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¿Qué pensará hoy Duque quien, dramáticamente desconectado de la realidad como es usual en él, dijo, mientras disfrutaba Londres en lugar de atender el estado de alta tensión en este país, que “si yo pudiera presentarme a la reelección estoy seguro de que estaría en la pelea y sería reelecto...”? ¿Sentirá un tris de vergüenza? ¿Le pesará la culpa por la derrota de su candidato, Federico Gutiérrez, a quien ayudó a hundir cada vez que intentaba apoyarlo contraviniendo la neutralidad que le correspondía respetar como jefe de Estado? ¿Caerá en la cuenta de que el desastre social que deja su gobierno es uno de los factores que ambientaron el triunfo de Petro y, ante todo, el de un bufón —Rodolfo Hernández— analfabeta en materias estatales cuya gracia, para sus casi seis millones de votantes, consiste en que vocifera vulgaridades y abofetea, como cualquier patán de esquina, al que se le atraviese?
¿Cuál será el ánimo del exemperador Uribe siendo testigo de su propia agonía política y, con esta, de la finitud de su movimiento unipersonal venido a más como partido? ¿Habrán podido dormir, desde el domingo pasado, la arrogante Cabal, la temible Holguín, el desafiante José Obdulio Gaviria, creador del cuentazo de “la doctrina del uribismo”, hipercalificado como “el ideólogo”, el mismo que llamó “migrantes” a los desplazados del conflicto interno que, según él, nunca existió en esta “Suiza” que es Colombia?
De seguro, Duque, Uribe, Cabal, Holguín, J. O. Gaviria y los demás voceros del extremismo derechista no tienen remordimientos ni reflexiones sobre el acontecimiento electoral, el terremoto, más bien, que acaba de sacar de la contienda presidencial, por primera vez, al candidato del establecimiento político, del grueso del empresariado y de la alta clase social. Ellos carecen de conciencia y su conducta se guía por el pragmatismo que los conduce a actuar para sobrevivir reteniendo el poder a costa de lo que sea, así tengan que arrodillarse ante su nuevo “salvador”, el cómico Hernández quien los acogerá, de eso no hay duda.
El uribismo de élite no tiene hígados: perdimos una batalla pero no la guerra, asegurarán sus dirigentes.
Como serpientes que mudan de piel cuando les estorban sus escamas, se acomodarán a Hernández como lo hicieron antes con Gutiérrez, antes con Óscar Iván Zuluaga y antes con la senadora Cabal, la más popular de su ralea cuando el zar de todos ellos dijo que “las bases” del Centro Democrático, compuestas por sus 600.000 militantes, escogerían, mediante encuesta, a quien los representaría en las elecciones del 29 de mayo. No estamos hablando de varias elecciones, solo de esta, la del 2022: a finales del 2021, hace apenas seis meses, fue declarado ganador de un misterioso sondeo interno, cuya metodología y resultados nunca nadie conoció, Zuluaga, el eterno aspirante uribista a la Presidencia a pesar de la popularidad evidente, entre los ultraderechistas, de la señora Cabal quien protestó, con toda razón, porque le quitaron su lugar. Después de las elecciones legislativas del 13 de marzo, Zuluaga renunció en menos de 24 horas y en un santiamén adhirió a Gutiérrez después de que Uribe le susurrara lo que tenía que hacer. No obstante, el señor de las haciendas puso a sus seguidores, una semana después, a responder una serie de preguntas elaboradas por un comité compuesto, entre otros, por Miguel Uribe, Paloma Valencia y el caballista del Casanare Alirio Barrera, tan salvaje como Hernández pero con toque de conquistador de la llanura Marlboro. Uno de los primeros interrogantes era sobre con cuál de los candidatos de otros sectores se podría unir su partido para “lograr acuerdos que permitan pasar a segunda vuelta y ganarle a Gustavo Petro” (ver). Entre los mencionados estaban Federico Gutiérrez, que acababa de ganar la consulta del Equipo por Colombia, y Rodolfo Hernández. No hubo necesidad de esperar. Uribe ya había decidido llevar a su gran combo del poder a la campaña del antioqueño. Pero no bien se conocieron los resultados del domingo pasado, en que el populista de Santander aplastó al exalcalde de Medellín, Cabal, J. O. Gaviria y Francisco Santos, entre otros, trinaron sobre “su” nuevo candidato, Hernández. Con tal de no permitir que les quiten el botín oficial, sea quien sea les sirve para habitar la Casa de Nariño, incluso un chabacano del nivel más bajo de la sociedad.