonio de la capital”.
La situación de Morena no es ajena a otras izquierdas latinoamericanas: por un lado, al no deshacerse de sus prácticas machistas terminan por alienar a las mujeres que creemos en los derechos humanos, somos un porcentaje importante de sus votantes naturales y podríamos hacer la diferencia en las urnas. Como no le dan prioridad a tener una perspectiva feminista, sus partidos se llenan de machos que terminan afectando a todo el colectivo cuando se ven implicados en denuncias por acoso o abuso sexual. La falta de mirada feminista también se nota en la represión a las marchas en general, pero particularmente las de las mujeres, que aleja a los y las gobernantes de posibles diálogos constructivos con manifestantes. Incluso estando en el poder, los partidos de izquierda se ven lentos o reacios a adoptar posturas feministas, mostrando una gran ceguera política; mientras tanto, nosotras estamos cada vez más cansadas de votar por “el menos peor”.
El domingo pasado se realizaron las elecciones más grandes en la historia de México hasta la fecha: se renovaron más de 20.000 cargos incluidos diputados, gobernadores, congresos locales y ayuntamientos. Los resultados fueron muy interesantes porque se empiezan a notar algunas tendencias que podrían volverse regionales y que hablan de huecos importantes en partidos de izquierda y un avance preocupante de la derecha.
Durante décadas en México el partido reinante fue el PRI, con una ubicuidad tal que la llamaron la dictadura perfecta. Pero el PRI en estas elecciones se vio disminuido, fue derrotado en ocho de las 12 entidades que todavía le quedaban y ahora solo gobernará en Edomex, Oaxaca, Coahuila e Hidalgo. Esta es la continuación de una tendencia que venía desde el 2018. El PRD, un partido de izquierda que precedió a Morena, el del presidente, quedó casi borrado del mapa electoral. Morena era el partido con mayor poder hasta este momento, sigue siendo muy fuerte y se quedó con la mayoría de los estados que se disputaban en la elección, pero cayó en preferencias del 42 % al 38 %, perdió la mayoría en el Congreso y poder en CDMX, que tradicionalmente tiene un voto más progresista.
A Morena el electorado le cobró varios desaciertos del presidente, cuyas declaraciones misóginas lo fueron separando de votantes que ya tenía ganadas y poco a poco se fue enemistando con el movimiento feminista hasta que apoyó la candidatura a gobernador de Guerrero de Félix Salgado Macedonio, quien fue públicamente acusado de abuso sexual. La pérdida de CDMX se debió a varios factores. Por un lado, estuvo el derrumbe de la línea 12 del metro, cuyo saldo fueron 26 muertos, 80 lesionados, mucho miedo y desconfianza de la ciudadanía que dejó de sentirse segura en el transporte público. También fue decisiva la reacción represiva de la jefe de Gobierno, Claudia Sheinbaum, a las marchas feministas, tanto que el pasado 8 de marzo el Palacio Nacional recibió a las marchantes con una muralla de latón y violencia policial.
El problema grave es que, inevitablemente, castigar a la izquierda es premiar a la derecha. Por eso, la nueva segunda fuerza política de México es el PAN, la derecha antiderechos y rezandera. Por ejemplo, como alcaldesa de la delegación Cuauhtémoc, que comprende el centro de la ciudad y grandes avenidas como Reforma en donde se hacen las marchas, quedó Sandra Cuevas Nieves en representación de la coalición Va por México (PAN-PRI-PRD), la misma que en campaña decía que iba a crear un circuito para que los grupos feministas protestaran sin “dañar el patrimonio de la capital”.
La situación de Morena no es ajena a otras izquierdas latinoamericanas: por un lado, al no deshacerse de sus prácticas machistas terminan por alienar a las mujeres que creemos en los derechos humanos, somos un porcentaje importante de sus votantes naturales y podríamos hacer la diferencia en las urnas. Como no le dan prioridad a tener una perspectiva feminista, sus partidos se llenan de machos que terminan afectando a todo el colectivo cuando se ven implicados en denuncias por acoso o abuso sexual. La falta de mirada feminista también se nota en la represión a las marchas en general, pero particularmente las de las mujeres, que aleja a los y las gobernantes de posibles diálogos constructivos con manifestantes. Incluso estando en el poder, los partidos de izquierda se ven lentos o reacios a adoptar posturas feministas, mostrando una gran ceguera política; mientras tanto, nosotras estamos cada vez más cansadas de votar por “el menos peor”.