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Un golpe mortal que le ha dado el gobierno de Trump, a través de Elon Musk, a los derechos humanos en todo el mundo es el cierre desmantelamiento de Usaid, la organización de cooperación internacional fundada por Kennedy en 1961 y de la que dependen las vidas de muchas personas en el mundo. Como señala El País, Estados Unidos tan solo destinaba el “0,24 % de su Ingreso Nacional Bruto a la asistencia oficial al desarrollo”, y con eso ya sostenía entre el 43 % y el 47 % de la ayuda humanitaria global. Swiss Info reporta que “en 2024, Usaid distribuyó más de 44.000 millones de dólares en ayuda global” y “de esta suma, alrededor de 2.300 millones de dólares fueron dirigidos a iniciativas en América Latina”. Musk y Trump han dicho que esto lo hacen para ahorrarle dinero al país y reinvertirlo en su territorio, una afirmación paradójica, pues, como apunta Nicholas Kristof en el New York Times, desde que comenzó esta administración, Musk se ha enriquecido más que todo el presupuesto anual de Usaid.
Otras personas han celebrado insensiblemente el final de Usaid por ser una forma de intervencionismo gringo, pero esa es una crítica pandita que no señala nada nuevo. El retiro de Usaid no frenará el intervencionismo: ese continuará de formas mucho más agresivas, pero ahora en medio de una crisis global de derechos humanos. Además, nadie cree que la motivación de Estados Unidos para gastar plata en programas que atienden el hambre, la salud de las poblaciones más vulnerables, entre muchos derechos humanos, es la pura bondad. Como dijo la exadministradora de Usaid, Samanta Power, en el programa de Stephen Colbert, “esta era una inversión en nuestra estabilidad, en nuestra seguridad, en nuestras alianzas”, y luego añadió que ha sido una pieza clave en frenar enfermedades globales. La estabilidad mundial a la que contribuía Usaid también era clave para frenar la migración que tanto le molesta a Trump. Power señala que esto es una oportunidad para otros gobiernos autoritarios que aprovechan las crisis y el caos para su beneficio, puntualmente China y Rusia.
Esto viene acompañado de un desfinanciamiento de varias agencias de Naciones Unidas como la OMS, la Unrwa, Unfpa y Unicef. Al mismo tiempo, señala El País: “No se cubrirá ese vacío”, pues “Francia también prevé recortes del 40 % en su ayuda, la UE del 35 % en los próximos tres años, y Suiza reducirá de manera significativa su apoyo a las agencias de Naciones Unidas”. En los movimientos sociales alrededor del mundo aún no hay respuestas para la crisis. El desfinanciamiento global del ecosistema de derechos humanos ya está cobrando vidas, y sus consecuencias a largo plazo serán dificilísimas de desmontar.
