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El 28 de diciembre del 2020 me desperté con unos mensajes en mi celular de conocidos que me reenviaban un tuit de Vicky Dávila con un confidencial de Semana. El tuit llevaba el título y el enlace del confidencial: “La columnista Catalina Uribe Rincón y la ley del embudo”. El mini escrito de esa sección de chismes de la revista atacaba con una falacia una columna mía en la que hablé del uso del recurso del miedo en la revista Semana. Mi columna hablaba del tono que había adoptado la revista desde su cambio de dueños, en el que la pretensión de convertirse en el Fox News criollo estaba surtiendo efecto. A punta de información intrascendente, irrelevante y sensacionalista, estaban logrando consolidar la figura más cruda del cliente-lector.
Me llamó la atención la forma como, bajo el liderazgo de Vicky Dávila, se respondía en el confidencial; se ignoró mi argumento sobre el giro editorial de su entonces revista y se atacaron los contenidos de El Espectador, periódico para el cual escribo y del cual es claro que no tengo injerencia en el resto de los contenidos. De ahí que colegas y conocidos me instaran: “debes responderle algo”. Para quienes trabajamos en el mundo de la comunicación y el periodismo, yo, particularmente, en la retórica pública, la palabra y la argumentación son tan valiosas que usar argumentos falaces es una clara provocación. Por eso hay que decirlo: Vicky conoce el gremio y sabe perfectamente cómo provocar, sobre todo, a periodistas.
Su entrada oficial a la candidatura presidencial fue un ejemplo de lo anterior. No deja de impresionarme la cantidad de periodistas que por días hicieron y siguen haciendo eco al sonsonete de: “usó la revista como plataforma política” o “dijo que no se iba a lanzar y se lanzó”. Algo de por sí ya obvio. Esto no solo le dio publicidad gratuita, sino que no afectó ni afectará en lo más mínimo a quienes serían sus potenciales bases electorales. En últimas solo afectó realmente el alma de sus colegas de profesión.
Dávila conoce la provocación periodística porque la ha vivido en carne propia. No olvidemos el episodio que la catapultó en el mundo de las pegatinas virtuales y memes cuando se dejó provocar y, en medio de la exaltación, le gritó a Hassan Nassar “tipejo peludo”. Nassar, quien era consejero para las comunicaciones de Duque, en vez de responder al uso del avión presidencial para piñatas, utilizó la estrategia falaz de acusar a la entonces periodista de vuelta diciéndole que su esposo también se había subido al avión presidencial en un viaje durante el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos. Cuando Vicky se descontroló, le dijo a Nassar algo muy parecido a lo que le dicen a ella hoy sus colegas: “inepto… lagarto… que utilizó el periodismo para hacer política”. Y sí, quienes llevamos años estudiando medios y poder sabemos que no son pocos los que se mueven en los medios de comunicación entre líneas éticas delgadas y que además están dispuestos a vender principios con tal de obtener clics, aumentar ganancias, congraciar con los dueños o entrar en política. Pero que Vicky haya coincidido con el expresidente que le mandó almendras en “cambiar de opinión cuando cambian las circunstancias” no significa que debamos seguirle el juego de propaganda política.
Petro lleva casi tres años usando la estrategia de provocar periodistas con su uso alternativo de la verdad. En eso se volvió experto y ya sabe que los periodistas lo ayudarán en sus respuestas de indignados a posicionarlo en el establecimiento de agenda. Vicky conoce al gremio mucho mejor que Petro y es más versátil en sus provocaciones. Pensemos cómo cubrirla durante esta campaña.