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Cuando el grupo Gilinski compró la revista Semana, algunas fuentes, incluido Daniel Coronell, confirmaron que Gabriel Gilinski quería que el medio de comunicación se convirtiera en el Fox News colombiano. En seguida vinieron las preocupaciones con respecto a la poca imparcialidad que tendría la revista, así como el sesgo ideológico en el que caería. En el último año dichas preocupaciones se materializaron. El despido y las renuncias forzadas de varios periodistas, la maniobra poco sutil para sacar a los “incómodos” escritores de Arcadia, y la alianza con la derecha y el gobierno de turno se han hecho cada vez más evidentes.
Sin embargo, el parecido con Fox no se limita a la alineación política. Fox es un medio muy particular, en especial por el formato que sigue. Un formato que sobre todo le apunta a una de las emociones más confiables de las audiencias: el miedo. Esta emoción, que produce un estado mental de alerta y aflicción, es el objetivo del sensacionalismo y las teorías de complot. Es común que la comunicación pública se valga de la retórica del miedo para mover a la acción o la inacción. Y clave en esta retórica es el énfasis en las posibles, aunque muchas veces improbables, consecuencias de las amenazas que se presentan. La revista Semana ha ido incorporando este formato ya orgánicamente.
Veamos algunos casos recientes. Mientras había algo de alivio con la aprobación de las vacunas contra el SARS-CoV-2, Semana comenzó a insistir una y otra vez en los casos de reacciones adversas: “Atención: detectan primera reacción alérgica a la vacuna”, “Hospital de Chicago le pone ‘tatequieto’ a la vacuna de Pfizer”. Lo curioso es que al mismo tiempo insistía en angustiarnos por el virus: “Nueva cepa de coronavirus está fuera de control”. Si tanto la enfermedad como la cura están mal, ¿cuál es el objetivo de los titulares? Sí, puede ser noticioso que haya algunas reacciones alérgicas a la vacuna, ¿pero qué es exactamente lo que los ciudadanos necesitan saber?
Hace unos días se hizo viral el titular: “Armando Benedetti promete viajes a Disney y motos con plata de banqueros”. La noticia tomó un tuit del senador, lo distorsionó e hizo una afirmación insidiosa que nada tenía que ver con el contenido del mensaje. Sensacionalismo y miedo se convierten entonces en la combinación perfecta para “el clic”. Poco importa que la información sea falsa, intrascendente e irrelevante. El “cliente-lector” ya entró. “Los espías rusos intentaron infiltrar el Banco de la República”, dice el titular, pero, después de imaginarnos tremendos hackers, nos enteramos en la nota de que algunos funcionarios de la embajada rusa intentaron conversar con funcionarios del emisor.
Bacon advertía que el miedo puede “deslumbrar los ojos de las personas (en lugar de) abrirlos”. Una disposición sospechosa que nubla la mente y conduce a la paranoia en lugar de la prudencia. El problema no es solo el error de cálculo sobre un tema. La forma de ser de las noticias va creando una forma de ser del ciudadano. La relación entre la audiencia y el medio de comunicación se vuelve simbiótica, creándose una espiral de especulación en donde uno pide y el otro crea. ¿Tendremos prontamente la caricatura del ciudadano Semana, así como la del ciudadano Fox?