Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La semana pasada, Rita Maestre, concejal del Ayuntamiento de Madrid y portavoz del partido político de izquierda Más Madrid, publicó en sus redes dos videos cuestionando a las tradwives y la Fundy Baby Voice. Estas dos tendencias se refieren a mujeres que promocionan en videos de TikTok formas de ser complacientes y serviles con sus maridos. En sus performances hacen una voz significativamente más aguda, dulce, suave y sumisa, sonando completamente infantiles.
Estas actuaciones han sido copiadas de mujeres estadounidenses, religiosas y conservadoras. Estas mujeres promueven su rol en función del cuidado de sus hijos y sus maridos. Se visten, además, con atuendos de los años 50 y proclaman la necesidad de estar siempre maquilladas, peinadas, vestidas y con las uñas perfectamente hechas para sus hombres. Varias abogan por dejar las carreras y dedicarse al hogar.
Lo interesante o absurdo es que, por más serviles que intenten ser, seguirán siendo criticadas. Si la voz es ya muy histriónica o aguda, estilo el personaje de Elle Woods en la película Legalmente rubia, las llamarán estúpidas. Si la voz es un poco más grave dirán que por qué tan bravas. Maestre cuenta que no importa la voz que ella misma haga, siempre va a ser o creída o gomela o grosera u ordinaria. De hecho, solo por ese video, se ganó una horda de Incels que no la bajaron de “cáncer feminista”, “cerda”, “retrasada”, “golfa” o “petarda”.
El mundo de las redes sociales para las mujeres es un mundo de misoginia, un mundo en el que toda la información sobre lo que eres o haces se va a distorsionar. En donde cualquier evento polémico es casi siempre culpa de una mujer que termina en el banquillo vilipendiada. La llegada de Kamala Harris a la contienda electoral va a ser nuevamente un caso de estudio para analizar este fenómeno. En el 2020, la investigadora en temas de desinformación Nina Jankowicz encontró 336.000 piezas de abuso de género y desinformación en contra de 13 mujeres, el 78 % de estas en contra de Kamala Harris.
Jankowicz nos presenta ejemplos de las narrativas que ya hubo y que surgirán contra Harris y otras candidatas. Entre estas están la sexualizada que afirma que las mujeres se acuestan con alguien para llegar a puestos de poder; la transfóbica, que afirma que para que alguien como Harris pudiera llegar a donde está tuvo que secretamente haber sido un hombre antes; la racista, en la que se resaltan los orígenes migrantes de la candidata.
Maestre advirtió en medios una y otra vez que su punto no es condenar a las tradwives sino cuestionar los valores que ellas promueven como los únicos posibles para la mujer. “Valores” que contribuyen además con las narrativas desinformativas que se siguen perpetuando en redes sociales. Cuando se supo de la candidatura de Harris, una de las primeras cosas que sugirió sobre ella el vicepresidente de Trump, JD Vance, es que hace parte del grupo de “mujeres sin hijos y con gatos que se sienten miserables con sus vidas y sus decisiones”.
La desinformación de género se ha definido como los abusos misóginos y violentos contra las mujeres a través de discursos públicos. Son narrativas sexualizadas que construyen estereotipos con el interés de socavar el poder y la libertad de las mujeres y entorpecer su participación en la esfera pública. Este tipo de desinformación generaliza comportamientos de género y afianza ciertos rasgos que coinciden con reducir a la mujer a un objeto de propiedad, a un instrumento en función de alguien más, que merece ser siempre sometido al control social, del cual, además, nunca sale bien librada.