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El Colombiano, diario predilecto de los ultraconservadores antioqueños, publicó hace unos días una entrevista a Germán Vargas Lleras que lo hizo sentir muy cómodo, según se deduce de su posición corporal y del desparpajo de sus respuestas, hilvanadas en un monólogo sin confrontación dialógica. Como se sabe, al príncipe de la política capitalina le disgusta que lo contradigan. El jefe de Cambio Radical inició su autoconversación con la extraordinaria revelación de que, aunque varios amigos de esa región le insistieron en que debía aspirar a la Presidencia, “esa es decisión que aún no he tomado”. A la vieja táctica de negar lo evidente —en este caso, su obsesión por ocupar la Casa de Nariño—, Vargas le añadió, sin embargo, un picante: “no tengo la certeza de que las elecciones de 2026 vayan a realizarse…” (ver). No es estrategia novedosa la de meterle miedo a la gente para ganar en las urnas: los éxitos de Uribe y el uribismo, cuya arma de propaganda ha sido el catastrofismo, constituyen prueba de su eficacia. Pero, contra la lógica política y el pronóstico vargasllerista, no parece probable que, pasados más de dos años de su Gobierno, Petro pueda suspender o amañar la contienda presidencial del 26; o, siquiera, que tenga músculo para intentarlo, si se cree en los resultados que registran las encuestas sobre la popularidad del mandatario.
El propio Vargas argumenta que el gobernante ha destrozado a Colombia por donde se le examine, y que ha deshecho las obras que él dejó listas cuando era el mejor vicepresidente que la República ha tenido, de acuerdo con el autobombo que se echó, eso sí, sin mencionar, calculadamente, al que lo puso en ese cargo, Juan Manuel Santos, a quien odian los antioqueños ultragodos. Bueno, se pregunta uno, y si el país está desbaratado, desbarajustado y en ruinas, ¿cómo podría Petro obtener una votación más alta que la de los salvadores del desastre? La tesis del golpe “blando” es absurda en el lenguaje vargasllerista, pero hay que ambientar la del autogolpe. Vargas, viejo zorro de la politiquería, el clientelismo y otras costumbres malucas, acudió, también, a una fórmula perversa durante su monólogo de El Colombiano: Petro va a “robarse” la Corte Constitucional, con el fin de que ese órgano avale su presunta reelección. En un grado de irresponsabilidad que creíamos posible solo en la conducta de los “influenciadores” virtuales, el aspirante a presidente de Colombia aseguró que “el Gobierno goza del favor de tres magistrados en la Corte” y los identificó: “el magistrado Vladimir que lo eligió Petro” (sic), le sopló una voz que, de vez en cuando, interrumpía el soliloquio del candidato; este aprobó el nombre del togado Vladimir Fernández y añadió a otros dos magistrados: “(Juan Carlos) Cortés y Natalia Ángel”, dijo, con un comentario adicional: “Cortés, el más entregado, el más obsecuente”.
El cuestionamiento a los tres jueces por parte de quien detenta poder político, económico, social y electoral, amenaza la libertad de conciencia del alto tribunal porque la crítica de quien pretende ser jefe de Estado en su contra no tiene que ver con una conducta pública inapropiada o con declaraciones inoportunas, sino con el sentido de sus sentencias, salvamentos o aclaraciones de voto. Una cosa es disentir de una decisión judicial; otra, acusar a un togado de torcer su criterio jurídico para favorecer a un político o al presidente de turno.
Lo que hizo Vargas Lleras, en resumen, fue acusar a Fernández, Cortés y Ángel de prevaricar, un delito que se comete cuando un operador de la justicia falla contra lo que le indica la ley. Una denuncia de tal tamaño puede, en cambio, entrañar la ocurrencia de otro delito: el de constreñimiento (presión ilegal), en este caso, del aspirante a presidente quien mide con la vara de sus conveniencias. El candidato de todas las derechas también pretendió extorsionar a la Corte Suprema y el Consejo de Estado, tribunales en los que demostró su sólida influencia cuando escogieron a sus candidatos al cargo de procurador General, de entre las filas de Cambio Radical: Germán Varón Cotrino y Luis Felipe Henao. En el soliloquio con El Colombiano, Vargas envió su mensaje a esas cortes: postulen a ocupar las vacantes de la Constitucional a abogados que garanticen que sus votos contrariarán al Gobierno; buenos serán los fallos si protegen los intereses del vargasllerismo. “Moral” inmoral la de quien pretende ser el salvador nacional. Su falta de respeto no ofende a tres magistrados: también a aquellos que coinciden ideológicamente con él por sospecha de parcialidad… a su favor.
Entre paréntesis. La JEP acaba de compulsar copias a la Fiscalía para que investigue al doblemente condenado (e investigado por homicidio) Julio Acosta Bernal, exgobernador de Arauca y fundador de un clan político de muy mala reputación por propiciar la conformación de grupos paramilitares y por entregarles contratos del departamento para su fortalecimiento económico. Los hijos de Acosta ejercen sus influencias aquí y allá. Su nuera, una beligerante representante a la Cámara de la oposición, también se beneficia de su teflón mientras posa de ángel de la pureza ¿Partido que cobija a este memorable grupo familiar? Cambio Radical, sí señor, el de Vargas Lleras.