El martes Donald Trump se convirtió en el primer expresidente de los Estados Unidos con cargos penales imputados. Trump compareció ante la Fiscalía del Distrito de Manhattan y se declaró inocente ante los cargos de haber sobornado a la actriz porno Stormy Daniels para que no divulgara una aventura extramatrimonial durante su campaña presidencial. Ya muchos han comentado sobre la justicia poética de que fuera justamente una estrella porno quien lograra romper su cerco de impunidad, pero quizás era cuestión de tiempo, pues son demasiadas las irregularidades y los cabos sueltos que ha dejado en su carrera política. En total fue imputado por 34 cargos, según el comunicado de la Fiscalía citado por El País de España: “Trump y otros emplearon un esquema para identificar, comprar y enterrar información negativa sobre él [sus relaciones extramatrimoniales con Daniels y con una exmodelo de Playboy] e impulsar sus perspectivas electorales. A continuación, hizo todo lo posible por ocultar esta conducta, provocando docenas de entradas falsas en registros mercantiles para ocultar actividades delictivas, incluidos intentos de violar las leyes electorales estatales y federales”. No es solo que Trump tratara de sobornar a Daniels, sino que además hizo tramoyas con los dineros de su campaña.
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El martes Donald Trump se convirtió en el primer expresidente de los Estados Unidos con cargos penales imputados. Trump compareció ante la Fiscalía del Distrito de Manhattan y se declaró inocente ante los cargos de haber sobornado a la actriz porno Stormy Daniels para que no divulgara una aventura extramatrimonial durante su campaña presidencial. Ya muchos han comentado sobre la justicia poética de que fuera justamente una estrella porno quien lograra romper su cerco de impunidad, pero quizás era cuestión de tiempo, pues son demasiadas las irregularidades y los cabos sueltos que ha dejado en su carrera política. En total fue imputado por 34 cargos, según el comunicado de la Fiscalía citado por El País de España: “Trump y otros emplearon un esquema para identificar, comprar y enterrar información negativa sobre él [sus relaciones extramatrimoniales con Daniels y con una exmodelo de Playboy] e impulsar sus perspectivas electorales. A continuación, hizo todo lo posible por ocultar esta conducta, provocando docenas de entradas falsas en registros mercantiles para ocultar actividades delictivas, incluidos intentos de violar las leyes electorales estatales y federales”. No es solo que Trump tratara de sobornar a Daniels, sino que además hizo tramoyas con los dineros de su campaña.
A partir de lo que Trump ha publicado en su red social de ultraderecha Truth Social, todo apunta a que su defensa estará orientada a argumentar que los sobornos eran para proteger su matrimonio y no su campaña. Sin embargo será difícil porque ya hay una condena de Michael Cohen, exabogado de Trump, por el pago de esos sobornos y en este juicio será uno de los testigos estrella. Además de las acusaciones por soborno y malversación de fondos, que pueden llegar a una condena menor de cinco años, a Trump le pueden imputar cargos por incitar la insurrección del 6 de enero de 2021, por llevarse a su mansión de Mar-a-Lago documentos clasificados de la nación y por extorsión y conspiración en el estado de Georgia, entre otros. Así que otro punto importante de su defensa es que estos procesos abren la puerta a que la investigación y el encarcelamiento de expresidentes se conviertan en una práctica frecuente, como sucede, en palabras de The New York Times, en “autocracias” y “países menos desarrollados”. Pero quizás ya era hora de que se dieran estas conversaciones, pues es insostenible que los gringos sigan convencidos de que tienen la mejor democracia del mundo.
Uno creería que esto bastaría para enterrar sus aspiraciones de regresar a la Presidencia, pero, como suele suceder con Trump, esto solo está dándole visibilidad y haciéndolo quedar como un mártir para la derecha estadounidense; según dice su oficina de campaña, recaudó US$8 millones luego de la imputación. Lo más probable es que sea un juicio largo, durará al menos todo el 2023 y puede extenderse más allá de las elecciones presidenciales en noviembre de 2024. Esto sí que le conviene, pues en realidad la mejor defensa de Trump es llegar de nuevo a la Casa Blanca. Se supone que si es el presidente en funciones no le pueden imputar un crimen federal y eso hace que su campaña electoral sea aún más urgente. Su equipo ya empezó a compararlo con Jesucristo y este es el primero de sus misterios dolorosos. En 2016 aprendimos a las malas a no subestimarlo a él ni a la capacidad de Estados Unidos para el absurdo, así que no es claro que esta sea su caída definitiva, lo único seguro es que el reality continúa.