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El anuncio formal de la llegada de Vicky Dávila a la política ha sido recibido con indignación, especialmente por el gremio del periodismo. Dávila sostuvo durante mucho tiempo que no estaba en campaña desde la dirección de Semana, una máquina de propaganda que es lo más cercano que tenemos en Colombia a Fox News. Dávila mintió, pero siempre fue evidente que estaba usando al medio como una plataforma política; es decir, nunca fue una mentira muy buena, ni tampoco muy original, y hoy se siente casi protocolaria. Por otro lado, Semana no es el único medio que dice no tener una agenda política, aunque la tenga. ¿Puede realmente un medio no tener agenda política? Me parece difícil de creer en el 2024. Semana tampoco es el único medio que defiende los intereses de la empresa privada, solamente es el que lo hace con más descaro y con menos escrúpulos. Y eso no necesariamente ahuyenta a las audiencias. Muchas personas le creen más a Semana que a todos los medios hegemónicos que posan de objetivos. ¿Cómo vamos a esperar que la audiencia nos crea cuando nuestro primer contacto es la mentira de la objetividad?
El zeitgeist de los tiempos estaba clamando a gritos candidato presidencial para la agenda libertaria en Colombia. Alguien como Bukele, como Milei, como Trump, con un discurso incendiario y viralizable, y con la capacidad de traer a los medios de las narices. El gobierno de Petro no ha priorizado la construcción de liderazgos que puedan darle continuidad a este proyecto de país y en Colombia le tenemos bastante cariño a los autoritarismos; era cuestión de tiempo que alguien se lanzara a hacer ese tipo de campaña y Dávila tiene todas las capacidades para hacerlo (y no es la única). Quien subestime su candidatura se equivoca: Vicky Dávila puede ser presidenta en el 2026.
Los líderes autoritarios, populistas y libertarios son tremendamente eficientes cuando se trata de desmantelar el Estado y retroceder derechos. A juzgar por otras experiencias en la región, a buena parte de la ciudadanía, agobiada por un mundo incierto y precarizado, poco le importa que el candidato mienta mientras les diga lo que necesitan oír. Como periodistas seguimos usando las estrategias de siempre para cubrir este tipo de campañas, para atajar la desinformación, pero las cosas empezaron a cambiar desde el 2016 y hoy esas estrategias no están funcionando. Ocho años después, sorprendernos con la candidatura de Dávila parece performático.
Comienzan las cuentas y cábalas de quiénes serán las candidatas para la contienda presidencial de 2026. Digo candidatas porque parece que en este momento todas las presidenciables son mujeres. Eso, por supuesto, es gracias al feminismo, pero no es ninguna garantía de que esas candidatas vayan a luchar por nuestros derechos. De hecho, parece poco probable. El peligro de un gobierno libertario, autoritario y antiderechos en Colombia es muy real, y estamos a tiempo de hacernos las preguntas difíciles: ¿qué tiene que cambiar en el movimiento de derechos humanos? ¿Qué tiene que mejorar en el periodismo? ¿Qué podemos hacer para construir bases sólidas que nos permitan no retroceder o al menos resistir?