Pensar los medios digitales desde los tradicionales
Esta semana me contactó un periodista de La Silla Vacía para hacerme unas preguntas sobre desinformación en la red X en relación con el conflicto Israel y Palestina. Sus preguntas estaban orientadas a la forma en la que se ha originado y difundido la información en Colombia y cómo el algoritmo y los actores políticos están contribuyendo a difundir bulos a través de la red. Me gustó mucho que el periodista llamó a la red “el X de Elon Musk”. Me llamó aún más la atención que mientras respondía las preguntas sobre los retos para el periodismo del futuro, me sentí regresando en el tiempo a cuando mis clases tenían aún un énfasis en medios tradicionales.
Pensemos en la estructura y economía de los medios digitales. El algoritmo de X, como el de otras redes, está relacionado con personalización, señales de interacción y filtros para poder determinar cuáles contenidos nos aparecen en el feed. El algoritmo elige de las cuentas que seguimos, qué publicaciones vemos. Para estas últimas hay elementos que tienen que ver con tendencias o relevancia según comportamientos previos. Se prioriza contenido de quienes pagan suscripción premium y también aquel que suscite interacción entre usuarios a través de preguntas, hilos u otros. En últimas, lo que paga y lo viral es lo que va primero.
Pasemos a los dueños. Desde que Musk compró X, su defensa de un proyecto de derecha es clara y sin vergüenza. La información que Musk publica a sus 150 millones de seguidores tiende a ser la primera que aparece en el feed, incluyendo la que ha sido probada como falsa o engañosa. La periodista italiana Clara Angela Brascia denunció que Musk ha recomendado información de cuentas que se ha demostrado difunden contenido falso. En un trino citado por Brascia, Musk dice, como si nada, que para seguir el conflicto Israel-Palestina “@WarMonitors y @sentdefender son buenos”. Esto sin contar que el millonario reestableció cuentas suspendidas por difundir falsedades y despidió a quienes abogaban por la verificación.
También está el uso político. X no es un medio que usen mucho los jóvenes, pero sigue siendo el medio que periodistas y políticos adoran. De ahí que estos últimos le jueguen al algoritmo y a los mismos periodistas para ganar visibilidad y seguidores. Petro lanza noticias provocadoras y ataca a periodistas y oponentes. Su cuenta produce entonces un número de interacciones que le siguen muy bien el ritmo al sensacionalismo y la viralidad que se promueve. Es raro que el presidente colombiano no esté constantemente jugando con los ritmos de noticias, imponiéndonos agenda.
Ahora bien, cuando estudiamos medios tradicionales, como lo hemos hecho durante tantos años, los ángulos se repiten. Por ejemplo, en los intereses económicos y políticos de sus dueños estudiamos cómo cubren las noticias sobre alguna política pública, estilo el impuesto a las bebidas azucaradas si se tienen acciones en Postobón. O cómo presentarían objetivamente a un candidato si tienen a un familiar en la política. Nos fijamos también en las rutinas de los periodistas y cómo priorizan información. Es decir, en cómo manejar que un político saque información un viernes en la noche o algún escándalo en diciembre para que la gente lo olvide.
No digo que todo sea igual, pero no deja de asombrar que, tras tantos choques tecnológicos, los ángulos de aproximación sean los mismos, y las tendencias a abusar del poder transiten las mismas prácticas. Quizá, al final, no seamos del todo tan creativos.
Esta semana me contactó un periodista de La Silla Vacía para hacerme unas preguntas sobre desinformación en la red X en relación con el conflicto Israel y Palestina. Sus preguntas estaban orientadas a la forma en la que se ha originado y difundido la información en Colombia y cómo el algoritmo y los actores políticos están contribuyendo a difundir bulos a través de la red. Me gustó mucho que el periodista llamó a la red “el X de Elon Musk”. Me llamó aún más la atención que mientras respondía las preguntas sobre los retos para el periodismo del futuro, me sentí regresando en el tiempo a cuando mis clases tenían aún un énfasis en medios tradicionales.
Pensemos en la estructura y economía de los medios digitales. El algoritmo de X, como el de otras redes, está relacionado con personalización, señales de interacción y filtros para poder determinar cuáles contenidos nos aparecen en el feed. El algoritmo elige de las cuentas que seguimos, qué publicaciones vemos. Para estas últimas hay elementos que tienen que ver con tendencias o relevancia según comportamientos previos. Se prioriza contenido de quienes pagan suscripción premium y también aquel que suscite interacción entre usuarios a través de preguntas, hilos u otros. En últimas, lo que paga y lo viral es lo que va primero.
Pasemos a los dueños. Desde que Musk compró X, su defensa de un proyecto de derecha es clara y sin vergüenza. La información que Musk publica a sus 150 millones de seguidores tiende a ser la primera que aparece en el feed, incluyendo la que ha sido probada como falsa o engañosa. La periodista italiana Clara Angela Brascia denunció que Musk ha recomendado información de cuentas que se ha demostrado difunden contenido falso. En un trino citado por Brascia, Musk dice, como si nada, que para seguir el conflicto Israel-Palestina “@WarMonitors y @sentdefender son buenos”. Esto sin contar que el millonario reestableció cuentas suspendidas por difundir falsedades y despidió a quienes abogaban por la verificación.
También está el uso político. X no es un medio que usen mucho los jóvenes, pero sigue siendo el medio que periodistas y políticos adoran. De ahí que estos últimos le jueguen al algoritmo y a los mismos periodistas para ganar visibilidad y seguidores. Petro lanza noticias provocadoras y ataca a periodistas y oponentes. Su cuenta produce entonces un número de interacciones que le siguen muy bien el ritmo al sensacionalismo y la viralidad que se promueve. Es raro que el presidente colombiano no esté constantemente jugando con los ritmos de noticias, imponiéndonos agenda.
Ahora bien, cuando estudiamos medios tradicionales, como lo hemos hecho durante tantos años, los ángulos se repiten. Por ejemplo, en los intereses económicos y políticos de sus dueños estudiamos cómo cubren las noticias sobre alguna política pública, estilo el impuesto a las bebidas azucaradas si se tienen acciones en Postobón. O cómo presentarían objetivamente a un candidato si tienen a un familiar en la política. Nos fijamos también en las rutinas de los periodistas y cómo priorizan información. Es decir, en cómo manejar que un político saque información un viernes en la noche o algún escándalo en diciembre para que la gente lo olvide.
No digo que todo sea igual, pero no deja de asombrar que, tras tantos choques tecnológicos, los ángulos de aproximación sean los mismos, y las tendencias a abusar del poder transiten las mismas prácticas. Quizá, al final, no seamos del todo tan creativos.