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En el último consejo de ministros televisado, el encargado de salud presentó cifras y datos para reforzar el ya desgastado discurso para defender la reforma: todo estaba mal. Inició su intervención con una noticia de El Espectador de 2010, en la que se informaba que el Partido Liberal, “con cifras en mano”, culpaba a Uribe de la ‘quiebra’ del sistema de salud. Luego, mostró una nota de La W en la que Santos reconocía la crisis hospitalaria. La introducción continuó con dos videos de Noticias Caracol, de 2013 y 2018, que abordaban las dificultades en la entrega de medicamentos por parte de las EPS. En seguida vinieron otras diapositivas con cifras. Cuando presentó el cuadro de deudas, el encargado dijo que entre 2008 y 2016 “no se sabe si las cifras son ciertas o no” y antes del 2008 “eso no se sabe absolutamente nada”. Después entonces nos mostraron sus cifras, las “verdaderas”: $30.1 billones reclamados, $9.4 billones reconocidos, $1 billón pagado, $8.4 billones adeudados. La siguiente diapositiva decía que si no se paga la deuda por 22.5 billones el sistema no funciona, y termina: “es URGENTE la Reforma a la salud”.
Después del consejo de ministros, Gustavo Bolívar publicó en X varias gráficas y tablas que interpretó erróneamente, afirmando que solo el 60 % de los colombianos estaban afiliados a las EPS. José Manuel Restrepo, rector de la Universidad EIA, refutó su afirmación con una explicación precisa, al mejor estilo economista, aclarando que ese 60 % correspondía únicamente a la población cuyas EPS están intervenidas por el Estado. Su trino concluyó con la frase: “Dato mata relato!!”.
Pero un dato aislado no mata nada. El gobierno Petro ha dado datos: malos y mal interpretados, fragmentarios y amañados, pero datos. Lo que ha atacado es el relato sobre los datos, la historia que los pega y que les da sentido. En otras palabras, lo que les concede verdad, tracción y relevancia a los datos.
El miércoles pasado, por ejemplo, Luz Karime Abadía, decana de economía de la Universidad Javeriana, publicó una gráfica para denunciar que el Gobierno actual desampara a la primera infancia, pues está estancada la cobertura de atención a menores de cero a cinco años. Petro le respondió desviando la conversación hacia su propia experiencia académica mencionando que no quiso presentar tesis cuando hizo estudios de maestría en economía porque no cree en la econometría como método de investigación económica. Al final, el vago estudiante le exigió a la decana: “corroborar las cifras”.
¿Pero cuáles cifras? Este gobierno cita datos del 2010 para demostrar que el sistema de salud estaba mal, pero luego dice que esas cifras no son confiables. Desacreditan datos producidos con una metodología en la que no creen, pero después exigen corregirlos, ¿con otra metodología que sí les convenga? Números y más números que terminan convirtiéndose en un jeroglífico, un ruido blanco que nos va aturdiendo y confundiendo. Petro ha capturado un discurso cuasi científico, cuasi filosófico, con el que abiertamente engaña y miente. No hay dato que resista tanto maltrato y tan mala intención.
Hay muchas formas de representar la realidad, pero los lenguajes son frágiles. No todos saben construir datos ni interpretarlos, del mismo modo que no cualquier poeta ilumina nuestra existencia. Contar no es fácil, tampoco diagnosticar ni mucho menos resolver. Por eso, la técnica es fundamental, pero también lo es la seriedad y la buena fe en la búsqueda de la verdad, algo que algunas gobernanzas mundiales han puesto en la mira. No es casualidad que el gobierno de Trump, con un estilo comunicativo tan similar al de Petro, haya decidido cerrar la oficina estatal de estadísticas económicas. Bien levantadas y honestamente interpretadas, las cifras son relatos que pueden guiar nuestras políticas. El lío está en que, para ambos gobernantes, esos datos resultan en relatos que suelen serles poco favorables.
