Petro: el economista que odia a los tecnócratas (hasta que lo alaban)
La semana pasada, el rin de X de Petro inició con una pelea tradicional: el presidente acusando a Álvaro Uribe de hacendado esclavista y el expresidente acusando a Petro de guerrillero delincuente. Este tipo de discursos público de Petro vs. las élites, ricos y empresarios y de Uribe vs. la guerrilla ya son ruido de fondo. Hay, sin embargo, otro que lleva tiempo cocinándose, pero está empezando a coger fuerza y es el de Petro vs. los tecnócratas. La cocción a fuego lento inició en algún momento cuando a ministros de su gobierno, como Alejandro Gaviria o José Antonio Ocampo, se les hizo imposible seguir posando para avalar sus delirios.
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La semana pasada, el rin de X de Petro inició con una pelea tradicional: el presidente acusando a Álvaro Uribe de hacendado esclavista y el expresidente acusando a Petro de guerrillero delincuente. Este tipo de discursos público de Petro vs. las élites, ricos y empresarios y de Uribe vs. la guerrilla ya son ruido de fondo. Hay, sin embargo, otro que lleva tiempo cocinándose, pero está empezando a coger fuerza y es el de Petro vs. los tecnócratas. La cocción a fuego lento inició en algún momento cuando a ministros de su gobierno, como Alejandro Gaviria o José Antonio Ocampo, se les hizo imposible seguir posando para avalar sus delirios.
El divorcio de Petro con sus pocos tecnócratas lo volvió algo paranoico, un poco al estilo Uribe con la traición de Santos. De ahí que en su rin tenga discusiones constantes. Recientemente fue con Daniel Mejía, a quien toreó diciéndole que no sabía tanto de seguridad y transformación de territorio como algunas de sus funcionarias. Después acusó a Mauricio Cárdenas de sabotear el metro subterráneo en Bogotá. Petro es hábil porque sabe cómo atacar al tecnócrata. Primero desde su lenguaje técnico (el uno no sabe de la verdadera seguridad y el otro impidió el desarrollo), y después desde su lenguaje populista del cambio: Mejía es sexista porque se asusta con la belleza y la inteligencia de las mujeres y Cárdenas no cree en las energías limpias: las energías de la gente.
Curioso es que mientras Petro hábilmente iba poniendo a la tecnocracia en el lado del mal, los usuarios de redes (reales y bots) estaban en unas discusiones similares con el anuncio del premio Nobel de economía. Mientras algunos estaban orgullosos mostrando fotos junto al nobel, otros acusaban a James A. Robinson de plantear como solución económica la renuncia a la reforma agraria, de ser conservador, de uribista y hasta de incel. Las redes también fueron escenario de la rabia de varios usuarios que sintieron que un “hombre blanco extranjero” estaba ganando un premio por decirle al país pobre por qué fracasa. “Se volvió experto en países pobres” leí en un trino. De la nada quedó el nobel catalogado como una especie de mercantilista de la pobreza.
Y sí, los tecnócratas son un grupo difícil de digerir por parte de los extremos. Más aún cuando se asocian con el liberalismo y el centro. Es común que algunos de derecha y otros tantos de izquierda los odien, no solo por su lenguaje técnico, lejano y, a su manera, un poco pendenciero, sino porque tienden a ser sus más constantes críticos. La idea de pensar en términos de datos, historia y proyecciones suelen volverse incompatibles con algunos populismos de lenguaje superlativo.
Lo curioso fue que el odio al tecnócrata le llegó a Petro hasta cuando recibió un halago. Una cuenta falsa del nobel Robinson creada por el periodista italiano Tommaso Debenedetti publicó en X un mensaje de burla reconociendo las políticas de Petro para mejorar la burocracia y la economía. Al rato, no solo el mismo Petro, sino Laura Sarabia, Daniel Rojas y otros del Pacto habían compartido la publicación. Apelar a la autoridad de un tecnócrata para defender su gobierno que odia a los tecnócratas no puede ser sino una alarma del tipo de debate que nos proponen nuestros líderes.