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                                                                                                                                El general Bedoya, comandante de la amargura

                                                                                                                                No había terminado la transmisión de imágenes del emocionante (sí, señor, emocionante) momento en que el presidente colombiano le da, brevemente, la mano al jefe de una de las guerrillas más indómitas del continente, cuando en Bogotá ya armaban una contratransmisión nacional para entregarles amplio espacio a quienes no conciben otra forma de vida que la que conduce a perderla en el fuego cruzado.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En la contratransmisión de marras, este general pronunció palabras de insurrección que carecen de importancia masiva, pero no de impacto difusor entre ciertos políticos y militares activos, estos sí, con un poder de perturbación que no es prudente desestimar. Como si fuera en sus épocas de candidato en campaña, Bedoya clamó que “eso que pasó de irse a Cuba a darse el abrazo… y a recibir las manos (sic) untadas de cocaína y sangre de Timochenko, es un acto de indignidad que no puede ser propio de un presidente de la República”. Por frases similares contra su superior jerárquico civil, el entonces comandante de las Fuerzas Armadas tuvo que retirarse de su cargo en 1997, disfrazando con arengas de corte ético, su responsabilidad en la peor derrota militar que hayan sufrido los uniformados —y con ellos, todo el país legal— a cuenta de las Farc, en la denominada toma de Las Delicias. Así se llamó el ataque guerrillero a la base del Ejército en Puerto Leguízamo con un resultado desastroso: 27 soldados muertos, 16 heridos y 60 secuestrados que fueron devueltos al año siguiente, después de gestiones del Gobierno, organizaciones humanitarias y la Cruz Roja Internacional.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No había terminado la transmisión de imágenes del emocionante (sí, señor, emocionante) momento en que el presidente colombiano le da, brevemente, la mano al jefe de una de las guerrillas más indómitas del continente, cuando en Bogotá ya armaban una contratransmisión nacional para entregarles amplio espacio a quienes no conciben otra forma de vida que la que conduce a perderla en el fuego cruzado.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En la contratransmisión de marras, este general pronunció palabras de insurrección que carecen de importancia masiva, pero no de impacto difusor entre ciertos políticos y militares activos, estos sí, con un poder de perturbación que no es prudente desestimar. Como si fuera en sus épocas de candidato en campaña, Bedoya clamó que “eso que pasó de irse a Cuba a darse el abrazo… y a recibir las manos (sic) untadas de cocaína y sangre de Timochenko, es un acto de indignidad que no puede ser propio de un presidente de la República”. Por frases similares contra su superior jerárquico civil, el entonces comandante de las Fuerzas Armadas tuvo que retirarse de su cargo en 1997, disfrazando con arengas de corte ético, su responsabilidad en la peor derrota militar que hayan sufrido los uniformados —y con ellos, todo el país legal— a cuenta de las Farc, en la denominada toma de Las Delicias. Así se llamó el ataque guerrillero a la base del Ejército en Puerto Leguízamo con un resultado desastroso: 27 soldados muertos, 16 heridos y 60 secuestrados que fueron devueltos al año siguiente, después de gestiones del Gobierno, organizaciones humanitarias y la Cruz Roja Internacional.

                                                                                                                                Read more!
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