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En el galimatías que vive el país por la propuesta pública del presidente de movilizar “el poder del pueblo” para modificar la Carta Política, base de nuestro Estado de derecho, se halla la mano prestidigitadora de Álvaro Leyva, excanciller suspendido por la Procuraduría pero cuyo poder de influir en el mandatario sigue intacto o, incluso, se habría incrementado después de salir forzadamente del Gobierno por la investigación disciplinaria en su contra, lo que puede hacerlo ver, ante los ojos de Petro, como víctima de persecución. En ese galimatías también parece incidir otra mano mágica: la del enigmático abogado colombofrancés Álex Vernot, de quien se conoce su antigua amistad con el presidente y sus estrechos nexos con Leyva. Como se recuerda, Vernot fue condenado por el Tribunal Superior de Bogotá a seis años de prisión, por el delito de soborno en actuación penal. Según la sentencia, Vernot, apoderado del hombre de negocios Carlos Mattos, intentó comprar por US$2 millones a un cercano asesor de ese exempresario (ver). El abogado estuvo detenido en desarrollo de la investigación, pero fue dejado en libertad por vencimiento de términos, en 2020. Desde entonces, vive en París. La esposa del francés fue nombrada embajadora de Colombia ante la Unesco, cargo reabierto para ella por el ya posesionado canciller Leyva, después de que esa delegación estuviera cerrada por dos décadas (ver).
Aunque Álex Vernot vuelve a probar, hoy, las mieles del poder colombiano mientras disfruta de la hermosa arquitectura de la capital francesa, tuvo que pasar una fea temporada en La Picota. Eso fue entre 2018 y mediados de 2020. Vernot compartió prisión, al menos desde mediados de 2019 cuando fue expulsado de Estados Unidos, con Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, tenebroso ex jefe paramilitar que fue beneficiario de la ley especial de Justicia y Paz de 2005, un marco jurídico con el que se permitió la desmovilización de las bandas del paramilitarismo (ver). No se sabe si Vernot y Macaco trabaron amistad en La Picota pero dos sucesos indicarían que sí: uno, el abogado-amigo de Leyva fungió, entre rejas, como vocero de un “Comité de Presos por la Verdad en Colombia”, lo que se evidenció en su intervención durante el trámite de una sentencia de la Corte Constitucional (C-255 de 2020); dos, Leyva empezó a insistir, desde ese año, en que la JEP recibiera como postulados —es decir, como posibles acreedores de nuevos beneficios— a Macaco, Mancuso y otros jefes del paramilitarismo.
El medio virtual Las2Orillas, cercano a Leyva, anticipó su campaña en fecha coincidente con la aparición del “Comité de Presos por la Verdad…” de Vernot: en septiembre de 2020, publicó una nota titulada “Las verdades que los paramilitares quieren contar”, que narra que “tres exlíderes paras (entre ellos, Macaco) le enviaron cartas a Leyva en las que … anticipan lo que pueden contar en la JEP y la Comisión de la Verdad” (ver). Ese año de la pandemia, Leyva —que todavía no podía imaginarse que sería ministro de Relaciones Exteriores— inició su despliegue de propaganda para que la JEP —cuyo campo de acción cubre, por reglamento, el examen de los delitos cometidos principalmente por los exguerrilleros de las FARC y los militares acogidos al Acuerdo de Paz— recibiera a los ex jefes paramilitares (ver).
Ya en el gobierno de izquierda de Petro, su primer canciller se ha convertido, quién lo creyera, en acérrimo enemigo de la JEP y del Acuerdo de Paz, en lo que coincide y hace coincidir al presidente con la ultraderecha uribista, quién lo creyera, a pesar de que el propio Leyva termina traicionándose a sí mismo pues participó, como asiduo invitado de la administración Santos, en las negociaciones de La Habana. El proyecto obsesivo del ahora excanciller —originado, tal vez, en su cercana amistad con Vernot y en la que este habría trabado con Macaco en La Picota, y aprovechando la confianza de Petro en el propio Leyva y en Vernot— consiste en que la JEP se someta a sus designios (los de Leyva-Vernot), o sea, destruida: Macaco, Mancuso y demás “amigos” paramilitares entran por la puerta principal de la jurisdicción especial… o entran. Es así que el exministro convirtió la Cancillería —cuyas labores legales quedaron al garete pues nunca se interesó en ellas— en una instancia alterna del Acuerdo de Paz: entre otros, realizó un acto que llamó “Encuentro por la verdad para la no repetición”, con Macaco como figura central. Ante embajadores y la prensa, criticó a la JEP y la Comisión de la Verdad por no recibirlo (ver). Y un par de meses más tarde, tuvo una de sus ya famosas explosiones de ira por la cancelación de una cita del exparamilitar ante la JEP (ver). Detrás de la estrambótica teoría de que es necesaria una constituyente para modificar la Carta Política, porque su texto, como está, impediría el cumplimiento del Acuerdo de Paz y, peor, del propósito de llevar la queja ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para denunciar el presunto incumplimiento del Acuerdo, no hay sino una retorcida y maquiavélica estrategia de Leyva craneada con Vernot. ¿Por qué el presidente Petro sigue ese libreto? ¿Es suyo o le está fallando su sentido de la alerta roja que siempre tiene encendida?