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                                                                                                                                La fascinación por el engaño

                                                                                                                                El caso de Geraldine Fernández, la barranquillera que mintió sobre su participación en la película El niño y la garza, generó en las audiencias una fascinación mezclada con morbo. En redes digitales se vieron infinitos memes, comentarios de indignación y comparaciones con otras situaciones en las que la Costa nacional ha sido protagonista de engaños. Salieron a la luz nuevamente la historia del embarazo de trapos, la visita de Tarantino, el fantasma de Michael Jackson y el falso meteorito. En sólo un par de días, Geraldine Fernández alcanzó más fama que la que hubiera tenido si la historia de su vida no hubiera sido fabricada.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Sin duda, para que las historias sean persuasivas, requieren, entre otras cosas, que las audiencias, incluidos periodistas, quieran creer en ellas. Lo anterior está atado a unos valores colectivos. No es fortuito que los medios rápidamente se obsesionen con historias como la de “la primera astronauta colombiana” o como el caso de Fernández, esa colombiana de provincia que “la sacó del estadio” trabajando con el director y animador Hayao Miyazaki. Es siempre gratificante leer, entre tantas dificultades, que alguien “la logró con toda”. Pero sobre todo hay un fresquito cuando se demuestra, otra vez más, no sólo que no somos todos narcos o asesinos de presidentes haitianos, sino que hay esperanzas, así sea dispersas, de excelencia.

                                                                                                                                Más difícil de explicar es por qué es tan atractiva y genera tanto enganche la narrativa del fraude. Si nos emocionó Geraldine, nos debió decepcionar su mentira. Pero no fue decepción lo que invadió las redes, fue fascinación morbosa. Y esto sucede no sólo en Colombia. En los últimos años las historias de personas que han engañado con descaro se han vuelto tan llamativas que tenemos de ellas hasta series de televisión. Pensemos en el Fyre Festival, por ejemplo, o en Anna Sorokin, la supuesta heredera millonaria. También, en Elizabeth Holmes y su invento científico o en el llamado “estafador de Tinder”. Todos engañaron, fueron descubiertos y, de ahí, saltaron a la fama.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El caso de Geraldine Fernández, la barranquillera que mintió sobre su participación en la película El niño y la garza, generó en las audiencias una fascinación mezclada con morbo. En redes digitales se vieron infinitos memes, comentarios de indignación y comparaciones con otras situaciones en las que la Costa nacional ha sido protagonista de engaños. Salieron a la luz nuevamente la historia del embarazo de trapos, la visita de Tarantino, el fantasma de Michael Jackson y el falso meteorito. En sólo un par de días, Geraldine Fernández alcanzó más fama que la que hubiera tenido si la historia de su vida no hubiera sido fabricada.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Más difícil de explicar es por qué es tan atractiva y genera tanto enganche la narrativa del fraude. Si nos emocionó Geraldine, nos debió decepcionar su mentira. Pero no fue decepción lo que invadió las redes, fue fascinación morbosa. Y esto sucede no sólo en Colombia. En los últimos años las historias de personas que han engañado con descaro se han vuelto tan llamativas que tenemos de ellas hasta series de televisión. Pensemos en el Fyre Festival, por ejemplo, o en Anna Sorokin, la supuesta heredera millonaria. También, en Elizabeth Holmes y su invento científico o en el llamado “estafador de Tinder”. Todos engañaron, fueron descubiertos y, de ahí, saltaron a la fama.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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