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Imane Khelif es una poderosa boxeadora argelina que acaba de pasar a la final de la categoría femenina de 66 kilos, asegurando una medalla para su país en los Juegos Olímpicos 2024, pero su logro ha estado inmerso en una controversia injusta y prefabricada que nos dice mucho de las intenciones de los movimientos antiderechos y autoritaristas globales. Antes de pasar a cuartos de final, Khelif compitió contra la italiana Giorgia Meloni, quien a los 46 segundos dejó la contienda llorando y diciendo que nunca en su vida había recibido un puño así de fuerte (literalmente, el objetivo del boxeo) y que la pelea había sido injusta, haciendo referencia a una serie de rumores que hace semanas se venían urdiendo en redes, como parte de una estrategia política y mediática. La derecha italiana llevaba varios días inventando en redes que Khelif era una mujer trans y que por eso su fuerza era descomunal.
A Khelif no le permitieron competir en el Campeonato Mundial de Boxeo Femenino en Nueva Delhi en 2023 por no cumplir con “los criterios de elegibilidad”, y de esto se agarró la derecha para sus especulaciones. Pero Khelif es una mujer cisgénero. Esto quiere decir que su género asignado al nacer (mujer), a partir de unas características físicas (como tener una vulva), coincide con el género con el que ella se identifica. Los cuestionamientos la sometieron a la violencia bochornosa de que el mundo entero esté ahora comentando sus genitales. Pero para la transfobia ahora ni los genitales son suficientes, pues han inventado que Khelif tiene un exceso de testosterona (de donde supuestamente proviene su fuerza, como si la testosterona fuera una sustancia mágica, o las espinacas de Popeye) y que sus cromosomas son XY, sin que haya evidencia de ninguna de las dos afirmaciones.
Pareciera que entonces lo que los antiderechos quieren es que todas las personas nos hagamos un análisis cromosómico y de nuestros niveles de estrógeno y testosterona para determinar si somos hombres o mujeres. ¿Tendrá que aparecer esta información en nuestros documentos de identidad? Si ahora para los antiderechos el género se determina a través de los niveles hormonales, que son fluctuantes a lo largo de la vida, ¿quiere decir que por fin entendieron que el género es fluido? Por supuesto que no. A los antiderechos no puede importarles menos la composición cromosómica de una persona, siempre y cuando en su vida y apariencia se acoja a los roles de género binarios y establecidos. El problema no es la composición cromosómica de Khelif, ni sus genitales, ni sus niveles de testosterona, el problema es que Khelif es alta, grande y narizona, que es una mujer racializada y que además es una mujer exitosa. Es decir que no se ajusta a los estándares de cómo debe ser una buena mujer (de preferencia blanca y de clase media o alta), femenina, modosita y delicada. Que sepamos, nadie le ha hecho un exámen hormonal o cromosómico a Meloni, su identidad no se pone en duda porque está performando el rol que quiere ver el patriarcado.
Como mostramos en Volcánicas, esta no fue una polémica orgánica. “El primer mensaje sale de la cuenta @LogicLitLatte a las 8:57 am (GMT-5). Rápidamente otras cuentas de perfiles similares empezaron a replicar el mensaje completo o parcial. Sólo el 1 de agosto, el mismo mensaje se posteó 6.496 veces. La última cuenta en reproducirlo lo hizo a las 11:57 am (GMT-5). Hasta la mañana del viernes 2 de agosto, este primer mensaje se reprodujo un total de 10.045 veces sólo en la red social X”. Es decir, es un ataque sistémico y coordinado, y es difícil creer que no tenga financiación de los movimientos globales antiderechos. Y tiene financiación porque no es simplemente una duda epistemológica, la imposición del binarismo es autoritarismo y la fiscalización del género es un proyecto político.