Con las elecciones, ¿Colombia avanza o retrocede?
Con su habitual sentido de la inoportunidad y su reconocida superficialidad, Iván Duque, que vaga por el mundo tras un puesto en la historia, dio cuenta de un triunfo electoral diverso, pegándose a la rueda ganadora para cobrar como mérito lo que es su culpa. En la noche del domingo de votaciones publicó: “extiendo mi felicitación a @CarlosFGalán, @FicoGutiérrez, @alejoeder, @AlejandroChar y demás alcaldes y gobernadores electos por sus victorias…”; segunda parte del mensaje: “Colombia hoy se expresó en Democracia (sic), envió un mensaje de rechazo al populismo, la demagogia y el autoritarismo ideológico. El mandato popular de estas elecciones es contundente”. Cierto, el mandato popular fue “contundente” pero no solo el del pasado domingo 29 de octubre; también lo fue el de las elecciones nacionales del 19 de junio de 2022, cuando el candidato Petro consiguió la presidencia con más de 11 millones de votos, de los cuales un porcentaje provino de ciudadanos hastiados del gobierno saliente, de su laxitud ética y del rejo armado con que manejó los conflictos sociales.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Con su habitual sentido de la inoportunidad y su reconocida superficialidad, Iván Duque, que vaga por el mundo tras un puesto en la historia, dio cuenta de un triunfo electoral diverso, pegándose a la rueda ganadora para cobrar como mérito lo que es su culpa. En la noche del domingo de votaciones publicó: “extiendo mi felicitación a @CarlosFGalán, @FicoGutiérrez, @alejoeder, @AlejandroChar y demás alcaldes y gobernadores electos por sus victorias…”; segunda parte del mensaje: “Colombia hoy se expresó en Democracia (sic), envió un mensaje de rechazo al populismo, la demagogia y el autoritarismo ideológico. El mandato popular de estas elecciones es contundente”. Cierto, el mandato popular fue “contundente” pero no solo el del pasado domingo 29 de octubre; también lo fue el de las elecciones nacionales del 19 de junio de 2022, cuando el candidato Petro consiguió la presidencia con más de 11 millones de votos, de los cuales un porcentaje provino de ciudadanos hastiados del gobierno saliente, de su laxitud ética y del rejo armado con que manejó los conflictos sociales.
También es cierto que Colombia se expresó, salvo incidentes menores, en una tranquila contienda democrática –o lo que este término pueda significar en un país como el nuestro– sin las “graves amenazas” de las organizaciones criminales, ni los “riesgos en casi 1.000″ municipios con que alarmaron a la gente los mensajeros duquistas Barbosa, Cabello, Camargo y el registrador Vega en cuyas expresiones se podía adivinar el deseo de que ese día fuera un desastre con tal de que le fuera mal al gobernante. En cuanto a los ganadores felicitados por el extraviado, es seguro que Galán y Éder no consideran que le adeuden algo más que un saludo cortés. Con relación al repitente Char, la ecuación es al contrario: Duque le debe a ese clan haber abandonado a Vargas Lleras, su competidor, en 2018. La jugada de Barranquilla acabó con Vargas y con la división entre los votantes de la derecha y, de ese modo, le allanó el camino al hijo putativo de Uribe para llegar a la Casa de Nariño. El pacto corrupto que unió a Duque con Álex Char explica la presidencia del Congreso para su hermano Arturo, hoy preso; el nombramiento de Cabello en el Ministerio de Justicia y, después, en la Procuraduría General; y los cuestionados cargos para Karen Abudinen y Tito Crissien, clones de la casa Char, en los ministerios de Tecnologías de la Información y Ciencias.
Otra historia es la del reelegido alcalde Gutiérrez: aunque el mono se vista de seda, reuribista se queda. No hay que decir más. A propósito, el expresidente Uribe siente el fresco de la victoria porque “recuperó” sus fincas Medellín y Antioquia. Sí, pero no. Sí, porque sus alfiles a alcaldía y gobernación, Federico Gutiérrez y Andrés Julián Rendón, obtuvieron el mayor número de votos; no, porque su gobernador electo Rendón se enfrenta, dentro de pocos días, a una audiencia de imputación de cargos por corrupción en hechos ocurridos durante su ejercicio como alcalde de Rionegro: una vergüenza; no, porque de los 125 municipios que tiene Antioquia, solo tres serán gobernados por militantes del Centro Democrático a partir de enero del 2024, y otros 22 serán presididos por alcaldes de coaliciones en las que participó el uribismo con movimientos tan contrarios a sus inclinaciones políticas como los afroindigenistas ASI, AICO y Colombia Renaciente. Es decir, un endeble 20 % del total.
El otro aspecto notorio –y dramático– de las votaciones es la reafirmación del dominio político de caciques, baronesas y clanes en las regiones, con su capacidad para llevar gente a votar mediante toda clase de mecanismos, desde el dinero, el regalo, el contrato y el salario de un cargo, hasta el chantaje y la coerción: sus operadores son quienes llegan a alcaldías, gobernaciones y, también, a concejos y asambleas desde donde se activan las herramientas de la corrupción de la contratación pública y el robo de los presupuestos con el fin de apalancar sus fortunas particulares. “Triunfaron” en Charilandia, antes conocida como Atlántico y Barranquilla; en la gneccocracia de Cesar y Valledupar; en el Valle del Cauca, reinado de Dilian; en Bolívar, con Arana, un investigado por desvío de millones de pesos para la población vulnerable; en Córdoba, con el clan Besaile; en Boyacá, con Amaya y sus escándalos; en Tolima, con el clan Barreto, entre muchos otros. Con el paso de los siglos, ¿Colombia avanza o retrocede?