En su episodio de podcast del pasado 29 de marzo, Ezra Klein inicia con una pregunta que a varios nos perturba: ¿Cómo es posible que después de todo lo vivido con Trump esté nuevamente como una opción para las presidenciales? Este interrogante merece una reflexión profunda sobre qué es lo que hace que este personaje, y otros similares, resulten tan atractivos. ¿Por qué las alternativas republicanas, que presentan más propuestas y muestran un poco más de seriedad, no logran destacar mientras Trump continúa siendo tratado como una especie de celebridad venerada?
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En su episodio de podcast del pasado 29 de marzo, Ezra Klein inicia con una pregunta que a varios nos perturba: ¿Cómo es posible que después de todo lo vivido con Trump esté nuevamente como una opción para las presidenciales? Este interrogante merece una reflexión profunda sobre qué es lo que hace que este personaje, y otros similares, resulten tan atractivos. ¿Por qué las alternativas republicanas, que presentan más propuestas y muestran un poco más de seriedad, no logran destacar mientras Trump continúa siendo tratado como una especie de celebridad venerada?
Klein entrevista al analista político John Ganz, quien ofrece su perspectiva sobre la oferta política vs. la demanda del votante. El ejemplo que inicia la discusión es el caso en 1999 de David Duke, un candidato republicano neonazi portavoz del Ku Klux Klan. En algún momento de su candidatura le preguntaron a Duke que si se arrepentía de su relación con el grupo racista a lo que respondió que “por supuesto pido disculpas por las cosas intolerantes e impropias que he dicho”. Sin embargo, su votante supo que en el fondo seguía siendo un odioso racista y votaron por él precisamente por eso. Por fortuna, Duke perdió, pero obtuvo el 55 % del voto blanco en el estado de Luisiana.
Aparte del alarmante porcentaje, lo que más me llamó la atención es cómo lo que se dice se hace insustancial frente a la fuerza que tiene la creencia del votante. Klein lo pone a manera de pregunta: ¿cuál es el mensaje que están diciendo explícitamente los políticos y cuál es el que están realmente comunicando a sus seguidores? Sin ir muy lejos, pensemos en Petro diciendo tardíamente y como sin aliento que lo de María Corina Machado en Venezuela es “un golpe antidemocrático”. ¿Sus votantes realmente creen que está condenando al régimen vecino o en el fondo creen que es lo que le toca decir?
Por razones fuera de mi control, me vi en la situación de tener una conversación con un grupo de colombianos con inclinaciones ultraderechistas la semana pasada. Por supuesto su tema fue el complot de Petro para hacerse elegir, Rodolfo Hernández como caballo de Troya y la idea de que solo un/a candidato/a “con pantalones” puede ser la siguiente alternativa. Sus propuestas eran Fico o “La Cabal”. Les pregunté por opciones más preparadas como Paloma Valencia, pero su rechazo fue tajante. “No, ella no es de derecha”. Lo curioso es que cuando vino el tema del “centro” me dijeron el ya conocido sonsonete de “el centro no existe, si no es de derecha es porque es de izquierda”.
Estamos en un momento en el que se vuelve cada vez más necesario dejar de pensar únicamente en qué proponen y dicen los políticos y enfocarnos también en qué cree el votante sobre lo que creen los políticos. Las discusiones recientes sobre la reforma a la salud y la intervención a las EPS sirven para pensar esto. Varios han salido a decir que, como la paz de Santos, “reforma sí, pero no así”. Que faltó negociación, que no se le dio prioridad a otras reformas, que se debe incluir a académicos y expertos en la reforma, etc.
Pero recordemos que el episodio de Klein se llama “El crecimiento del dedo medio en la política”. Ese dedo que nos sacan los políticos populistas para burlarse. Es el dedo que Trump les saca a los liberales cada vez que los indispone. Y es el dedo que nos empezará a sacar Petro con sus intervenciones a las EPS. Mientras tanto quienes defienden posiciones que avalen el establecimiento político y sus instituciones se siguen alejando de los votantes. Los radicales, no sobra resaltar, no son la mayoría, pero la mayoría sí está entre quienes no siguen con cuidado las noticias y llegan tan cansados que valoran el entretenimiento a la carta que les ofrecen ciertos políticos.