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La agenda algorítmica y los ciclos de noticias que benefician a Petro y Trump

Catalina Uribe Rincón
16 de noviembre de 2024 - 05:05 a. m.
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“La realidad es que la diversidad de voces fue acotada por la instantaneidad de las redes”: Catalina Uribe Rincón
“La realidad es que la diversidad de voces fue acotada por la instantaneidad de las redes”: Catalina Uribe Rincón
Foto: Archivo

La teoría del establecimiento de la agenda, o agenda setting, sostiene que los medios nos indican sobre qué debemos hablar y qué no, sin necesidad de decirnos qué pensar. En otras palabras, determinan lo visible y lo invisible para la construcción de opinión pública. Esta teoría fue consolidada por los periodistas y científicos sociales Maxwell McCombs y Donald Lewis Shaw tras realizar un experimento en Chapel Hill en 1968. En este estudio, encontraron una alta correlación entre lo que, durante elecciones, la gente consideraba más importante y lo que los medios locales habían destacado como prioritario.

Volví a pensar en esta teoría cuando pregunté a estudiantes de distintas clases cuál había sido la agenda de noticias del fin de semana. Dentro de las respuestas obtuve: “La canción +57″, “Doctor Krápula peleando con la canción +57″, “Los paramilitares nombrados gestores de paz igual de pedófilos que la canción +57″, “El nepotismo del actual gobierno con acusados de abusos y la misoginia (igual que +57)”. Y, mientras unos contaban la agenda en torno a la canción, otros les respondían el salmo con algún apunte de Petro: “Petro y sus apuntes de Rock al Parque”, “Petro y las contradicciones con los paramilitares”, “Petro y su silencio frente a los Morrises”.

Las nuevas tecnologías habían traído unas promesas para revolucionar la agenda setting. Se creía que con las redes la agenda sería mucho más diversa, pues se les quitaría el monopolio a los medios tradicionales. La idea de que otros públicos, influencers, activistas, medios alternativos pudieran elegir los temas nos ilusionaba. Pensábamos que las voces se iban a multiplicar y con ellas los temas. Y bueno, algo sí se logró. Recordemos movimientos como #MeToo, #NoEsHoraDeCallar, #NiUnaMenos en el que han sido las ciudadanas imponiendo la agenda de qué es importante y qué eventos cubrir. También varios medios alternativos han hecho esfuerzos por priorizar historias diversas.

Sin embargo, la realidad es que la diversidad de voces fue acotada por la instantaneidad de las redes. El énfasis de los algoritmos y por ende de los públicos está ahora en los “temas de tendencia” que se desvanecen rápidamente, casi a los dos o tres días. La velocidad captura la atención, pero nos quedamos nada más con el eco del revuelo. El ritmo de esta agenda flash elimina el contenido sostenido que requieren muchos temas de interés público. Las decisiones de quiénes entran y salen de la ley de justicia y paz, por ejemplo, requiere no solo de un titular, y de mucho más tiempo que el ciclo de noticias que se permite hoy.

Cuando ganó Trump, el columnista Álvaro Forero Tascón hizo un análisis agudo sobre el error de los demócratas de obsesionarse con desprestigiarlo por sus crímenes, negligencias y horrores, en lugar de entender el panorama general. Creo que Tascón tiene razón, pero no solo los derrotó “la miopía de mirarlo a él”. A esto le agregaría este nuevo fenómeno de que cualquier noticia de interés nacional está siempre acompañada de un tema que arrastra, como el color del aleteo de una mariposa, y es el residuo “tendencia”. Los ciclos mediáticos ponen nombres como Petro o Trump en el centro de atención, y en la rapidez del cambio, lo esencial de la noticia queda opacado, mientras sus nombres, como la canción +57, siguen resonando.

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